Mostrando entradas con la etiqueta Catarsis. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Catarsis. Mostrar todas las entradas

11/24/2010

"Necesito..."

Y el sonido de la palabra regurgitó hacia fuera, más allá del pensamiento que creí había plasmado simplemente en mi interior.

“Necesito… Verte.”

“Necesito…. Tocarte.”

“Necesito… Hablarte.”

“Te necesito.”

Y al soltarlo al aire y escucharlo me di cuenta del error, tardío.

No es amor, si no miedo, lo que siento.

Miedo al vacío, lo que me aferra a ti.

10/28/2010

Primera división

Han sido tiempos duros esos que has vivido hasta volver aquí: una nueva oportunidad de lucha, de jugar entre los grandes, de batir todos los récords. Meses de rehabilitación mentalizándote, antes de encontrar un buen equipo en primera dónde encajar y degustar la gloria. Victoria, la de dulces trazos, más potente que cualquier droga que hayan podido sintetizar jamás en un laboratorio. Tus propias endorfinas invadiendo el torrente sanguíneo para matarte de placer.

Incluso antes de ponerte la camiseta, puedes sentirlo en tu interior: el rugido, el poder, la fuerza, el ansia por salir al campo a darlo todo hasta el final. Noventa minutos infinitos, ni una prórroga, pero da igual, tú ya lo sabes: saldrás victorioso una vez más. Como siempre.

Ese conocimiento te confiere una seguridad exultante que se esparce por todas los invisibles átomos de tu cuerpo, cual carburante a punto de empujar pistones. Seiscientos músculos que vibran, anhelando pisar el campo una vez más, sentir el manto de euforia ajena, saberte el amo y señor del mundo por un rato.

Tu cerebro emite señales invisibles y te prepara… El cuerpo está rayando una orgásmica sensación, sabiéndote a las puertas de una hora y media del tan ansiado coito, con su eclosión final. Por un instante, el vello de tu cuerpo se eriza ante la idea, y dirías que incluso puedes notar la turgencia en tus pezones.

Te giras, para contemplar al resto del equipo, las imprescindibles piezas de este ser curioso e inorgánico donde hasta los suplentes son absolutamente necesarios… Sí… Los sustitutos, los del banquillo, los... Matarías por no volver a sentarte en ese apestoso banquillo entre ellos nunca más.

De un vistazo los valoras, contemplas también a los otros delanteros fijamente, para recordar sus fortalezas y debilidades, tomando buena nota. Una chirriante vocecilla resuena en tu cabeza: equipo, compañerismo, lealtad, equipo… Pones tu mejor y tan ensayadísima (casi desgastada) sonrisa “profident” en la cara, levantas el pulgar y asientes. Todo está preparado, y solo quieres salir fuera y… Marcar.

7/20/2010

Ansiedad

*Click*

*Click click*

*Tecleo rápido*

(Silencio profundo)

*Rrrrrrrrrrr* (la rueda del ratón a moverse hacia abajo)

*Crackkkkkkk* (las patatas fritas al desmenuzarse entre tus dientes)

*Rrrrrrrrrrr* (la rueda del ratón a moverse hacia arriba)

*Tack* (F5)

*Click*

*Click click*

*Crack crack crackkkkk* (más patatas)

(Silencio profundo)

*Crecrecrec crrrrrssssh crrrrrshhhhh* (arrugando el cadáver de la bolsa)

Shooting all the systems down.

7/19/2010

Usar y tirar

Durante un segundo, tan sólo eso, perdió la cobertura, y ese instante fue lo suficiente como para cambiarlo todo.

Atribuyó el fallo al desgaste ocasionado por el tiempo, qué tristeza, seis meses apenas de servicio. No obstante, a qué arriesgarse a una reparación cuando todo es tan sencillo como acercarse a una de las franquicias del proveedor para escoger entre los más exuberantes modelos.

La sola idea de la novedad hace que reverbere algo en su interior, desatando su ansiedad ante la imagen casi erótica de recorrer con sus manos los cantos de una caja nueva que sabe contiene en su interior un modelo intacto, virgen, desafiante, de teléfono. Un modelo desconocido e intrigante que le proporcionará un reto de quince minutos hasta su puesta a punto.

Quizás tenga una cámara de fotos con mayor definición, un reproductor de mp4, una pantalla táctil. No tiene claro para qué la quiere. Simplemente, sabe que quiere esa sensación de poseer esa novedad, más atractiva, más a la moda, más deseable. Como el capricho de un infante que deslumbrado corre tras el último juguete.

Así que entra impetuosamente en la tienda, paga el nuevo teléfono al contado, y vuelve a casa a toda velocidad. Allí, en el silencio que atenaza el salón, arranca sin ningún tipo de decoro la SIM del obsoleto teléfono. Han compartido existencia seis meses. Demasiado tiempo. Demasiado uso. Demasiadas horas. Demasiada monotonía.

Como un Frankenstein cualquiera inserta el pequeño chip, un grotesco corazón, en la ranura. El nuevo terminal vibra, y se estremece bajo la palma de su mano, respirando al nuevo día bajo la mirada atenta y amorosa de su nuevo compañero.

Bienvenido al SXXI. Consumir preferentemente antes del próximo semestre.

6/30/2010

Exorcismo

Diría que, si cierro los ojos, puedo sentir al demonio dentro de mí. Pero no es cierto: es una metáfora.

No hay demonios allí dentro. Estoy sólo yo. Y hoy no hay nada más aterrador que imaginar mi figura con los ojos cerrados. Me atenaza la idea del miedo ante esa oscuridad devoradora.

No necesito privarme de la visión para percibirlo: el filo cortante de esos dientes insidiosos que despedazan poco a poco cada fibra de mi ser, clavándose en mi corazón, anclándose con fuerza en el más ínfimo resquicio, congelándome en su frío. Emponzoñando poco a poco mi torrente sanguíneo, donde tras cada latido, contagia mis células con su veneno. Inundándome de rabia, miedo, inseguridad, envidia, celos, odio.

Siento el corazón que se desboca, perdiendo el control. Y, la conciencia, se debilita relegándose cada vez más atrás: cada vez más lejos, cada vez más inalcanzable. Intento vanamente retenerla estirando las yemas de los dedos, recuperar así lo que con tanto esfuerzo conseguí crear, lo que con tanto tiempo sembré y vi crecer para ahora pisotearlo sin piedad bajo mis pies, sacando a relucir lo peor de mí que creía ya enterrado y olvidado.

Sin fuerzas que me hallo y claudico. “Oh, Señor, perdona mis faltas”, pienso, mientras mis dedos se arquean, mi piel es ahora pelaje y mis colmillos, esos que antes eran humanos, solo quieren desgarrar la carne ajena, la carne propia.

A mis emociones me rindo, con la adrenalina bombeando agitadamente alimentando mi furia. Y lo huelo. Puedo sentirlo: el dulce, inocente, amoroso, frágil y embriagador perfume que tanto me atormenta y me enloquece.

Recorro veloz cada travesía, esquina y recoveco, escogiendo los atajos mientras aúllo con una fuerza tal, que me provoca –incluso a mí- un escalofrío erizando cada fibra de mi ser. Pero no aúllo, no, a la luna, ahora que me hallo a instantes del destino. Aúllo ésta, la demostración más primitiva de impotencia al claudicar a los instintos, sabiendo lo irremisible de mis inminentes actos, preconizando el pegajoso calor, el metálico olor de esa tan amada y preciada sangre que ya no puedo reprimir derramar.

“Oh, Señor, perdona mis faltas, y por favor, que alguien exorcice mi alma”.

6/16/2010

Poniéndome al día

Parece que últimamente tengo cero ganas de escribir, hace como tres meses que no me paso ni a visitar el blog. Vaya moral. Sigo con mis ideas ahí en el tintero, pero estoy demasiado cansada mentalmente en estos días que corren, como para ponerme a escribir nada. Y no es por falta de ideas, pero creo que me ha abandonado la musa de la inspiración.

Por otro lado, estoy cogiendo unos buenos hábitos estupendos ^^

He conseguido volver al gimnasio (¡yupi!). Estoy encantada de la vida, dejándome la piel de 15:15 a 16:30 cada día corriendo y en la bici. También he descubierto el Pilates. Bueno, vaya un invento infernal ese… Creo que uno no es consciente de su mierda de cuerpo hasta que entra en una clase de pilates. Es una tortura cruel, pero efectiva. Ahora que eso de respirar a la vez que se mantiene el equilibrio y tal… No lo tengo muy por la mano aun xD

Año nuevo vida nueva.

En 2010, aunque no hice la lista de buenos propósitos, la tengo presente. Incluía bajar de peso y volver al gim.

Bueno… Bajar de peso… Madre de dios señor, qué tortura.

Resulta que un buen día salí de la ducha, me miré al espejo y pensé… “Joder, ¿eso soy yo?”. Y desde ese día evité reflejarme demasiado en su superficie (ojos que no ven…). Pero lo cierto es que desde hacía un tiempo notaba una sensación completamente nueva y tremendamente incómoda cada vez que me sentaba.

Resulta que cuando me sentaba, mi barriga hacía dos pliegues, de manera que la carne se tocaba entre sí. Molesto y asqueroso a la par. Dios, no había tenido nunca esa sensación.

La cosa no mejoró mucho cuando vi las fotos de la cena de navidad de la oficina, y me di cuenta de cómo estaba la cosa. Resumiendo: en cuatro años en mi trabajo, engordé la friolera de trece quilos. Madre mía… Y eso que cuando entré ya pensaba que me sobraban dos o tres.

Es curioso cómo se deja estar uno y cae en esa dinámica de “ya lo arreglaré”, “por unas patatas no pasa nada”… Etc. Cuado empiezas a caer por ese camino, no hay mucha marcha atrás salvo que pongas todo tu empeño.

Pero la gota que colmó el vaso, fue el día que sentí esa necesidad imperiosa que comienza hormigueando en las tripas, te hace salivar y provoca un estado de ansiedad hasta que te comes cien gramos de conguitos. Normalmente, siempre tenía algo para picar en el cajón, y generalmente era dulce. Porque total, por un puñado de chucherías no pasa nada (vaya falacia). Y justo llegó el día que no me quedaba nada que zampar en el cajón (no sé si aleluya o no…), salvo dos sobres de azúcar moreno de Starbucks de abajo.

Sabes que no vas por el buen camino cuando en pleno ataque, coges los sobres y te los zampas a palo seco. Eso creo que se puede tachar de adicción al azúcar. Sin más. Y fue ahí cuando dije… Hasta aquí hemos llegado.

Me apunté a una dieta súper estricta (ahora estoy descansando de ella hasta pasado San Juan, por dos semanitas), de esas que vives con 485 calorías al día, pero puedo asegurar que no pasas hambre ni te encuentras mal físicamente. Pero requiere de bastante fuerza de voluntad. Renuncié a absolutamente todo lo que me gustaba: patatas fritas, chocolate, dulces, pan, pasta, pizza, la poca fruta que me gusta. Y lo cambié todo por sobres de proteínas, complementos de calcio, potasio, magnesio, sal, vitaminas… Y para comer, una breve lista de verduras.

Yo creo que cuando le dije a mi madre que estaba comiendo brócoli, coliflor, calabacines… Se tuvo que morir de la impresión.

Pero había llegado a un punto que (aunque detesto los lácteos), ya le dije a la doctora: si me tengo que comer un yogur, me lo como; si me tengo que comer un pedazo de queso fresco, me lo como; si tengo que comer pescado, me lo como. Y punto pelota. Pero no quería seguir mirándome al espejo sin gustarme. Y el resultado ha sido bastante bueno. Unos trece quilos en dos meses.

Ahora mismo me tiene comiendo yogures y queso fresco en el desayuno hasta el 24 de junio. Una de las cosas que odio más sobre la faz del planeta xD Pero bueno, ya me estoy habituando.

Eso sí, mientras estás con tus cuatrocientas ochenta y cinco calorías al día, deporte cero. Ahora estoy más feliz porque al comer más normal puedo hacer bici y correr. Me gusta ver que mi cuerpo aun recuerda sus hábitos. En la primera semana ya aguantaba treinta minutos de bici y cuarenta corriendo. Es un gustazo.

