6/16/2006

Traición

Traición es el nombre de uno de mis libros favoritos, escritos por Orson Scott Card, esa gran persona que iluminó mi vida con su “Juego de Ender” cuando yo tenía 11 años.

De pequeña me sentí un Ender Wiggins, ahora que me hago mayor casi adoro a Peter Wiggins con una admiración superior, manipulador, ambicioso, y sin escrúpulos. Valentine Wiggins no fue nunca mi favorita: era demasiado débil.

Cuando uno coge en sus manos un libro con el título de Traición de las estanterías de la librería, lo compra sin leer la sinopsis, se lo lleva a casa y lo abre, se topa con una historia que supera con mucho sus expectativas.

Orson Scott Card es también el escritor de Alvin Maker, de Maestro Cantor y de Wyrms.

Wyrms recuerda bastante al juego de Ender, por la juventud de su protagonista, y por algunos sucesos adicionales. Afortunadamente, los lectores de Scott Card estamos de enhorabuena, porque la fantástica firma de comics “Dabel Brothers” ha adquirido los derechos de adaptación de Alvin Maker y Wyrms. He visto algunas páginas de pruebas y son impresionantes. Me muero de ganas de tenerlos en mis manos.

Pero no, no es un motivo puramente literario el que me ha hecho escoger el título del post, no.
Soy bastante más retorcida que eso.

Me imagino que a alguien que haya podido leer el título, le habrá podido dar un vuelco el corazón. Es posible que haya sentido un pequeño “sudor frío”, e incluso que haya pensado “aquí lo tenemos”, “ya me lo esperaba”, “me lo merezco”, y un sin fin de frases similares.

Y seguramente, con toda probabilidad, habrá acertado que es en su honor.

Quizás está escrito con intenciones de hacer daño, quizás solo para desfogarme, quizás una mezcla de ambas.

Esta noche me he despertado a las seis menos diez, como cada día. Pero a diferencia de otras noches, esta no he podido dormir bien.

Iba a ser un muy buen día, ¿sabéis?. De hecho iba a ser un día de puta madre. Había quedado para comer, había quedado para cenar, había trabajado como una condenada toda la mañana preparando unos documentos de Excel para mi jefe (de los cuales por cierto, me siento muy orgullosa), y había pasado la tarde haciendo el peor de los trabajos posibles (o uno de ellos: pasar tarjetas de visita al Outlook).

Evidentemente, está escrito que no se puede ser del todo feliz en esta vida.

A media mañana, resultó que se anulaba mi comida, porque la persona en cuestión, no estaba en Madrid capital, no había venido a trabajar.

A priori parece un motivo aceptable.

A priori, insisto. Porque realmente a mí, si me interesa mucho ver a alguien (y no hablo de nadie con quien tenga un lío sentimental, hablo de un amigo) cojo un tren, un bus, el metro o lo que sea, y bajo a comer. Que para el caso, son 30 minutos de viaje y por ende, 30 minutos de grata lectura.

En ese momento del día, no le di mayor importancia. Me propuso quedar el jueves para comer, pero yo el jueves al mediodía tengo mis planes, y me apetece mucho que sigan así.

Por la tarde, se supone que había quedado al final para cenar, aunque sabía que con mucha probabilidad no iba a ser posible. No tengo ganas de hablar del tema, no estoy enfadada: no pasó nada que no me esperara.

Pero lo que sí me ha jodido lo indecible y me ha molestado sobremanera, es la conversación de ayer antes de irme del trabajo.

La verdad es que me quedé muy dolida y decepcionada. Y no es culpa de nadie más, más que mía.

En esta vida no hay que esperar nada de nadie, así si no esperas nada, no te decepcionan, y en cambio cuando acontecen cosas buenas, te alegran la mañana.

Es que solo de pensarlo, me cabreo. Noto cómo el corazón se me acelera, cómo la sangre me repica en la cabeza. Sé perfectamente que las facciones de mi cara cambian y cada vez tengo una expresión más fría. Mejor me calmo, porque no es algo que me pueda permitir ahora mismo.
Ayer por la tarde, me di cuenta de lo poco importante que soy para lo que yo creía que era un amigo (jias, en adelante recordaré más cierto cruce de comentarios en cierto otro blog, cuánta razón, joder, cuánta razón junta). Me di cuenta que soy una especie de segundo plato, de plan alternativo. Alguien con quien se puede quedar cuando tu amigo del alma no está.

Pues qué quieres que te diga: no soy un jodido segundo plato.

Soy el fucking menú completo.

A veces me sorprendo. A veces me sorprenden. Por algún estúpido motivo, pienso que ciertas personas son amigas. Seguramente el fallo está en que claro, como no había posibilidades de rollete o polvote a corto o medio plazo… Mira que lo dije claro… Que para mí la gente con compromisos son humo, paso a través de ellos casi sin verlos.

Seguro que ahora alguien andará pensando: ¿qué dice la loca esta? Pero nos conocemos. Ah tío… Estoy harta de hacerme la idiota. Y si esto va a hacer que no nos hablemos, pues adelante, coño: no nos hablamos. La sinceridad duele. Aunque mira tú, esto me pasa por haber pensado que era especial para cierta gente.

Mira que lo he dicho mil veces, que no hay nada que me encabrone más que me llamen idiota, infravalorando mi inteligencia. Puedo hacer ver que no me doy cuenta, claro. Pero llega un punto que piensas “a la mierda”.

Lo que me mosquea, también, es haber pensado(en cierto modo) de forma injusta, que la culpa de esta situación era de alguien que no era. Y haberle puesto a parir, claro. Cuando realmente, la respuesta era tan obvia… Tan jodidamente obvia… Y estaba delante de mis narices (como pasa con todas las respuestas que no ves o no quieres ver).

En esta vida, todo es elegir.Y todos tenemos la libertad de elegir. Es un derecho.

Y así, todos lo hacemos cuando escogemos la ropa, las lecturas, los estudios, el trabajo, los amigos…

Los que han hecho económicas o empresariales, sabrán un poquito del “coste de oportunidad”. Toda elección tiene ligada una alternativa: cuando eliges una opción, descartas automáticamente algo a cambio. Es imposible tenerlo todo a la vez.

La cuestión es, elegir bien.

A tomar por culo, tengo un muy mal día.

Ya se me pasará, siempre se me pasa.

Pero la sensación de traición, el hecho de sentirme defraudada y mala ostia, me va a durar más que tres días. No obstante, y para alegría de algunas personas, después parecerá que no ha pasado nada.

No hay que engañarse, cuando uno tira una pieza de una formación de dominó, todo sigue su camino, sin vuelta atrás. Podrás reconstruirla, podrá salir mejor o peor, pero nunca va a ser igual.

Estoy hasta los huevos. Y si alguien quiere caer en la autocompasión, en lo típico de “es culpa mía”, pues a disfrutar de la sensación, coño. Que yo bien que me jodí la tarde de ayer, la noche y la mañana de hoy.

Por cierto: si alguien se siente aludido por este post, que sepa que me la pela en profundidad.
No preocuparse, para bien o para mal, todo pasa en esta vida. La gente que es fuerte, lo supera.
Sólo reza por serlo.

(Vale que ha sido un post extraño e ido de la olla, pero para algo es mi jodido blog y escribo en él lo que me sale de los ovarios. En próximas entregas, ahora que me he desfogado, volveremos al ambiente agradable, acogedor y dicharachero).

Bueno, y quien quiera, que se lea Traición. Afortunadamente, no tiene nada que ver con este jodido post. Es un libro cojonudo.

No hay comentarios: