6/30/2009

Old habits die hard

¿Qué hace una loca como tú en un sitio como este?

Volver a casa. Eso es lo que hace.

Ahora que ya llevo un mes viviendo en el piso, y ya está todo más o menos en su sitio, menos la ropa, claro (estoy usando el viejo truco de meter todo en la lavadora e ir arreglando conforme sale limpia, para meterla en el armario); tengo algo de tiempo libre.

Tengo la rutina diaria bien establecida ya: me levanto a las seis, me arreglo, desayuno, recojo lo que he ensuciado de la cocina y la dejo toda limpia antes de ir al trabajo, saco la basura. Entonces cojo el tren, leo, llego a la oficina, trabajo y vuelta a casa en tren (leyendo cómo no), me hago la cena, reviso el mail, quizás leo o veo un capítulo de una serie o estoy en wow o similar.

Los fines de semana son para salir a bailar y morir en la pista, aunque también me tengo que hacer huecos para ver a la familia. De hecho este domingo pasado, me llevé la comida medio preparada en el bolso y fui a casa a ver a mis padres y mi hermano. Después estuvo genial porque jugué la primera partida de Arkham Horror en muchos meses, con Dereck, Meri y compañía.

Por cierto: ya soy la dueña legítima de mi primer conjunto de ladrillos. Eso de ver como te quitan un cacho de hipoteca de la nómina es una cosa rara. Después miraré en cuánto ha disminuido el capital que me han prestado xD Que será nada.

A veces es mejor no pensar, porque cuando lo haces, te das cuenta de cosas como que cuando pasen 40 años, no habré pagado el importe de mi piso, si no el importe de dos, por el tema de los intereses. El otro día eché un ojo a los intereses y es esperpéntico tomar conciencia de que lo que pagas de intereses es más del valor del piso.

Anyway...

Volviendo a lo de mi tiempo libre, que es aproximadamente una hora y media por las noches antes de ir a dormir, lo que suelo hacer es cotillear de tanto en tanto el WoW, que ahora ha pasado a ser una versión gráfica y fantástica del Msn. Vamos, que lo utilizo para ver si quedamos para cenar con la gente, o hay barbacoa, o salimos por ahí, o qué sé yo. El WoW se ha vuelto súper aburrido. Lo malo del asunto es que no tengo un juego alternativo que quiera ver. Me hago a la idea de que Diablo III tardará un par de añitos mínimo en ver la luz, y queda la esperanza de que en unos años salgo el masivo de Knights of the Old Republic y esté bien hecho. Mientras tanto a joderse.

El caso es que estaba tan aburrida que acabé en un foro pululando y encontré un nuevo proyecto de mud, y se me ocurrió preguntar. Me asignaron la traducción al castellano del manual.c xDDDDDDDDDD

¿Qué hace alguien como yo traduciendo un manual de LPC del inglés al castellano? El caso es que me hace mucha ilusión y es algo muy entretenido. Además, conforme voy traduciendo voy anotando aquellas cosas que en su día hubiera querido conocer para aprender a programar. Tengo muchos amigos que han intentado enseñarme LPC con poco éxito, pero porque a veces se olvidaban de explicarme cosas básica que eran obvias para ellos y para mí no lo eran en absoluto. Así que voy anotando todas esas gilipolleces. A la que consiga montar la web ya abriré el apartado del mud xD

Es curioso que en el mundo actual donde las tarjetas gráficas son ya de 1gb de memoria, lo que realmente me haga sentir como en casa es esa pequeña consola negra de comandos, con las líneas de texto correteando en la pantalla. Cuando veo un mud a veces tengo esa sensación de "no hay nada como el hogar".

En eso estoy ahora.

También tengo ideas que pululan por la cabeza para un par de historias. Quiero intentar escribir algo estructurado en capítulos, y que contenga más de un personaje. Veremos si lo consigo. Quiero hacer algo por el estilo. Por cierto,(y aunque es una gilipollez), el otro día me publicaron en una revista digital venezolana la historia de Estocolmo. Me hace ilusíón ver algo mío fuera del blog.