La verdad es que aunque sé que eso se acaba en ocho días, me apunté al gimnasio porque me di cuenta que la dieta es mucho más difícil de llevar cuando me quedo en casa sin nada que hacer. Tengo más tentaciones de zampar. Así que prefiero mantenerme ocupada fuera, y a la que se me acabe el hacer deporte aeróbico, iré a tomar el sol a la piscina del gimnasio, y a hacer la cosa esa de pilates, yoga y similares. Me pregunto si podré correr ligerito aunque sea.

Me quedan ocho quilitos que bajar y ya estaré estupenda y divina de la muerte ^^ Me muero por verme entonces. Lo que sí es cierto es que una vez te ves mejor, ya no quieres perder ese cuerpo. Así que me cuesta menos esfuerzo. También me va genial el gimnasio para despejar la cabeza, porque hay días que querría aniquilar a la humanidad.

Aunque suene contradictorio, me he apuntado este año a un curso de ciento veinte horas de repostería profesional. Sé que parece una locura, teniendo en cuenta que estoy a dieta, pero bueno… Me sigue gustando mucho cocinar xD Y adopté una Thermomix para casa. Por cierto, uno de los mejores inventos del mundo. Primero pensé en pagarla al contado y después lo repensé y la dejé a plazos. Es cosa de invitar a los amigos a comer, para cocinar y engordar poco, jajajaja. A ver si también puedo hacer algún cursito de panadería después. A este paso me veo poniendo una boulangerie en Barcelona xD

También estoy contenta de que vi a Sara poco después de su cumple, y salimos de fiesta por Zaragoza (donde descubrí el whisky caramelo, que por cierto, está riquísimo). Me lo pasé genial ^^ A ver si puedo subir a finales de agosto a Cork unos días =) Buah, nos zampamos una lasaña que hice, tremenda ^^

Tema libros, últimamente leo menos, estoy más aplatanada por las mañanas. Es posible que sea el efecto de salir de la dieta dura (que contrariamente a lo que puede parecer, me hace sentir muy despierta). Ni idea. Y mis compras de libros están bastante enfocadas a temas de gastronomía. Rosa se ríe porque dice que todo las energías destinadas a comer las estoy canalizando a través de los libros de cocina. Tremendo como se ha multiplicado la estantería.

Entre las cosas asombrosas que he descubierto están los siguientes libros:

- The Joy of cooking. Es el libro que se menta en la película “Julie & Julia”, que por cierto, me encantó. Es uno de los manuales clásicos de la cocina norteamericana, y conseguí al edición setenta y cinco aniversario. Es un libro muy curioso, porque te das cuenta como han ido evolucionando por allí las cosas desde mil novecientos treinta. Por ejemplo, incluye gran variedad de recetas asiáticas, mexicanas, sudamericanas en general, italianas… Refleja muy bien la evolución de su sociedad y la integración de los diferentes grupos étnicos en la cultura general. Es un manual completísimo, muy bien explicado todo (con listados de comida y propiedades, frutas, etc, en cada apartado), con un apartado de unas ochenta páginas sobre consejos y técnicas. Aunque creo que lo más gracioso para mí fue el apartado de menús “ejemplo”, en el que había uno específico para los días de la superbowl. Tremendo xD. Quizás lo único que se echa en falta son fotos, pero cuatro mil quinientas recetas con sus fotos respectivas… Ese libro no bajaba de los ciento cincuenta dólares. La pena es que queda fuera del alcance si uno no lee inglés, pero va a ser de mis favoritos ^^

- Rose’s Hevenly Cakes. Un libro maravilloso sobre tartas. También en inglés, pero no hay una sola foto que no te haga salivar, y las explicaciones están muy logradas. Además las medidas se indican en cuatro formatos distintos, lo cual se agradece.

- El Larousse de los postres, de Pierre Hermé. No tenía ni guarra de quien era Pierre Hermé y ahora soy fan suya. Este libro es genial para hacer postres caseros, y si se siguen las explicaciones al pie de la letra, salen unas cosas deliciosas. Probé un par de ellos y… Me muero por hacer un brioche. Ahora estoy a la caza y captura de todos los libros que encuentre de Pierre.

Bueno, y a parte de eso, un montón de cosas más. En fin, tengo ganas tremendas de que llegue septiembre para empezar las clases, aunque será curioso ir a clase hasta la una y media y después al gimnasio xD

Y viajes, este año me parece que será escaso. Lo único que tengo pendiente es Noruega la semana antes de empezar el curso de repostería.

Por lo demás, las cosas siguen igual en casa y con los gatos, y algunas mejorías en la vida personal xD Pero bueno, eso ya otro día. Y a ver si me pongo a escribir de nuevo ^^

10/01/2008

Splitted

La verdad es que llevo unos días que para qué. Parezco el Dr. Jekill y Mr Hyde. Paso bastante rápido del buen al mal humor, aunque en el fondo no tengo así demasiados motivos para estar enfadada. las cosas van como van, y salen como salen.

El otro día vi un cartelito por ahí no sé dónde, que decía que todo tiene un final feliz, que por lo menos llega al final. Sí bueno, tengo mis teorías al respecto.

Quizás estoy demasiado amargada. Quien sabe.

La verdad es que en esta psada semana he llegado a odiar internet. Pero a odiarlo de veras. Yo. Eso ya es grave.

Que yo diga odie internet... En fin. Es como que el Papa declare que Dios no existe. Algo del estilo, que indica que estamos cercanos al apocrilipsis.

Mal mirado internet es como un arma de doble filo.

Estos días pasados encontré viejos amigos de cuando iba al instituto, gente que hacía mil que no veía, y me alegro mucho de haberlos encontrado la verdad. Aun me queda ver si en algún sitio por ahí perdida, puedo localizar a Georgina.

La cosa es... ¿Hasta qué punto puede un reencuentro con alguien hacer tambalear tu vida? No sé, no lo tengo muy claro.

Cuando era pequeña, me gustaba un tal Héctor Carrasco. Bueno, primero fue un pobre chaval, Tomás Morgado, que era así majo pero claro yo iba a primero de EGB, asíq ue eso no cuenta xD Después el que más tiempo me duró fue Héctor, que a todo esto no sé qué le vi.

Mirando atrás me doy cuenta que siempre he sido bastante obsesiva, en el sentido que si alguien me gusta, quiero saberlo todo de ese alguien. Imagino que visto desde fuera, asusta. No es que me dedique a preguntar directamente, claro, pero sía fijarme en los detalles y averiguar por mi cuenta intereses, aficiones, conocidos, todo lo que pueda. Es la maldición de ser muy inteligente y saber acudir a muchos recursos.

De todas formas, erróneamente me ha pasado que los objetos de mi investigación han creído que les quería más de lo normal. No es así. Simplemente, soy muy curiosa. Lo hubiera hecho por cualquier persona que me llamara un mínimo la atención. Aunque también es cierto que luego me encariño muy rápido.

Pero el tiempo pasa, para todo el mundo. A veces me acuerdo de Joan, tachándome de romántica porque me gustan las películas ñoñas, aunque yo ya sé que eso no existe y por eso precisamente, insisto, me encanta ver esas pelis. Igual que leo libros de fantasía aunque sé que no existen los dragones, solo porque sería bonito que tal vez existiera. Soñar es gratis. A veces se me hace tan dura la realidad, que ¿para qué voy a ver treinta películas como "Munich", o como "Un corazón indomable"?

Por eso yo sé que las cosas me afectan hasta cierto punto.

Dicen por ahí que la memoria engrandece los recuerdos, los modela, los tergiversa... Bueno, imagínate ahora que mezclas eso con internet, y coges un recuerdo, lo reencuentras en la red a través de una red social, y lo reafirmas mitificándolo además con al distancia. "Dinastia" al lado de eso es broma.

¿Por qué la gente tira cosas que tiene, por castillos en el aire? No lo puedo entender bien.

Hoy por hoy sé que si estando yo con alguien apareciera Héctor, le mandaba al carajo. Es más, hoy por hoy, se me aparece Tony que es la persona que más he querido en mi vida, y le mandaba al carajo igualmente. Pero parece que a veces las espinas se quedan más clavadas en algunas personas que en otras.

Entonces, miras la contraparte, y averiguas por ahí que esa quimera estaba casada, prometida, "arrejuntada", o como quieras decirlo, con alguien; cuando justo a través de una red social reencuentra a la persona que tú estás conociendo, y empiezan a hablar. Y un buen día, ella se entera que tú existes y da a entender que está celosa. Y el chico en cuestión cree leer que entonces si se pone celosa, es que él le importa. Y te deja porque quiere intentarlo con ella, quimera que hace 13 años que no ve, y todo en base a un recuerdo.

Es difícil de racionalizar. Bueno, como cualquier sentimiento en esta vida.

Entonces empiezas a pensar en lo poco que vales, aunque todo indique que no es culpa tuya. Y pienso joder, yo me merecía esa oportunidad. Quiero decir, yo estaba ahí, yo demostré interés, yo me cogí un avión y me fui a verle, y no porque esté enamorada ni nada, si no porque pensaba que valía la pena conocerlo más. Y no me hubiera importado para nada seguir conociéndolo.

Me gustaría que fuera una de esas excusas malas que te dan por ahí, pero va a ser que no.

Entiendo también que no vale la pena que le de más vueltas, por más que me jodió y me dolió. Porbablemente bastante más de lo que se haya pensado. Pero no fue tanto por su culpa como quizás por culpa mía por sentirme estúpida por confiar en nadie. Cada vez se te van más las ganas de confiar en la gente.

Reencontré en esa red social a mi amigo de la infancia, quien intentó muchas veces hacer de mí alguien más asquerosa y superficial, para que me jodieran menos y disfrutara más de la vida. Bueno, creo que igual es tiempo de probarlo.

A más camino más compruebo que la vida no está hecha para las buenas personas, ni laboralmente ni en lo personal.

Me imagino el panorama, aunque no quiera, de la muchacha esta que estará ahí con los lloros de lo mal que le fue con su relación anterior, etc. Y me acuerdo de eso tan típico que hace la gente que para superar una relación fallida se enganchan a lo primero que viene, y si encima te hace caso, y está empezando otra relación con alguien... Bueno, una dosis de celos para demostrar que a ti también te importa.

Qué más da que intente entenderlo. Qué más da como sea. La cosa es que valgo menos la pena que eso. Pues nada.

No es que viva amargada, porque a veces miro el blog y pienso, joder, no escribo una puta cosa alegre. No es que no me pasen cosas buenas (que son las menos, también hay que decirlo), pero necesito desfogarme de las malas.

A veces siento que algo dentro de mí se rompe, cuando creo que ya está bien pegado y me va costando más y más arreglarlo, como pegar una figura que se ha caído y a la que se le rompió un brazo, y cada vez que se cae cuesta más pegarlo hasta que un día igual ya no puedes hacer nada.

No es que no sea capaz de estar alegre, ni que no me ría con los demás, es simplemente que estoy jodida y siento esas dos partes de mí separadas como el agua y el aceite dentro del mismo vaso, y no soy capaz de cohesionarlas. Además está el hecho de que soy muy fatalista, todo sea dicho.

Los fines de semana son los mejores días, sobretodo cuando quedamos para comer, cenar, ir al cine, jugar a rol (sí, ahora estoy descubriendo el rol de mesa y hombre, me río bastante), vemos una peli, cocino, paseamos y tal. A veces me quedo a dormir en casa de Dereck y Meri porque duermo mejor en su sofá que en mi cama, pero ya no lo necesito tanto. Supongo que es el hecho de saber que no estás solo en la casa, y que ese sofá que lanza soul link al instante te atrapa (me he dormido intentando ver "La novia cadáver", "El caso Slevin", y no sé cuántas más).

Y cualquier día dejo Warcraft, porque ocupa mucho tiempo y cada día es más aburrido; y descubrí con Rosa un centro cívico cerca del trabajo donde hacen varios cursitos interesantes, además que estoy muy emocionada con el tema de la gastronomía.

Por cierto, que el tema de viajar me ha gustado mucho y creo que voy a seguir con ello en los años venideros, aunque la verdad prefiero viajar sola a ir en según qué compañías.

7/08/2008

Eutanasia

(c) Falcom History


*** Now Playing: Olivia Lufking - Tears and Rainbows

Era duro, muy duro, verla ahí tirada intentando mantener los últimos hálitos de vida. Contemplarla respirando con dificultad, exhalando un suspiro tras otro, mientras su esencia se desvanecía en el aire.

Me dolía observar como se esforzaba por seguir luchando contra una fuerza superior a la suya, contra el miedo de saber que tienes los días contados y no puedes remediarlo.

La suya no iba a ser esa muerte que todos esperan al final del camino.

Siempre he pensado que el día que me muera solo pido una cosa: que no me duela, porque tengo pánico al dolor. Quiero irme de este mundo pensando que he hecho todo lo que quería hacer, y sentir que estoy cansada y lo único que me apetece es dormir.

No me he muerto antes, claro, pero probablemente al final lo único que sientes es cansancio. Como después de un día muy largo o un fin de semana de empalme, solo que un poco más definitivo.

Me dolía ver que ella luchaba porque no había podido terminar todas esas cosas que tanto anhelaba hacer, y no pudo decir todo lo que sentía que tenía que decir antes de dejar este mundo.

La veía, postrada con el cuerpo entubado, y cientos de parches que intentaban mantener la forma de esa cáscara que envolvía su alma preciosa, y yo la recordaba en sus buenos momentos. Recordaba su sonrisa y los días felices. Los sueños, y las promesas falsas que le hice y que ya nunca podría cumplir. Y mientras sostenía su mano, no podía dejar de llorar ni contener ese torrente de desesperación que me invadía y me estaba matando por dentro.

Sabía que un día no sentiría más esa palma cálida entre las mías y tenía un miedo horrible a sufrir. No podía imaginarme mi vida sin ella. ¿Quién me querría? ¿Quién me cuidaría? ¿Quién me entendería? ¿A quien le gruñiría? ¿Quién estaría ahí siempre para calmarme?

Mientras, la habitación estaba en silencio, y la luz entraba pálida por la ventana. Fuera de aquí la gente seguramente ríe y hace su vida. Queda con los amigos, visitan a su familia… Pero aquí, en este cuarto el tiempo se detiene y lo único que me liga al mañana son un puñado de cables y un interruptor.

La miro ahí, tumbada, intentando sonreír, esforzándose por hacerme creer que todo está bien y que lo va a conseguir, que va a salir de esta como ha salido de tantas antes, y me pregunto a quien de las dos está intentando engañar, o si simplemente lo hace todo por mí una vez más, para que me quede tranquila y no me sienta culpable.

Y por más que su pecho cada vez sufre más al insuflarse de aire, y por más que sé que está agonizando a cada minuto, no me atrevo a dejarla marchar… La miro, y sé que mi vida sin ella no tiene sentido y pienso en todas las cosas que no le dije a tiempo y ya no podrá escuchar nunca más… Pero que ya no tienen sentido… Y sólo puedo apretarle la mano, acercar sus dedos a mis labios y darle un beso en las yemas mientras no dejo de llorar.

Ella me sonríe, acaricia mi pelo con su mano temblorosa, y casi tengo que ayudarla en el esfuerzo que supone alzar el brazo.

Estira de mi cuerpo acercando mi oído a sus labios, y me dice la cosa más cruel que le he oído decir en todo este tiempo. Siento que me mata mientras ella pronuncia esas cinco palabras que no querría haber escuchado nunca: “Si me quieres, déjame marchar”.

Dios, no, por favor. No me pidas eso. Si existe alguien, de verdad, si existe alguien en algún sitio que pueda escucharme, que la detenga. Por Dios… No me pidas eso… No estoy preparada para vivir sin ti, por favor, quédate un poco más conmigo… No me dejes sola, estoy perdida sin ti…

Pero la miro, todos los sacrificios que ha hecho por mí en su vida, todas las veces que me ha cuidado y me ha apoyado… Y contemplo esos ojos suplicantes a medio camino entre la gratitud y el miedo… Y sé que ya no tengo escapatoria. Soy egoísta, pero quizás, no tanto.

Así que acerco poco a poco mi mano a la máquina, sosteniendo sus dedos en mi mano, le doy mi último beso…

Y la dejo marchar mientras lo único que puedo hacer es gritar sin cesar de llorar, sintiendo que se ha llevado la mayor parte de mi alma consigo.


5/05/2008

Fuego




Quema mi sangre. Hierve en mis venas. Una vez prendido es imposible de apagar.

Nace en mi pecho, se expande en mis dedos, luchando por salir mientras alzo mis manos hacia el techo.

El ritmo de la música me golpea, me envuelve, me atraviesa, me devora, me arrasa, me engulle… Y yo lo regurgito en cada movimiento.

Me recorre con la fuerza de un rayo y su misma velocidad, alcanzando hasta la última célula de mis piernas, mientras cierro los ojos y me dejo llevar.

No me importa nada, y por una noche no necesito nada más.

En mi mano, la copa vibra, el cristal retumba con cada latido y la música va inflamando el espíritu que me acaba de invadir.

El alcohol se evapora, perdiéndose en forma de calor: un vaho más en el ambiente cargado. Mi piel lo llora con lágrimas sudorosas, y con ello las preocupaciones se exorcizan un compás tras otro mientras solo me importa… Bailar.

Yo soy la llama que admiran, el fuego que temen, el calor que anhelan y no se atreven a rozar. El club es mi reino, el escalón es mi trono y la camarera mi consorte.

Bailo por no mirarte, por no sentirte, por no pensar. Quiero sudar hasta reconocerme solo a mí misma, enmascarando tu perfume, mientras me miras disimuladamente, mientras me sientes y te torturas, mientras piensas en mí aunque lo niegues.

Hoy quiero incinerarte para purificar mi alma.

Hoy quiero que te quemes, y que te duela como a mí.

4/17/2008

Cilindros y cubos

Cuando era pequeña, me gustaba jugar con cochecitos.

Mientras las niñas normales tenían su colección de muñecas, yo, tenía mi colección de coches, con mis favoritos que eran un deportivo y el coche de bomberos. Tenía tractores y hasta modelos que imitaban vehículos que se utilizaban en la construcción. Recuerdo que tenía dos muñecas, una rubia y una morena, pero de lo que más me acuerdo es de mis coches.

Tenía un Scalextric, de esos que ahora valen una pasta de puro viejos que son, al que jugué poco porque la verdad, jugaba más mi padre. E incluso tenía un tren eléctrico.

Tenía infinitud de libros de cuentos, y tenía tebeos. Me gustaba dibujar, pintar con acuarelas y lapiceros y ponerlo todo perdido, yo incluida.

Tenía mi tortuga, Pimpina Condona (pobre, tuvo que cargar con ese nombre mucho tiempo), con la que jugaba mientras no estaba con lo demás, ni experimentaba con las pinturas ni correteaba detrás de los gatos…

También tenía juegos de construcción, al estilo Lego, pero también de aquellos típicos de madera.

Me gustaba montar casitas y castillos con los juegos de construcción, aunque nunca fui demasiado imaginativa y me cansaba rápido de ellos, no como mi hermano que le pones un Lego delante y el tío te construye la base espacial, con sus naves, edificios y a la que te descuidas un diorama con maderas y plastilinas.

A veces, me ponía a jugar con los puzzles, y era entretenido colocar las formas en su sitio. Ya sabes, aquellos puzzles clásicos con pirámides y cubos y cilindros y esferas y los sitios para colocar todas las piezas.

Donde cada cosa, te guste o no, tiene su espacio definido. Donde todo encaja a la perfección en el sitio indicado. Donde te acostumbrabas a poner cada figura como correspondía.

A veces, en un acto de rebelión, ponías las cosas donde no tocaban. Pero no porque fueras tonta, si no porque no te venía en gana. Y te corregían. Te decían que ese no era el sitio correcto y tu replicabas: “Pero si cabe”. Cabe, sí… Pero no “encaja”.

Puedes poner la esfera en el sitio de la pirámide, incluso puedes poner el cilindro en el hueco del cubo… Pero le sobra espacio. Baila, porque no está hecha para ser colocada allí. Podías incluso hacer un “apaño” provisional con plastilina y rellenar los espacios vacíos. Todo menos dar la razón.

Si la cabezonería llegaba al extremo, podías “modelar” el cubo y meterlo en el hueco del cilindro. Y enseñar el puzzle con orgullo.

Pero la realidad es que cada pieza va en su sitio o no funciona, no queda estético, no dura. El cilindro puede caerse de su sitio y el cubo queda horrible porque para conseguir meterlo a presión lo tuviste que romper, desfigurarlo, amoldarlo a algo para lo que no sirve, no estaba hecho ni diseñado y no tiene pinta de adaptarse demasiado bien.

Es curioso como a veces, todavía hoy, intentas colocar las piezas donde no toca.

4/16/2008

A ras de suelo

(c) Steven Stahlberg - Countess Dracula

" Está loca por mí. ¡Qué mujer no lo está! Yo sé que va usted a preguntarme cuál es mi secreto... ¡Voto al diablo que sois osado! El secreto es no darles a entender que se las quiere. No ir nunca de trás de ellas. Que ellas vayan detrás de ti. Hay que avivar el cariño del amor con el abanico de la indiferencia..."

- Los Hermanos Marx en el Oeste


Muchas cosas, a ras de suelo, son prometedoras, desafiantes, una muestra de poder, de habilidad, de coraje. Como volar a ras de suelo, en ese pequeño espacio, ínfima distancia que separa el cuerpo de la superficie, el éxito del fracaso, y que premia la pericia y te transforma en alguien especial digno de admiración.

No obstante, a ras de suelo, también viven los gusanos. Esos seres pequeñitos, repugnantes cuyos días trascienden simplemente reptando entre la tierra, entre la porquería, entre el moho, y pasan la mayor parte de su vida inadvertidos, condenados a morir víctimas del pájaro tan digno que vuela prestamente a ras de tierra.

Y a ras de suelo -como el gusano- viven anímicamente su patética existencia algunas personas. Arrastrándose, dejándose pisotear, humillándose, intentando trepar por el tallo flexible de esa bella planta que al capricho se dobla a un lado u otro. Y sí, son especiales: especialmente idiotas.

Hasta los huevos –hablando en plata-.
Aburrida de emular a los gusanos. Si alguien hubiera querido que nos arrastráramos por los suelos nos hubieran dado anillos y no dos piernas. En consecuencia: que le den al mundo. Que le den a ella. Que le den a él.

Tengo amigas que son capaces de enviar a la gente a la quinta mierda, cuando los demás se muestran inseguros sobre si empezar o no una relación, mantenerla o no, mandarla a la mierda o no.
Y yo -como otras-… En esos momentos de incertidumbre, me quedo bloqueada como en ese examen de mates que te preguntan la solución a una ecuación que has hecho mil veces pero… La mente te juega una mala pasada y te quedas en blanco.

En blanco, sin respuesta, con sudor frío, preguntándote dónde está el baño más cercano, porque tienes ganas de ir a miccionar. Con esa cara de poker, pensando si ya agotaste el comodín del público, o si puedes utilizar el de la llamada para hacer un comité telefónico de urgencia, comentar la jugada con los amigos y dar la respuesta definitiva.

Inexplicablemente, luego, con la cabeza funcionando a todo trapo, cavilando mil argumentos que sean capaces de convencer al otro. Vamos a ver, tú sabes hacerlo, lo has hecho mil veces, hacer que la gente cambie de opinión, llevarlos por tu camino, ponerlos a tu favor… Y sin embargo… Él permanece impertérrito.

Y más diría: gélido, quieto, como una piedra, observando –o no-, como estás al borde de la súplica, cómo te humillas pidiéndole que te devuelva la palabra, mientras te vuelves loca, mientras vuelves locos a los demás.

No se te pasa por la cabeza pensar que no vale la pena.