Es una suerte que cerca de casa haya un parque precioso donde ir a apoltronarse en un banco, para escribir al aire libre o leer.

Estos días hay tanto sol, que apetece mucho estar fuera de casa. Aunque si tuviera sofá a mi disposición, me podría dedicar a leer en el salón. Es increíble la cantidad de luz que hay, me gusta tanto que es la habitación en la que paso más horas cuando estoy en casa.

El tema de la lectura es... Madre mía, un dolor. Tengo tanto rato para leer, que devoro libros a una velocidad de vértigo. Antes, cuando no me tenía que privar de nada, podía estar comprando lo que quisiera sin pararme a pensar demasiado en el gasto. Ahora -y por los próximos meses hasta que me estabilice- la cosa no es tan así, y tengo que elegir muy bien lo que compro, para disfrutarlo y no lloriquear si el libro resulta un fiasco.

En las últimas tres semanas me he leído: "Harry Potter y el príncipe mestizo", "Harry Potter y las reliquias de la muerte", "Eclipse" (tercer libro de la saga de Twilight), "Breaking Dawn" (cuarto libro de la saga de Twilight). Ahora mismo estoy con "Assassin's Quest", de Robin Hobb; "Inkheart", de Cornelia Funke; pero principalmente he sido abducida por "Tamsin", de Peter Beagle.

Cómo adoro a este hombre... No me canso de leerle. Creo que hay autores a lso que les coges manía en cuanto tocas uno de sus libros, y después de haberte aburrido a muerte con una obra suya, te cuesta muchísimo darle una segunda oportunidad, o miras sus escritos con recelo. En cambio, hay otros que te ganan el corazón y esperas impaciente devorar otra obra suya. Esto es lo que me pasa con Peter Beagle.

Ayer estaba en Fnac buscando un par de libros para leer esta semana,y completar mi alimento espiritual del mes. Realmente iba derecha a comprar "El Nombre del Viento", de Patrick Rothfuss, porque Leo me habló muy bien del libro. Es muy curioso, esto de que tus amigos tienen el mismo libro que tú quieres comprar, y te lo podrían dejar perfectamente, pero existe una especie de afán de poseerlo y añadirlo a mi biblioteca, que me lleva a adquirirlo directamente. Seguramente las bibliotecas de mi colla deben ser bastante parecidas a la mía, con muchos títulos en común. Mal mirado puede parecer una pérdida de dinero, pero creo que si nos gusta el libro, ninguno de nosotros renunciará a adquirirlo simplemente porque el vecino lo tenga y te lo pueda prestar cuando queras.

Y cuando había cogido el tomo de "El nombre del viento", justo al lado lo vi... El único ejemplar de "Tamsin", solitario en toda la estantería, alejado de los demás libros de Peter Beagle que estaban en algún remoto estante. La cosa es que en Fnac están recolocando (otra vez) las secciones. A veces que te toqueteen todos los estantes es un estrés, pero bueno, como medio vivo en esa tienda, a los dos días ya me he reorientado a la perfección. Tiene su punto el volver a descubrir dónde está todo. Supongo que hace la visita a la tienda menos aburrida.

Así que me dirigí a la oficina con mis dos nuevos niños bajo el brazo, pero en el camino, sentí una cierta urgencia por leer "Tamsin". Miré el reloj, y aun me quedaba una hora antes de tener que estar en mi puesto.

Dentro de la Illa, hay una zona ajardinada con bancos. Me senté en uno y saqué a Tamsin de la bolsa. Empecé a leer con avidez, y no me decepcionó para nada. De hecho, incluso lamenté tener que volver a la oficina y dejar a Jenny y al Señor Gato encerrados en mi bolso, así que al acabar la jornada, me moría de ganas de sentarme en el tren y reencontrarme con ellos.

La semana pasada mi jefe me preguntó si no me arrepentía de haberme ido a vivir tan lejos de la oficina, pero realmente no me duele en absoluto, porque ahora tengo una hora y media dedicadas exclusivamente a la lectura. Es genial. Con el ritmo de vida que llevaba antes, muchas veces no me hacía el hueco para leer.