Por otro lado, tú, persona acostumbrada a manipular la mentalidad ajena, no te planteas que si consigues algo con argucias, no vale nada. Cero. Lo que consigues es una ilusión, una efímera quimera que se desmoronará como el castillo de naipes construido en una mesa sobre cuatro cartas mal colocadas.

Pero no quieres renunciar, no quieres acabar con eso. No todavía. "No se me caerá el castillo", piensas… Cuando lo cierto es que hace tiempo que ya se derrumbó, y lo único que estás haciendo es degradándote. Degradándole. Degradándoles…

Suplicando a sus pies, a ras de suelo, como el gusano que en cualquier momento aplastará con su zapato, y dejará atrás un paso más tarde mientras sigue su camino.

Yo no soy un gusano.

4/10/2008

¿Sabes?

(c) bumskee_Min Yum - Above the Clouds

A veces tengo mis días malos, esos en que todo parece una mierda. Son grises, y fríos. Son depresivos. Esos en los que no tengo ganas de reír y a veces no tengo fuerzas para llorar. Me siento apática, y ni siquiera me arreglo.

Cuando muchos de esos días se acumulan, el piso se resiente. La cocina puede pasarse tranquilamente de dos semanas a un mes acumulando platos. Acumulando vasos. Acumulando moho.

Lo único que tengo constancia de hacer, es cambiar el agua a los gatos, ponerles la comida y limpiarles la arena. A veces, me acuerdo de poner la lavadora, pero doblar la ropa es un hastío. Así que simplemente, la saco, la pongo por encima de la cocina, o la llevo a mi cuarto donde acabo tirándola en el suelo.

Tú no conoces mi habitación, pero el cabezal de la cama hace unos ochenta centímetros de altura.

Bien, la pila de ropa que se amontona desde el suelo, ahora mismo le supera considerablemente.

Como me quedé sin sitio, últimamente me dedico a tirar los abrigos y el resto de la ropa que me saco encima del escritorio de la biblioteca, donde tengo el sobremesa. En consecuencia, hace meses que no lo uso, y ni siquiera puedo practicar con la tabla digitalizadora porque no hay espacio.

Me fastidia barrer, así que tengo una aspiradora. Pero también pasarla por la casa me fastidia.

La única habitación que se libra de esta existencia entrópica y el abandono (y por los pelos), es el salón, donde he acabado haciendo vida delante de la tele y el portátil. Es el único sitio que permanece levemente adecentado, más que nada porque si no, no tengo dónde meterme.

He empezado a odiar mi cuarto, donde duermo. Está medio vacío y carece de alma. ¿Sabes a lo que me refiero? Solo hay una cama y un armario. No hay nada más, ni libros ya siquiera. Y eso, contribuye un poco a la melancolía.

Es curioso, porque está pintado de azul -que es mi color favorito-, pero ni siquiera con ello me siento más cómoda. Así que he decidido mudarme al salón.

Ya sé que mudarse dentro de la propia casa de uno, no es muy frecuente. Pero necesito ese “cambio de aires”. Más que nada porque el salón es muy acogedor, tiene más espíritu, y está repleto de las cosas que me gustan: mis libros, mis cómics, mis muñecos, mis dvds, la tele… Es cálido.

He pensado cambiar la biblioteca a mi actual dormitorio, porque ya no tengo más espacio para libros, y transformarla en vestidor. Cuando lo pienso, si Montse me oyera, se reiría porque fue la primera idea que tuvo ella para ese cuarto. Y si se entera mi casera, la Sra. Montse, me mata… Porque le hice tirar una puerta nueva que no me servía para nada en el salón. Qué cosas…

Pero todos esos cambios, harán que me sienta mejor conmigo misma, así que valen la pena.

Sí, todos sabemos –y yo la primera- que tiendo a ser fatalista. Ahora lo único que quiero es encontrar la forma de sentirme bien conmigo misma, pero a veces es muy difícil. Sobretodo porque no es un secreto que me siento incompleta. “Lo tengo todo…”, pero yo siento que me falta lo más importante para mí.

Esa persecución del fantasma que puedo ver por el rabillo del ojo, de esa sombra escurridiza que jamás consigo definir, me lleva siempre por el camino de la amargura y a tientas la persigo aunque se que es difícil porque nunca tengo idea detrás de quien estoy corriendo.

Es como perseguir a alguien, mientras solo ves la espalda de la gente. Por un segundo, crees percibir una espalda conocida, te acercas, estirando la mano y asiendo con ella un hombro, para obligar a voltearse a esa figura… Pero cuando se dan la vuelta, solo puedes vocalizar “Perdón, me he confundido”. A veces, la mirada que te devuelve el dueño de esa espalda, es comprensiva, o compasiva, e incluso se permiten lanzarte una cálida sonrisa… Pero otras, cuando se giran están irascibles, te contemplan como si estuvieras loco, te acribillan con su mirada y te dejan en el sitio con total desconcierto… Y el vacío expandiéndose en tu corazón.

Sin embargo, porque somos humanos, volvemos a perseguir esas espaldas con el deseo de que mañana, cuando se gire, encontraremos la sombra que andamos persiguiendo.

Hay gente que inexplicablemente, vive feliz sin esa persecución… Y yo lo admiro.

Pero es cansado, es cansado correr tanto trecho… Por eso quiero llegar a casa y estar a gusto, para reposar y retomar las fuerzas. Para divertirme, y estar en paz.

No obstante, también hay días buenos. No sé si es que son pocos, o quizás como siempre, recuerdas más los malos, pero bueno lo cierto es que también hay días maravillosos.

Como hoy.

En los días buenos, el sol brilla, y el cielo es azul, con nubecitas blancas. A lo lejos, si te esfuerzas, escuchas incluso la banda sonora de Evax dando por culo. Es lo único que estropea ese tipo de días.

Pero, con pequeñas salvedades, en días como hoy pienso que el mundo lo diseñaron para que yo fuera feliz. Porque parece que todo sale redondo, y está bordado con pequeñas puntadas, bien elaboradas y perfectas, donde todos los dibujos encajan unos con otros en un diseño pulcro y deslumbrante.

Mal que bien, avanzo. Realmente, más “bien” que “mal”.

Voy conociendo gente que me aprecia, que valoran más o menos quien soy y como soy. Algunos se han dado cuenta de que vivo en mi montaña rusa personal, que paso de la risa al llanto y viceversa con una facilidad pasmosa que incluso les exaspera... Pero como me aprecian, me comprenden y me perdonan... Y si algo hacen, es regalarme un mimo y ayudarme a que amaine la tormenta.

Ayer me decían que admiran la forma rápida que tengo de olvidar y de pasar de un tema a otro con facilidad.

Bueno, así es la vida, ¿no? Te caes, te levantas, un poco de mercromina y sigues caminando.

Y aunque soy consciente de que llegará mañana y quizás esté otra vez compadeciéndome de mi misma y mis “desgracias” (que ya querría todo el mundo decir que su única preocupación en la vida es la media naranja), lo cierto es que todo va siguiendo un curso fluido que no tengo ni idea de hacia dónde me lleva, pero es a algún sitio interesante (aunque claro está, acabe en el mismo sitio que acaba el curso de todo el mundo).

Para muestra, un botón.

Llevo muchos meses berreando con que me quiero ir a Madrid, que no me mandan a ningún curso de formación desde el trabajo… Y hoy me llega uno de un año con fecha de finalización en abril del año que viene, en el que un miércoles o dos al mes estaré por la capital, gastos pagados. Además, a parte de formándome, conociendo gente y reafirmando lazos con otras personas que ya conozco.

Me hacía ilusión ir a la Worlwid Invitational de Blizzard… Y resulta que acabaré yendo por todo lo alto.

Quería viajar, me fui a París y me voy a Lisboa… En París pasé unos días geniales caminando y con Asha. Lisboa… Los hados dirán. Pero pase lo que pase, lo cierto es que aprenderé algo nuevo, seguro, y también estoy segura de que me divertiré.

Mucha gente habla del destino, de si estamos o no marcados por él. A veces, pienso que son tonterías, y otras dudo de que sea así.

Si existe o no el destino, no lo sé.

Pero sí estoy convencida de que cada uno recorre su camino y perseverando puedes llegar hasta donde querías.

Tal vez no exista el destino, pero a veces pienso que por lo menos la buena suerte pasa por mi lado y me tira un ligero soplo de aire fresco de tanto en tanto, para que me despierte, recupere el aliento, mire adelante y siga caminando hacia donde tenga que llegar.

Cualquier mañana de estas, me despierto en Madrid, voy a Maestro Churrero, me siento en la terraza a leer… Y sé que estoy en casa.

Y entonces, me acuerdo de las palabras de Raza… “A veces conseguir lo que quieres es lo peor que te puede pasar” y simplemente espero que por una vez, no tenga razón… Y si acaso, no demasiada.

Sé que habrá cosas que echaré de menos el día que me vaya de Barcelona, a donde sea… Pero también sé que quiero cambiar un poco de aires.

¿Sabes?

Hoy estoy feliz.

3/25/2008

Conformismo

(c) Dan Phyillaier - Meeting of Land and Water

El roce de tu mano… Con eso me conformo.

No me importa caminar por las mañanas, ni el frío, ni el calor. Ni siquiera distingo los días soleados de los grises. Poco importa la ciudad donde me encuentre, porque en mi mente, en mi corazón, estoy siempre a kilómetros de distancia.

Se me hace muy difícil conciliar el sueño por las noches, la oscuridad está llena de fantasmas, de silencio, de soledad…

Susurro tu nombre como un mantra. Lo repito una y otra vez, con los ojos cerrados, como el conjuro que me traerá la paz y el sueño… Con la esperanza de dormir arrebujada entre mantas en un sofá prestado.

No soy débil. Soy lo bastante fuerte como para afrontar infinidad de adversidades. Sobreviví al cambio de trabajo, a la búsqueda de piso, a las compras semanales. Enterré un montón de exnovios y defenestré varios fantasmas. Animé a las pocas amigas que me quedan en sus momentos de debilidad, porque parece que cuando estoy triste lo que me anima es ayudar a los demás.

Es una distracción como cualquier otra. Y sin embargo, por más que las leyendas urbanas prediquen lo contrario, no soy la reina de hielo, ni desciendo de Juan sin Miedo. Soy una chica normal, de carne y hueso, y como tal, soy frágil, aunque cada día me toca hacerme la dura, y la indiferente y tenga que tragarme la mitad de las cosas que pienso o siento.

El otro día me decían que hay algo en mí que está cambiando, no sabemos porqué ni en qué sentido, ni hacia dónde me llevará, pero dijeron que se alegraban de que me esté sucediendo.

He dejado de darle importancia a cosas que sinceramente, vistas hoy, no son más que tonterías.

He aprendido mucho últimamente. He aprendido que puedo viajar sola, y me ha gustado la experiencia. Y en algún recodo de ese camino que me llevó a escaparme a mi aire por ahí, me di cuenta que también lo que le pido a la vida es algo muy distinto de lo que hace dos años le pedía.

Siempre he tenido pensamientos estúpidos. Alegaba que yo no tenía prototipo de chico ideal, y sin embargo, me atropellaba una retahíla de adjetivos que entretejían de una maraña de estereotipo masculino. Que no fume, que no beba, que haga deporte, que sea culto, que tenga un buen trabajo, que blablabla… Y tal vez me olvidaba de algunas cosas importantes.

Hace varios meses me empezaron a asaltar las dudas, porque mi esquemático universo fue dinamitado sin que se diera cuenta, hasta pasado un buen tiempo. Yo le pedía a la vida un estatus y siempre he luchado con esa dicotomía en mi interior: el estatus social contra la felicidad de estar con alguien que me quiera, y a quien yo pueda querer.

Apareció un alguien, un poco raro, que no era en absoluto lo que yo creía que tenía que se un príncipe azul. Un alguien que fuma, y que bebe, que de tanto en tanto se lía un porro… Que está loco y es friki como yo, aunque cada uno a su manera y con aficiones parecidas a las mías. Físicamente no es el tipo de persona en el que me habría fijado en la vida y sin embargo, le miré… Y lo que es más asombroso, le vi. Lamentablemente, una vez visto, se quedó grabado en mis ojos como la sombra del sol cuando lo contemplas fijamente.

Fue objeto –y mal que le pese, lo sigue siendo-, de tribulaciones mentales o de disección delante de una cocacola o tres pares de cortados. Quizás debería empezar a pensar en incluir la tila en mi dieta y tal vez algún que otro valium (dado que el prozac es 90% placebo, también me vale).

Me fui de viaje, y caminé como hacía años que no había andado a la deriva sola, conmigo misma. Con las bambas, con los tejanos, con la música en las orejas y una cámara de fotos entre mis manos. Ni siquiera tuve tiempo de escribir. Pasé tres días bombardeada con tanta información, con tantas imágenes nuevas, con tantos sonidos diferentes, que no tuve tiempo apenas de pensar conscientemente.

Y a ratitos, te olvidé.

Pero cuando cae la tarde, y cuando el sol se pone, mientras se escondía en algún rincón más allá del Sena, me acordaba… Y pensaba que no te había comprado ni un detalle de cumpleaños. Porque no me gustan, los regalos a pachas. Me gustan porque soy avariciosa y quiero compartir eso "también", pero lo que de verdad quería era llevarte algo propio, que te recordara a mí.

Me acordaba de los chistes privados, y de las risas tontas. Recorrí calles cuyos nombres soy incapaz de recordar, hasta que –como pasa siempre- di con el regalo por casualidad. Tu regalo, y el libro sin el que no pensaba marcharme de París, y al tener todo eso en mis bolsas, me supe libre de pasear tranquila nuevamente.

Una vez con eso en mi poder, apenas volví a pensar en ti… Hasta que volví a casa, a mi casa, a mi cuarto, a mi cama. Acechabas en las sombras. En la ropa, en las sábanas, en mi cabeza. No te pude exorcizar. Me tapé hasta perderme entre las mantas por completo, intentando conciliar el sueño. Increpé a los gatos, y no pude dormir una mísera siesta de dos horas sin un condenado sobresalto. Me rendí a la evidencia, y me propuse hacer mi mochila una vez más.

Me martirizaba la certeza de que no iba a verte en esta ocasión, pero a la par me hacía sentir libre para disfrutar tranquilamente mis paseos, la misma precisa certeza de que no íbamos a estar en la misma ciudad. Fue una sensación contradictoria y a la par reconfortante. No sabría explicar muy bien porqué. Tiene algo que ver con la ansiedad, yo creo.

Es la impresión de estar buscando algo que sabes que alguien se ha llevado muy lejos y no puedes alcanzar. Por un momento, te resignas y en esa resignación existe un lapso de paz. Pero, cuando te das cuenta de repente que alguien ha puesto lo que buscas, nuevamente cerca, al alcance de tu mano… Desesperas.

Me recuerda a aquellos días de pequeño, en que querías sacar el reflejo de la luna del agua, con las manos. Por más que lo intentabas se te escapaba una y otra vez, y se escurría entre tus dedos. Erróneamente creíste que lo tenías al alcance. Y nunca jamás llegaste a cazarla.


Saber que habías vuelto, me produjo desazón. Me trajo la ansiedad. Saberte en la misma ciudad, sumado a la imposibilidad de verte, hizo que mi corazón latiera con fuerza, desesperado.

Hay, ni siquiera en tu presencia, si no en el mero conocimiento de su posibilidad, algo que me llama, algo que hace que mi pulso se acelere, y me explote la cabeza, notando como late hasta la vena más pequeña. Siento, hasta en la más pequeña célula, que a pesar de conocer las calles que camino, estoy perdida y el único sitio que reconozco como destino es esa casa, a la que llegaría aun con los ojos cerrados.

Es difícil luchar contra uno mismo. Es como intentar contener con las manos una presa que se derrumba para evitar que arrase los terrenos fértiles que hay a sus pies en los que tal vez puedan nacer un día los frutos.

Es jodido darse cuenta que incluso el agua destinada a regar un campo puede ser mortal, si cae en proporciones poco adecuadas ahogando el terreno, o si lo lava hasta la esterilidad… Y carecer de la experiencia que te indique cual es el goteo perfecto, relegándote a aprender por ti mismo las cosas.

Constantemente yo siento agitarse el agua que contiene la presa en mi interior. Saberte cerca, cuando cerca es una distancia inferior a cien kilómetros, produce un efecto en mí como la luna en las mareas. Me inquieta, me agita, y no lo puedo remediar. Y no puedo dormir… Y no puedo evitar que mis pies quieran salir corriendo en la única dirección posible.

Curiosamente, tú, que causas estos destrozos en mi alma, pareces ser la única persona que pueda curarme esta locura, y por las noches, aunque no eras como yo te imaginaba, la única nana que escucho, es el sonido de mi voz repitiendo tu nombre una y otra y otra y otra vez… Hasta que me duermo.

A veces, cuando lo consigo, sueño que estiro mi mano, que alcanza la tuya asiéndola fuerte, mientras los dedos se entrelazan, y ya no necesito nada más. Me conformo con algo tan sencillo como eso, y en ocasiones pienso que despertar, es el más cruel de los castigos.

Mientras no pueda tenerte, mientras no pueda tocarte, mientras no pueda estar contigo… Me conformo con eso… Aunque parezca algo tan nímio.

3/07/2008

Ataca

(c) Andrew Jones - Shang High



El diablo habita en mi interior. Defenestró mi ángel, y ahora tan sólo escucho: “Ataca... Ataca... Ataca...”. La prudencia también me abandonó y se fue a otras tierras. Se fueron con ella, contención y sutileza.

Me pongo tapones en las orejas. Veo la televisión. Pienso en el trabajo. Pero él insiste, yo le oigo…

“Ataca…”

Le ignoro. Me centro en la hoja de cálculo. Copiar celda A4, pegar en C7. Archivo. Guardar cómo.

“Ataca…”.

Te odio. Odio sentirme así. Odio esta impotencia. Odio el tira y afloja. A mí me gustan las cosas sencillas. El "sí" o el "no". El “no sé” me mata.

“Ataca…”

Soy el Dr. Jekill y Mr. Hide. Soy Two Faces. El diablo me llama, yo le oigo. Soy incapaz de hacerle callar... Ya no hay nadie más que yo para frenarle los pies. Mas yo, no tengo la fuerza que hay que tener… Y nadie puede ayudarme. Tampoco lo quiero...

Le oigo tentarme...

“Ataca…”

Es la tortura de tenerlo tan cerca, y tan lejos… Es la contradicción de sentir la lejanía en dos palmos escasos. Es la certeza de no poder besar sus labios, a un centímetro de distancia. Y la obligación de disimular.

Disimular lo que él sabe. Lo que yo sé. Lo que todos sabemos. Me desgasta, merma mi cordura.

Le contemplo como el león contempla a la gacela, con la ansiedad de meses sin probar un buen bocado, con la saliva brotando del costado de la boca y los todos los músculos en tensión prestos a realizar el salto.

Y sin embargo…

“Ataca…”

No me lanzo, pues mis cálculos de velocidad no están bien estudiados, las vías de escape de la gacela son muchas y su viraje, imprevisible. Mil factores aleatorios interfieren la trayectoria…

Pero tengo hambre…

Ya noto cómo relucen mis colmillos. Cómo la adrenalina corre por mis venas. Cómo mi cuerpo se contrae y se prepara…

Ya sólo me importa una cosa.

¡Ataca!

El diablo, hace tiempo que habita en mi interior.

2/29/2008

Don't be afraid

(c) Tomasz Jedruszek - Marshall


*** Now Playing: Andre Vicenzzo - Don't be Afraid

Yo, que siempre me he metido con las mujeres que leen novelas rosa, me he descubierto a mí misma, forofa del shojo, que no es si no una versión ilustrada de historias para chicas. Como aquellas que leía de pequeña alguna vez, entre ataque y ataque de Magneto a La Patrulla X.

Muchas veces te ensañas con gente, sin motivo aparente. Para mí, leer novelas rosas era una especie de deshonra. Quería diferenciarme de las demás chicas, yo no era como ellas, me decía. Yo era especial. Yo leía comic americano, yo leía libros de scifi y dragones... ¿Cómo iba a leer alguien como yo un tebeo de Esther?

Y reconozco hoy, que cuando ayer leí, los disfruté, pero yo tenía un "estatus", una "imagen" que no quería que nadie manchara. En cierta forma, era bastante más masculina que hoy.

Todo debe venir ligado del mismo sitio, de la necesidad imperiosa de definir "quien soy". Y es que cuando eres pequeño, tu propia visión es muy nebulosa, y dependes mucho más de la opinión externa. Con los años, vas aprendiendo lo que eres y lo que no, lo que te gusta y lo que no. Y cuando estás solo en casa, puedes ser tranquilamente como te da la gana, cuando nadie te mira.

Así que no deja de ser divertido, que yo que tanto critiqué ese género, soy forofa de la lectura shojo, y me paso los días con uno a cuestas, dentro del bolso, compartiendo el espacio con el mp3 y mi libro de dragones del momento. Porque no son gustos incompatibles.

Muchas veces, cuando estamos inseguros, nos reforzamos a base de pisotear a los demás. A los que son diferentes, a los que aun no se han descubierto a sí mismos, independientemente de la edad que tengan.

Veo a mi hermano, en el colegio, que se mofa de los que sacan buenas notas. Le veo a él, y me veo a mí que era la "empollona", y entonces recuerdo.

Recuerdo a los que me martirizaron, a los que me calificaban de pelota, a los que no me hablaban, a los que no jugaban conmigo en el patio. Porque era uruguaya y sacaba buenas notas. A más me jodían, mejores notas quería sacar, porque mi expediente era su vergüenza.

La gente tiene la costumbre estúpida de excusarse en "fulanito" que es peor que él, más vago que él, más tonto que él, más pobre que él, más fofo que él, más bajo que él... ¿Por qué? ¿Por qué de todos los espejos que hay en el mundo escoges el más roto, el más sucio, el más imperfecto?

Refléjate en alguien listo, en algo hermoso. Busca un modelo, no un chivo donde expiar tus penas.

Le digo a mi hermano, que no sea mediocre, que no haga lo que todo el mundo, que no se ría de los "empollones", que aprenda de ellos. Que les admire, que admire las cosas buenas de la gente, y que recuerde que en esta vida, los pelotas llegan lejos. Ojo con reírse de eso. Pero independientemente, que más que increpar a los listos, los tome de referencia.

La referencia no es "Pepito" que es más malo que yo, porque siempre hay gente peor que tú y mejor que tú. La referencia debería ser alguien mejor a quien admires y de quien digas "yo quiero ser así" y te esfuerces por conseguirlo. Reflejarte en alguien mejor, no es malo. No es malo reconocer que existe. Porque siempre puedes mejorar. Pero compararse con alguien peor no tiene sentido.

Es compadecerse, y condenarse a vivir estancado.

De todas formas, aunque ahora esto me viene a la cabeza, no es lo que estaba pensando al principio cuando me puse a escribir, salvo en que es el miedo que se le tiene a quien se cree que es mejor o diferente de ti, desconocido, lo que te hace ser y actuar así.

Probablemente esa sensación es el origen de todo lo malo. De los celos, de los maltratos y tantas cosas.

Me pregunto muchas veces cómo puedes sentir celos de alguien que no conoces, por alguien con quien no estás. Realmente es una sensación estúpida. Pero yo la tengo cada día. Hay un nombre que simplemente oírlo, me produce urticaria y hace que quiera sacar lo peor de mí, y sin embargo, me contengo. Porque mi parte inteligente sabe que atacar a esa persona es automáticamente perder todo el respeto que haya conseguido generar en todo este tiempo.

Porque la inteligencia tiene que primar sobre la impulsividad, o intentarlo, por lo menos en los momentos cruciales.

Pero es el miedo, lo que te impulsa a borrarlas del mapa.

Yo no sirvo para mentir. No me sale. Pero si no puedo mentir, y no puedo rebajarme a putear, me queda por lo tanto ignorar a esa persona. Si no tengo nada bonito que decir, mejor no decir nada. Aunque me cuesta tanto...