En definitiva, que me he vuelto una lectora compulsiva nuevamente, están renaciendo las ganas de escribir, y he vuelto al cómodo cyber-hogar que es el mud.

6/17/2009

Hambre

Tenía tanta hambre… Tanta hambre, que creía que me iba a morir.

Ya no quedaba absolutamente nada comestible.

Había agotado todas las provisiones que tenía a mi alcance, al igual que mis compañeros. Llevábamos horas despiertos, sin parar.

La sensación empeoraba con el tiempo.

Cada centímetro que el sol ascendía esplendorosamente por el cielo, parecía una burla y nos recordaba el cansancio que se filtraba en nuestros huesos.

No sólo el cansancio… También estaba el frío, esa sensación helada a pesar del día brillante y maravilloso que se mostraba ante nosotros, con el despejado cielo azul, y el exuberante verdor de los árboles que jamás alcanzaríamos a rozar desde aquí. Tan cerca, y tan lejos, en nuestra dolorosa esclavitud.

Las horas fluían en silencio, entre miradas disimuladas que nos lanzábamos los unos a los otros, deseando que en cualquier momento un poco de comida apareciera en el aire por arte de magia, algo que nos evadiera por un segundo.

Poco a poco, a los rugidos famélicos se unieron emociones poco gratas: molestia, rabia, desesperación, angustia, agresividad…

Aquellos que estaban acostumbrados al sabor del tabaco, se volvían más irascibles por segundos, ante la imposibilidad de obtener una pequeña dosis de nicotina adicional. Casi me daban lástima. Al menos, yo, tan sólo notaba que el hambre roía cada centímetro de mis entrañas. Mis manos no temblaban espasmódicamente con el hueco perfecto entre los dedos índice y corazón, donde ellos esperaban ver en cualquier momento, el menudo cilindro de papel blanco con su corona dorada.

Realmente, ¿desaparecería alguna vez este pesar?

Aunque era conscientes de que pronto llegaría el inevitable final –lo cual nos ungía de cierta felicidad y descanso-, y que de alguna manera nos sentiríamos libres aunque mañana volviera a comenzar otra vez todo de nuevo… No podía dejar de odiar el maldito aire acondicionado de la oficina, que me estaba matando, ni a la gente que paseaba más allá del cristal a cinco metros de mí disfrutando del perfecto día de primavera, ni podía dejar de maldecirme tampoco, por haberme dejado en casa el desayuno, junto al monedero.

¡Maldita sea!

6/09/2009

Me he mudado

Pues sí...

El día tres de junio dejé de ser barcelonesa para pasar a ser oficialmente una egarense más con residencia habitual en Terrassa.

Me acuerdo que el año pasado, cuando revisaba los propósitos de año nuevo y taché el "dejar de morderme las uñas" me pareció increíble. Era de esas cosas que -aunque pueda parecer estúpido- pensaba que jamás dejaría de hacer. Contra todo pronóstico, un día me levanté, me miré las manos y pensé... Joder, esto no puede continuar así. Y ya está. Ahora incluso llevo las uñas largas y una lima en el bolsillo. Acojonante.

Este año ni siquiera me digné a hacer un listado de propósitos.

En realidad tenía prácticamente todo lo que quería, y las pequeñas cosas pendientes, eran del listado de 2007. Así que no tenía muchos planes que cumplir antes de soplar las treinta y una velas en noviembre.

Pero es como se suele decir, ¿no? La vida da muchas vueltas: te cambia todo en un segundo... Y en esas me encuentro yo, que ahora vivo en Terrassa en mi propio piso, con la hipoteca a las espaldas.

La verdad es que fue todo muy rápido, como un flechazo.

Lo vi el 2 de mayo y el 21 ya estaba en mis manos. Ahora somos cuatro en la familia: los dos gatos, la hipoteca y yo. Mal mirado, si hay algo que sobrevivirá a mis felinos, va a ser la hipoteca. Increíble.