Creo que es el miedo a descubrir que esa persona sea mejor que yo, más agradable que yo, más atractiva que yo, más increíble que yo, lo que hace que quiera borrarla del mapa. Porque en el fondo, tengo miedo de que me quite algo que me importa mucho. Y sin embargo es estúpido sentirse así, porque nadie puede perder lo que nunca tuvo.

Pero es el miedo. es el miedo siempre lo que te hace destrozar las cosas que consideras que te amenazan, aun sin tener la certeza.

Entonces, analizo por qué tengo miedo. ¿Por qué lo tengo? Y volvemos nuevamente al origen de todo, y es la inseguridad. A no ser lo bastante bonita, a no ser lo bastante agradable, a no ser lo bastante simpática, inteligente, etc, etc, en todas las cualidades que piense que alguien va a valorar de mí. Y mi miedo es, que esa persona sea mejor que yo.

Y porque tengo miedo de que sea mejor, y no puedo afrontar eso, mi respuesta instintiva es joderle la existencia.

Más tarde, cuando he analizado ese miedo, y de dónde sale, y por qué lo siento; cuando soy consciente de que lo que realmente me cuestiono no es eso, si no mi valía, antes de volverme más tarumba solo tengo una cosa que pensar. Y es la siguiente: yo soy como soy, con mis cosas buenas y malas. Con el tiempo, iré añadiendo más en ambos lados de la balanza. Pero el esqueleto, no va a cambiar. Y tengo que vivir con eso.

Así que, que yo sea feliz, no depende de que ella sea mejor que yo, ni de mi esperanza inútil de que sea peor. Si no de que yo acepte que soy como soy, y a quien le guste tiene que ser de esta manera. Y si no es así, no hay nada que hacer.

No tengo que tener miedo. Algún día me moriré, pero no de esto.

Nana Oosaki dijo "Si tienes miedo de perder algo, es porque lo tienes".

2/22/2008

Suicidio emocional

(c) Ima Ichiko - Night Scene - Hyakkiyakosho


No está de moda ser sincero.

Ser sincero en esta vida, es sinónimo de inocentón o tonto, y en el caso peor: borde.

Ser sincero está visto como un defecto, como la carne al vivo donde clavar las garras con el menor giro insospechado e infortunado de los acontecimientos.

Ser sincero, es objeto de mofas. De las burlas del vecino.

Es incluso motivo de despido laboral.

La sinceridad es el dedo en la llaga que nadie se atreve a meter, o unas pocas personas, a los que el resto considerará demenciadas o idiotas.

No señor. No está nada valorado, ser sincero.

La sinceridad, provoca miedo.

Y digo yo: ¿por qué tenemos que temer decir lo que de verdad pensamos? ¿Dónde está el problema? ¿Qué es lo malo?

Ser sincero, invita al rechazo.

La gente no está acostumbrada a decir las cosas tal cual las siente. Declaran sentimientos utilizando subterfugios. La gente no está acostumbrada a decir abiertamente “te quiero”, y por ello cuando la ocasión lo requiere te colapsas, te quedas en blanco, te sientes desnudo, desvalido, corazón palpitando a punto casi de salir por la boca.

Ser sincero, es sinónimo de paria.

El mundo premia a los hipócritas, esos que se sientan en sus cómodos y mullidos sillones en la cúspide del poder. Esos que todos saben perfectamente que tienen de sinceros lo que un pedo de buen olor.

Emotivo, efusivo, espontáneo, sincero son sinónimo de inmaduro. Porque las personas maduras son frías, contenidas, comedidas y han aprendido a ser mentirosas e hipócritas.

Entonces, yo, no quiero crecer nunca. Quiero seguir siendo pequeña, quiero seguir siendo una niña, quiero poder seguir siendo sincera. Quiero decir las cosas tal cual las pienso y querría que los demás pudieran aceptarlo tal cual es.

Los niños, son crueles. Son crueles porque se ríen de los nombres poco afortunados de los amigos. Son crueles porque te dicen que te odian sin pensarlo. Son crueles porque son capaces de coger una piedra y lanzártela sin pensar en nada más.

Son crueles, porque son espontáneos y aun no saben que tienen que reprimirse y que mentir.

El otro día hice una pregunta. Y me dijeron, es que si te digo la verdad es muy cruel. Pues yo, prefiero mil veces la crueldad de algo cierto a la dulzura de una verdad a medias o la mentira piadosa. Porque me dolerá una vez, caeré al suelo, quizás gatearé unos pasos... Pero siempre me levantaré para seguir caminando.

¿Porqué cuando vas a decir algo una verdad, piensas que estás siendo cruel, injusto, malvado?

Pues yo también quiero guardar mi parte de niña. No lanzo una piedra a la cabeza de nadie porque soy “civilizada”. Y como soy civilizada no hago daño con una pistola. Hago daño con las palabras, porque esas no dejan marcas a la vista de la gente.

Si yo insulto, si yo asalto, si yo retuerzo, si yo apabullo a alguien con mis palabras, no le queda una marca en la cara que diga “Ysondra le destrozó”. Alguien podrá contemplar una cara triste, y por más mísera que esa persona se sienta, no será capaz de reconocer que fue por algo que le dijeron y le hizo sentir mal.

Porque ser sincero y demostrar emociones, es sinónimo de debilidad. Y tienes miedo de que encima que sufres en silencio, si lo explicas, alguien se mofe de ti.

Si eso es madurar, quiero volver a ser pequeña, olvidarlo todo con un “no te ajunto”; y regenerar una amistad rota, con una simple sonrisa o un chupachup.

No quiero dejar de dormir una sola noche, pensando si lo que he dicho está bien o está mal.

No quiero dormir mal una noche, por haber sido fiel a mí misma, y haber dicho exactamente lo que pensaba, de la mejor de las maneras, sin un solo insulto, bromas por medio y bastante neutra. Y sin embargo, a pesar de haber sido sincera y mantener cierta belleza en esa sinceridad, me siento mal.

Mal, porque ser sincero es una carga.

Quizás sinceridad es sinónimo de egoísmo. Quizás sinceridad es la necesidad de decir algo que te está matando, para liberarte, sin pensar que automáticamente el peso de tus pensamientos recae inmediatamente en la persona que escucha. En la persona que lee. Aun sin tú quererlo o sin ser consciente de ello.

¿Qué es lo que hace que ser sincero sea algo negativo?

“No me lo digas”, le dice la mujer al marido que le pone los cuernos. No me lo digas, para que no me duela. No me lo digas para que pueda seguir engañándome. No me lo digas, para que no “exista”. No me lo digas para no traspasarme tu dolor.

“No me lo digas”, para que cargues tú con él. Con el silencio, con el pesar, con la culpabilidad. No me lo digas para no compartir tu desesperación. Miénteme, para que pueda seguir durmiendo tranquila.

Y así, ambos, el que miente u omite; y quien se deja engañar o se hace el loco, bailan al son de la misma música, en la misma sala y abrazados, pero mirando cada uno para el lado contrario con una sonrisa falsa.

Parece que hemos llegado a un final extraño.

Es tan raro, hoy por hoy, que uno diga lo que piensa y siente tal cual, que tal vez lo relacionamos con que nos van a decir algo malo, o que no queremos escuchar. Así que posiblemente evitas por todos los medios escuchar “eso” que te vienen a exponer, corazón en mano.

Muchas veces me dicen, “¿no te da miedo escribir lo que escribes?”, “¿no te da miedo que lo lean?”. No. No me da miedo. Este es el único lugar del mundo en el que puedo ser lo más parecido a mí misma que se me permite. Lo que puedo mandar a un diario, puedo escribirlo aquí sin tapujos.

¿Cuánta gente no dice más a menudo lo que piensa? Ni escribe a un diario, ni lleva un blog, ni lleva un diario, por miedo. Ojalá la gente se expresara más, hablara más, pensara más. Pero no está construido el mundo para que la mayoría piense por sí misma.

Escribes un artículo polémico con miedo de que lo lea nadie. Hablas de problemas en la oficina por lo bajini, para que nadie más os oiga. Vives un cuadro de Norman Rockwell que esconde una demencia de Lovecraft.

Y sin embargo, sabiendo todo esto, y siendo consciente, ni siquiera yo soy todo lo sincera que querría ser, para no hacer daño a algunas personas.

Tal vez eso es madurar. Darse cuenta del dolor que puedes causar y aprender a callarte a tiempo. Pero a veces, muchas veces, como ayer, como hace una semana, como hace un mes, he necesitado ser sincera.

Esta noche, insomne, sabiéndome culpable de que otras personas compartían mi falta de sueño; no podía dejar de pensar, si hice bien o mal. Si tenía derecho a decir lo que pensaba, sin haber reparado en la inquietud que iba a causar.

Y a pesar de todo, necesité ser infantil, lanzar la piedra, decir las cosas como son, irreflexiva, sin pensar en las consecuencias. Pensando que hacía lo mejor… Sin darme cuenta de todo lo que, sin quererlo, estaba cargando en sus espaldas.

*** EDIT

Es curioso, que ahora que estaba releyendo el post, me he quedado pensando, sobre la sinceridad, me ha venido a la cabeza el ataque de sinceridad que tuvo otra persona.

Pensar, que dentro de dos días, hará un año que desapareció una parte importante de mi vida.

Pensar, que yo no supe manejar un acceso de sinceridad de otra persona, la confesión de una vida sumida en las mentiras, que a su paso, transformaba en mentira parte de la mía.

Probablemente, ser sincero sí, es un suicidio emocional. Muchas veces cuando te ves con la necesidad de ser sincero, es para destapar una caja de Pandora. Pero, si en vez de aguantar con la mierda hasta el cuello hasta el final, no empezaras las cosas con mentiras, no te verías obligado a abrir la caja y con ella traer tus desgracias al mundo.

Tras un análisis rápido me doy cuenta que la carta que recibí hace 364 días, no hubiera necesitado ser escrita, si hace 2.922, aquella persona no hubiera lanzado la inofensiva bolita de nieve desde la cumbre de la montaña... Sin tener ni puta idea de cuán alta estaba y el inmenso impacto final.

Supongo que todos deberíamos tener derecho a ser sinceros, pero inherente a ello también tenemos el derecho de elegir, y entre esas elecciones, la de perdonar o no.

Quizás yo tenía el derecho de ser sincera ayer, y mi interlocutor, el de aceptarlo o no, responder, o no.

P.D.: Sigo sin perdonarte.

2/20/2008

¿Ave, AVE?

Bueno, no es muy propio de mí utilizar mi blog para hablar de forma muy educada de las cosas que me tocan la moral de la vida cotidiana, pero es que el asunto del AVE me ha sacado de quicio y estoy hasta la polla de RENFE.

Por dios, qué gustazo poder expresarme nuevamente de forma natural, con tacos incluídos, y Dios sabe lo mucho que me ha costado escribir una carta a un períódico mordiéndome los nudillos para no soltar ningún improperio (improperio, madre de dios, la de tiempo que hacía que no utilizaba esa palabra xD debe tener más polvo encima que yo xD lol).

El caso es que esta Semana Santa me quiero ir a pasar unos días a París a incordiar a Assha, y después había pensado en pasarme por Madrid el resto de días... Y cuando voy a reservar mi billete de tren, oh, sorpresa, oh maravilla, chorizo Revilla, ¿no va y resulta que el trayecto Madrid - Barcelona, solo se hace con AVE?

Pues sí, pues sí. A la mierda el Alvia, el Altaria, y toda la mandanga. Bueno, queda un resquicio de irreductibles Estrellas nocturnos (eh, sin literas, ahí sentaditos, diez horas para que se te borre la ralla del culo) que saliendo sobre las diez de la noche llegan a las siete de la mañana del día siguiente.

Sí señor. Para disfrutar de lo antiguo y lo rupestre, para estar en contacto con nuestros mayores y recordar cómo eran los viajes cuando ellos los hacían: sin tele, sin asientos cómodos, en vagones de los que podrían haber usado los de "Verano Azul" para ir de un lado a otro, con los pantalones cortos y las bambas "Victoria". Por favor...

Y claro al final te das cuenta que el AVE, más que una ayuda es una tocada de moral, porque para cuando encuentras la tarifa web (que tiene huevos la cosa), ves que solo la puedes coger entre semana de mañana, o los findes más tarde del mediodía.

Ya se han guardado ya, los cabrones de la RENFE, de no explicar bien cómo comprar el billete barato, y de que tengas que llamar a un 902 para que te instruyan -oh, misericordia-. Está tan mal puesto que ni Indiana Jones.

Debe ser que la primavera la sangre altera y pa colmo me tiene que venir la regla.

En fin. Igual soy yo que soy corta, y que mi mente de raviol no supo darse cuenta que si quería comprar un billete con tarifa reducida, no tenía que hacerlo cogiendo ida y vuelta a la vez, si no cada trayecto por separado y entonces aparece (al lado de los trenes que lo tienen disponible) la estrellita o la "W" de "low cost".

A todo esto, insisto: vaya huevos.

Claro: olvídate de la tarifa barata en horas "punta". Esa ni estrella ni cojones.

Olvídate de encontrar la "W" antes de Semana Santa. Y cuidadito que cuando la veas, será en trenes que te obligan o a hacer campana a clase, a fingir enfermedad, pedir una baja, saltarte el trabajo o pedir vacaciones, día libre o lo que quieras... Porque no están pensados para que puedas usarlos a una hora decente.

Atajo de capullos.

Después se llenan la boca de promesas, y spamean la web con fotitos moñas de gente abrazada. Y con videos de recorridos en dos horas y media, publicitando que llegan ocho minutos antes de lo previsto.

A estas alturas del partido, no sé porqué me indigno, si todo es la misma mierda.

Que si acercar Barcelona y Madrid, que si mejores comunicaciones, que si blablabla.

Bueh. No me extraña que en Alemania piensen que España es a Europa, lo que el Carmelo (con perdón, y haciendo uso del concepto generalizado) a Barcelona.

Y aun quieren ir de progres, y demostrar qué guays que somos. Eso sí: gente sin estudios, sin idiomas, transportes nacionales que dejan que desear, pisos por las nubes.

I love this city.

Bueno, y una vez dejado eso por escrito, el resto de mi vida bien.

El curro bien, mis gatos bien, mi familia bien, mis amigos bien.

He podido leer el libro que me dio nombre (La noche de los tiempos), gracias a que Paul (eh, tío un saludo xD) me recordó su existencia =). Ahora estoy enganchadísima a "Guardianes de la Noche", porque han publicado la segunda parte, y ya podré ir de enganche al acabar.

He visto cantidad de pelis en casa, algo de anime, y en el cine "Sweeney Todd". Por cierto, no tenía ni guarra de que era musical xD =_)

Bueno, bueno *^-^* parece que en Semana Santa voy a cumplir mi propósito de año nuevo "viajar más fuera de españa" pronto *^-^*

Y estoy esperando que algún zopenco tenga a bien abrir su puto mail, ese que no mira en la jodida vida, y lea una carta que lleva una semana sumida en la miseria.

Respecto al WoW, sigo jugando, Saranna no está en ningún clan aun, mi maga de Cthun sigue en nivel 40 desde hace una semana y es posible que hoy llegue a 41. Con la calma y disfrutando ^^

Y he dormido más que una familia de marmotas *^-^*

Life's so good!

*****

Carta a un diario, que a saber si publicarán o no, pero lo genial que me quedé escribiéndola.

¿Ave, AVE?

Soy barcelonesa, y llevo más de diez años viajando de Barcelona a Madrid, por motivos tanto personales como profesionales, variando el medio de transporte según las necesidades, facilidades y recursos del momento.

He viajado en todas las compañías aéreas. He viajado en autocar. He viajado en coche particular o de alquiler. He viajado en tren, diurno y nocturno, incluyendo las viejas literas.

Por circunstancias, no me he decidido nunca a sacarme el carné de conducir.

Jamás se me ocurrió por qué motivo viviendo yo en la cosmopolita Barcelona, y trabajando también siempre en la capital, debería haber incurrido en gastos, si las comunicaciones en la ciudad me permiten ir donde quiera por metro, autobús o ferrocarriles e incluso trenes.

Llevaba mucho tiempo esperando ver las obras del AVE finalizadas, y contar con una vía rápida para llegar a Madrid. Emocionada, leía cada día las noticias, y hablaba con los amigos, pues la mayor parte los tengo en la capital y de ahí mis vaivenes.

Sin embargo, llegó el día del “estreno” sin pena ni gloria. Sin apenas publicidad, como un susurro y entre temores. Sin fotografías. Casi en la total clandestinidad.

La información llegaba a cuentagotas: horarios, precios… Se hablaba del “puente-tren”, el billete abierto, la tarifa estrella y la tarifa web (de plazas limitadas y hasta un 60% más barata). Se habla de catorce mil billetes vendidos.

A día de hoy, planificando las vacaciones, me dispongo a adquirir un billete para disfrutar de la Semana Santa con mis seres queridos, con la sorpresa –si bien era de esperar-, que no queda una sola plaza en tarifa web y lo más barato es la tarifa estrella.
Por un momento, me indigno, no he visto ninguna “W” al lado del tren elegido. Empiezo a plantearme realmente su existencia. Llamo al teléfono de información, y me comunican que las plazas existen, únicamente son limitadas.

Adicionalmente, dicha tarifa es para el disfrute de los primeros trenes de la mañana entre semana, o mediodía y tardes en sábados y domingos.

Es entonces cuando me enfrento a la realidad de que la opción más optimista de utilizar el tren de Alta Velocidad será pagando 71’70 euros por trayecto, es decir: 143’40 euros en total, si pretendo alcanzar mi destino en las publicitadas dos horas y treinta y ocho minutos.

No obstante, se escapa de mi presupuesto, y me resigno a las cuatro horas y media de un Alvia, un Altaria, u otra alternativa… Pero en la web de RENFE ya no se pueden adquirir esos billetes. En el teléfono de atención al usuario de compra Internet me informan que online no es posible comprar otros tiquets, y que caso de estar interesada podría hablar directamente con reservas telefónicas.

Cual es mi sorpresa cuando la señorita que me atiende en Reservas Telefónicas, me confirma que ya no hay trenes en conexión Barcelona – Madrid que no sean AVE.

En adelante, o Alta Velocidad o nada.

Bien es verdad que queda un reducto: el viejo estrella nocturno –parece ser que sin literas-, con el trayecto en 10 horas y al módico precio de 40 euros de media por dirección.

Y me asalta una retahíla de preguntas:

¿Será que ahora viajar a Madrid desde Barcelona -o a la inversa-, es potestad de unos pocos privilegiados?

¿No era, acaso, la finalidad del AVE acercar ambas ciudades, facilitar el transporte?

¿Son una falacia, las emotivas imágenes que pueblan la web de RENFE con encuentros que terminan en abrazos entre quienes pretenden ser familiares o amigos?

¿Acaso no se espera que los ciudadanos podamos utilizarlo con asiduidad en nuestros desplazamientos?

¿Acaso el punto de mira del negocio está en los directivos, cuyas empresas pueden costearse los ciento ochenta euros por semana?

Y siendo así, ¿a qué nos enfrentamos nosotros, los ciudadanos de a pie?

¿En virtud de qué tenemos que ver mermados nuestros derechos?

Por que, en definitiva, el AVE no ha sido un complemento o alternativa a lo ya existente, no: La implantación del AVE es “la” imposición “monopolista” del transporte ferroviario en trayecto Barcelona – Madrid.

En consecuencia, ¿qué alternativas quedan? ¿Volver al viaje nocturno, y esta vez sin literas, de diez horas de recorrido? ¿Al transporte por carretera? ¿A las seis a ocho horas en autocar? ¿A la reserva de billetes aéreos “low cost”, en compañías cuya política es la reducción de líneas? ¿A la reserva de billetes aéreos a precios de AVE?

Espero que esta “reducción” en la oferta de trayectos ferroviarios sea una medida puntual, pero en caso contrario solo tengo una cosa más que añadir: Dennos la posibilidad de elegir.

Dennos la posibilidad de plantearnos en nuestra propia ecuación “coste-beneficio” si queremos o podemos afrontar el pago adicional de un mínimo de 50 euros por viaje respecto a un Altaria, por ahorrarnos –en el mejor de los casos- dos horas de viaje por trayecto.

Utilizar el AVE debería ser “una” opción, no “la” opción, pues entonces tal vez no supone la mejora en las comunicaciones que todos esperábamos.



1/31/2008

Game Over

(c) Marta Dahlig


*** Now Playing: Muse- Showbiz

Una vez mi hermano vino a mi casa, y vio mi Warcraft encima de mi escritorio. Él aun tenía unos once años. Inmediatamente, se lo pidió a mi padre. Y con la misma velocidad le dije a mi padre que no se le ocurriera comprárselo en la vida.

Mi padre me miró alucinado, mi hermano me miró como si fuera una egoísta, y yo tenía encima una sensación parecida a la que tal vez dos padres drogadictos tienen cuando su hijo les dice que quiere probar una dosis. Tú sabes que es malo, y sabes que aunque estás enganchado no quieres que tus hijos lo estén. Así que le dices que ni hablar del peluquín.

Entonces ese día vislumbré una leve sombra de duda, ¿por qué estaba tan segura que no era bueno que jugara mi hermano? Y sin embargo, estando yo enganchada, no quería ni oír hablar de que lo estuviera él. A fin de cuentas, que yo arruine mi tiempo no es lo mismo que lo haga él, que tiene que estudiar. Claro. Je. Como si eso fuera todo.

No sé cómo se da cuenta un alcohólico de que está llegando al límite, ni cómo se da cuenta un adicto a cualquier cosa, droga ilegal o tabaco. Quizás un día te pasas tanto que te asustas. Estás cerca del come etílico, o en un sueño profundo por otras circunstancias. Entonces, si tienes suerte que por lo general las primeras veces supongo que sí que la tiene, y te levantas… Te das cuenta al recuperarte, de lo que has hecho, de cómo has reaccionado… Del precio que está pagando tu cuerpo o tu mente.

Quizás alguien puede pensar que es una comparación exagerada esta que hago, pero… Tendría que haber estado ahí para verlo, o jugar así para sentirlo. Quizás no es más que otra forma de ludopatía. Yo no gastaba dinero… Pero gastaba mi tiempo.

Algún día recuperaré el post de “es sólo un juego”, pero mientras, acabo este.

Para variar, venía pensando en el autobús.

Creo que soy el tipo de personas, que a según qué juegos no puede jugar, o al menos, en según qué modalidades de según qué juego.

No soporto perder. Ni a las cartas, ni en el Monopoly, ni el las damas o el parchís o cualquier juego. Quizás eso es lo que hace de una raid una perdición para mí.

Me lo tomo todo en serio. Siempre. Intento hacer las cosas lo mejor que puedo, sean lo que sean. Y destiné demasiados esfuerzos a la raid. Es solo un juego… ¿Cómo se me fue la pinza tanto?

Perdí el control el día que me di cuenta que tenía que avisar de que no iba a estar tal día conectada… O cuando estaba cansada y quería dormir pero no podía desconectar, porque era dejar tiradas a 24 personas… Y cada vez más cansada y más cansada y más estresada…

Empecé a fallar en el trabajo. Los números me bailaban, los papeles se amontonaban… ¿Cómo pude permitir eso? No lo sé. Estaba demasiado absorbida. Estaba demasiado cansada. Tenía demasiadas ganas de dormir.

Dormía los fines de semana, y entre semana dormía poco, para aguantar hasta el final.

Dicen por ahí las malas lenguas, que la raid es para los parados, para las amas de casa, los estudiantes, para la gente de baja, para los ricos, para los que no tienen familia ni obligaciones. Para los que pueden dormir hasta tarde y tienen horarios de trabajo normales.

Pero la raid no es para mí, que trabajo diez horas al día, llego a casa a las nueve, y me levanto a las 6.30.

Cenaba delante del ordenador, o no cenaba. No veía a mis padres entre semana. No veía la tele, ni veía anime, ni leía libros. Solo leía en el bus, pero muchas veces se me cerraban los ojos, así que me ponía música.