No siento nada diferente, aunque la verdad es que la idea al principio acojona mucho, pero si lo miras en frío, es casi como pagar el alquiler.

Ahora me tengo que levantar todas las mañanas a las seis, para venir a Barcelona porque sigo trabajando donde siempre. El látigo del tiempo golpea con más fuerza, y soy una nueva esclava del reloj.

Antes, si me dormía, todo se arreglaba con un taxi. Ahora no hay moral (ni bolsillo que soporte) para coger un taxi desde Terrassa a Barcelona. Pero todo es una cuestión de organización y cambiar un poco los hábitos para adecuarlos a mi nueva vida.

No han sido pocos los amigos que me han dicho que estaba loca yéndome a vivir tan lejos. La cosa es que si hubiera comprado el piso en la capital, hubiera tardado lo mismo en desplazarme hasta el trabajo. Al menos ahora vivo en un muy buen barrio de una pequeña, pero bonita y acogedora ciudad. Sigo estando en el centro del meollo, al lado de las tiendas, e incluso tengo una librería friki para los momentos de mono total.

Sin embargo, a pesar de que el centro debería ser bullicioso, comparado con Barcelona todo es más tranquilo. Tanto es así, que hoy incluso, al toparme en el bus con la caravana en el cruce Diagonal - Entenza, me quedé pensando "Es que esto allí no pasa ni en pintura", y eché de menos esa tranquilidad.

Los que lo han llevado peor han sido los gatos.

En la misma semana -y con dos días de diferencia- les tocó vacuna, revisión médica, peluquería y mudanza. Estaban de los nervios. Nunca les había visto bufarse, gruñirse, pelearse... Un estrés. Imagino que si yo estaba histérica con las setenta y cinco cajas de la mudanza en un piso de treinta y nueve metros cuadrados (teniendo en cuenta que solo lo veía de noche al volver del trabajo), ellos peor, que no podían moverse por ningún lado.

Me decidí a trasladarlos el sábado antes de la mudanza del piso, para que no tuvieran que estresarse con todos los muebles desmontados, el tráfico febril de cacharros y el vaivén de los desconocidos.

Ahora estamos los tres felices, en un piso de noventa metros, con un ventanal de cinco, y luz natural para aburrir.

Fue muy gracioso el primer fin de semana cuando se calmaron, ver a Rei caminar de una punta a la otra del ventanal, muy concentrado, mientras observaba algo en la calle. Al asomarme a su lado, me di cuenta que lo que hacía era perseguir un gorrión.

En el barrio de Barcelona del que éramos vecinos, no era una imagen habitual. De hecho ni siquiera había oído un pájaro cantar. Así que esa novedad le llamó muchísimo la atención.

Uno de los motivos por el que causó sensación la mudanza a un piso tan amplio, entre mi círculo, fue que soy la única propietaria y no voy a vivir con nadie -de forma habitual, lo que no quita invitados-. Prefiero sinceramente, vivir en un piso grande que me puede durar varios años, a uno chiquitísimo donde dentro de cinco estaré hasta la moral porque me quedé de nuevo sin espacio.

De todos modos, nunca está de más tener una habitación que puede alquilarse, por si no llegas a la mensualidad de la hipoteca, y no hay que perder tampoco de vista que aunque ahora no sea algo que me plantee, quizás mañana quiera tener familia (me estoy resignando a lo de "madre soltera"). Pues habrá que meter al nuevo en algún sitio.

En fin... Se me hace raro eso de caminar para llegar a los sitios dentro de mi propia casa. Tengo que caminar para llegar a la cocina, al salón, al patio... Antes estaba todo al lado de mi habitación, de lo chiquito que era... Aunque agradezco tener pasillo, porque en un futuro quizás no demasiado lejano, será parte de la biblioteca.

Me gusta. Me gusta esa tranquilidad, y aunque estaré hipotecada hasta los setenta en el peor de los casos, estoy muy contenta por haberme mudado.

Cuando atravieso la puerta, tengo esa cálida sensación de "estoy en casa". Hacía tiempo que no la sentía. Espero que me dure mucho.