Acabé poniéndome maquillaje…

No jugaba con mis gatos, es más, me enfadaba si pasaban por encima del teclado. No ordenaba mi casa los findes porque estaba tan cansada que solo quería dormir.

Fuerte, ¿eh? Debo parecer una enferma. Y lo estaba. Y quizás aun lo estoy un poco, pero ya empecé el tratamiento de desintoxicación.

Si me quería ir un fin de semana, tenía que avisar que no iba a estar conectada. Si tenía sueño, tenía que decir que me quería ir a dormir, y muchas veces decían que vale, pero sabías que jodías la raid y te quedabas hasta el final. A veces notabas ese “va quédate un poco más”, pero lo decía gente que duerme hasta las 9 o las diez o las once. O que se despiertan a las ocho de la mañana, o que trabajan 7 u 8 horas nada más…

Cada vez estaba más quemada. Más quemada… Más quemada… Más quemada…

Es solo un juego. Jugamos para divertirnos…

Mentira.

Reírte es divertido, hablar con los amigos, es divertido… Estar esclavizado con horarios, no lo es. Pedir permiso para dormir, no lo es… Estar contento porque tienes todo el tiempo del mundo para jugar, no lo es.

Coger un taxi para llegar a casa a tiempo de raidear, no es divertido.

No, yo no soy el tipo de persona que pueda permitirse jugar allí.

Y aun ahora, que no tengo clan, por la explosión del lunes, una parte de mi piensa… Igual podría cambiarme a otro y jugar más Light. Pero no es posible… Una vez pruebas la raid y la tienes en las venas, no puedes dejarlo. Si vas a otro clan tiene que ser igual o mejor que el tuyo o te quemas.

Y es volver a empezar.

Así que la única opción que queda es irte a un clan pequeño, volver con los amigos, jugar en PvP o usar el WoW como un Messenger.

Había pensado entrar en Last Hope. Me da pena saber que no mataré a Illidan. Pero mientras escribo estas palabras, y las leo... Me doy cuenta de que no tengo que hacerlo. ¿Cómo puede darme pena eso? Debería darme pena otro tipo de cosas. Mis gatos, por ejemplo. Ver poco a mi hermano, leer menos… Estar enfadada cada día… No rendir.

Y aunque me muero de ganas de jugar (de fumar, de otra copa, de otro pico, como podría pensar alguien en otra situación), sé que no tengo que hacerlo. No quiero perder el control otra vez.

Así que me iré a jugar con mis amigos battle grounds, o arenas, o instances de lows… Pero la raid hardcore no es para mí, con la vida que tengo ahora.

Mientras estaba en Shattrath estaba apenada. Pensando en la gente que estaba e Black Temple y que yo ya no veré eso en la vida. Pero hay más juegos. Hay más formas de juego. Hay vida en el planeta.

El lunes mientras enviaba a todo el mundo a la mierda… Que les dije no pocas barbaridades: “Ojalá te quedes en el paro, o viviendo bajo un puente, pero con wifi, eso sí, y que tu única preocupación sea la raid. O sin vida social, con todo el tiempo del mundo para jugar, o que los suspendas todo y tengas todo el tiempo del mundo para jugar”, me acordé de Petra Arkanian. Una de las mejores pilotos que iban con Ender Wiggin, y del día que se rompió. Ese día Ender supo que ya no volvería a poder contar con Petra al máximo, así que ya no era útil.

Petra se fue llorando y diciendo que lo sentía, que sentía haber fallado, haberla jodido y que no lo haría más. Pero Petra estaba rota ya. Ya no valía. Lo que la hizo brillante se esfumó.

Ayer me fui a dormir a las once de la noche, no tenía nada importante que hacer, no tenía nadie a quien dar explicaciones…

Estuve jugando con los gatos, con la PSP, mirando “Tú la letra, yo la música”. Estuve jugando en C’Thun, un SM Cathedral, mientras otra parte de mí pensaba en Mount Hyjal. Y es precisamente el acordarme de esas cosas, las que definitivamente me hacen no apta para raidear. Porque me crea adicción.

Y hay muchas cosas mejores en las que invertir el tiempo.

No le doy explicaciones ni a mi padre. Así que no quiero dárselas a nadie más ni en un foro.

Y aunque me cabreara, y la gente piense que mi oficial es malo (porque sí, las raids “pro” son como ejércitos, con su general, sus capitanes y sus soldados rasos como yo), mi oficial me hizo el favor de mi vida al invitarme a irme. Hubiera vuelto a explotar, y yo lo que necesito no es un épico, ni el tier 6. Es dormir, y divertirme.

¿Parezco enferma? Seguramente lo estoy/estaba. Pero me alegro de haberme dado cuenta y haberme parado a tiempo.

Lo malo no es jugar online, ni Warcraft ni nada parecido. Lo malo es sacrificar más tiempo del que tienes, y que eso afecte al resto de tu vida.

Gastar dinero no es malo, comprar no es malo. Pero robar para tener dinero para comprar… Eso sí es grave. Llenarte de tarjetas de crédito para usar dinero que no tienes para comprar en el Corte Inglés cosas que no vas a usar o no son importantes, es malo.

¿Es malo el Corte Inglés? ¿Es malo Fnac? No. Eres tú quien decide cuánto gastas, cómo, cuándo y dónde.

¿Es malo Warctaft? No. Pero eres tú quien decide, también aquí, cuánto juegas, cómo juegas, cuándo juegas y dónde.

Y en el momento que bien no eres libre de decidir todo eso, o no te sientes –por lo que sea- libre, de decidir todo eso, es momento de decir adiós. Al juego, o a la raid, o cambiarte de clan o lo que sea. Pero decir adiós y tomar las riendas.

Algunas personas se indignaron porque dejé a entrever que estábamos enfermos. Pero es verdad. Una persona sana, no dedica tanto tiempo a eso.

Reconocer que estás enfermo, no es malo. Lo malo es negarlo o enmascararlo. No ser consciente de eso, o querer mentirte y hacer ver que todo está bien.

La mierda es que yo, soy consciente de muchas cosas, entre ellas siempre tengo presente que puedo engañar a los demás, pero a mí no. Y aunque dijera que lo tenía todo bajo control, yo sabía que estaba perdiendo las riendas.

El lunes, lo único que hice, quizás de la forma menos adecuada, fue retomarlas.

No voy a dejar de jugar, porque en sí me divierte. Lo que no pienso volver a permitir es estar esclavizada a la pantalla. Yo decido cuándo, cuánto y cómo. Qué razón tenían mis antiguos compañeros, cuando me dijeron "ese camino ya lo recorrí, y no pienso volver a recorrerlo". Ahora entiendo a qué se referían. Pero es como el enchufe: hasta que no metes los dedos dentro, y compruebas el voltaje de la descarga por tí mismo... Da igual lo mucho que te avisen, que no paras.

Y por todo esto, es por lo que no quería que mi hermano empezara a jugar. Porque yo soy capaz de llegar a estas conclusiones, pero alguien de 13 años, dudo que pudiera alcanzarlas.

1/30/2008

Out of Control

(c) Liiga Smishkalne - Deep Red

¿Cómo sabes que estás fuera de control?

Cuando tienes ataques de compra compulsiva, cuando te irritas más de lo normal, cuando le saltas a todo el mundo a la yugular, cuando te sientes agotado, cuando fallas en el trabajo, cuando sabes que no estás haciendo las cosas bien…

Llevo varios días fuera de control. Pero bueno, para bien o para mal el lunes exploté en un alarde de los míos.

La verdad, poco se puede hacer por ello. Pero lo que me preocupa es esa sensación.

Todavía alucino cómo el viernes pude irme a un atienda Game, plantarme allí y dedicar setenta y ocho minutos a elegir entre una Nintendo DS y una Sony PSP. Lo cual indica que a pesar de que el impulso fuera inducido por una neura, dediqué el tiempo suficiente como para decidir.

La verdad es que la semana pasada fue una semana de mierda, por motivos diversos.

Había planeado irme a pasar el finde a Madrid y descansar de la vida en general y el juego en particular. Al final por circunstancias, no me veía capaz de irme de fiesta y dejar sola a mi familia, por lo que decidí cambiar el billete.

El mismo viernes, estaba a las once de la mañana pensando si cambiarlo o no cambiarlo.

¿Qué fue lo que me pasó por la cabeza para cambiar los planes? Un montón de cosas. Pero aunque la cosa fue por temas familiares, también tuvo algo que ver la cobardía.

Sé que estoy fuera de mí cuando me siento paranoica y creo que todo lo que pasa alrededor mío es una confabulación mundial contra mi persona. En algún punto en las últimas semanas, perdí la cordura, y creo que se quedó extraviada junto con el sueño.

Tal vez raidear hardcore no fue la mejor de mis ideas.

El jueves por la noche, cuando tenía que hacer una maleta, tres palabras que yo interpreté como me salió de los bajos, me hicieron cambiar radicalmente de opinión, y preferí quedarme en Barcelona. A más vueltas le doy a aquello, más pienso que me estoy volviendo gilipollas sin remedio.

El viernes me entró el ataque de “mala hija” que se va de vacaciones cuando la familia la necesita. Ya sé que mis padres me dijeron que me podía ir, pero yo simplemente no podía o no me atreví a irme y dejarles solos.

El sábado estuve con unos amigos de barbacoa, y el domingo en casa de mis padres haciendo la comida y tal.

Una parte de mí estaba tranquila, y la otra no paraba de llamarse a sí misma cobarde y subnormal por no haberse ido de viaje.

El lunes, simplemente exploté.

No tenía ganas de jugar, no tenía ganas de raidear, estaba deseando que quien fuera in u off game me diera un motivo para destrozarlo. Soy genial buscando pelea. La encontré y destrocé todo lo que se me puso delante, sin pensar en las consecuencias.

A quien le importan las consecuencias, yo solo tenía ganas de romper la vajilla.

Y bien rota que la dejé, por cierto.

Ahora, aunque me puedan preocupar las consecuencias de mi rabieta, lo que más me preocupa es mi falta de control sobre mi forma de sentir, y de expresarme.

Quizás haber explotado no estuvo mal, ahora me siento más relajada en cierta medida y es la forma de llamarme la atención yo misma, para no repetir la estupidez.

Me pregunto… El viernes fue la PSP… Si no controlo esos accesos de rabia y compra compulsiva, la próxima vez, ¿qué será? Un coche?

Y cuando lo analizo me doy cuenta que tengo tendencia en mis días malos a comprar cosas, como auto premios. Siempre pienso va, solo son seis euros… Pero suma y sigue. Seis, más seis, más seis, más seis…

Ayer me dijeron también un par de lindeces que probablemente merecía. Entre ellas que debería comprar menos, jugar menos y salir más. Pero bueno quien lo dijo no es nadie para echarme eso en cara. No obstante tocó el punto débil y como ayer ya estaba bajo control, no respondí…

Porque mi respuesta hubiera sido “no sabes nada de mí, ni de mi vida, ni de cómo soy, y no tienes derecho a decir nada”, pero la respuesta hubiera sido “tú tampoco tenías derecho a decir todo lo que dijiste”, lo cual, es cierto.

¿Las palabras se las lleva el viento? Quizás algunas palabras necesitan huracanes para que se las arranque de la memoria y muchas veces ni eso.

*** Nota mental: Contar hasta 20 antes de hablar, porque a cien no llegaré. Evitar zonas comerciales cuando esté rabiosa o deprimida. Meterme la lengua en el culo antes de decir nada si estoy enfadada. Desconectar o marcharme, si no consigo meterme la lengua por el culo. Paso de mordérmela, capaz sería de envenenarme yo misma.

La verdad es que aunque lo que pasó el lunes me sabe mal, lo único que no me quito de la cabeza es cómo coño exploté así, lo fácil que he perdido el control estos días, y cómo he permitido que pasaran algunas cosas que no tienen que volver a pasar.

Cualquier día pido el traslado a Madrid. Vivir así es una puta mierda. Vivir currando solo es una puta mierda. Vivir lejos de los amigos es una puta mierda. Vivir solo es una puta mierda.

Pero hay cosas peores.