5/22/2008

Long time no see!

Bueno, bueno...

Hace como que muchísimo que no hablo de mí.

Al menos, no en primera persona y sin esgrimir las punzantes metáforas narrativas que tanto adoro escribir. De hecho no es ningún secreto que la inmensa mayoría de mis cuentos no son si no una forma de transcribir mi vida diaria, y hay quien se entretiene en intentar descodificar lo que escribo.

No obstante, hay veces que simplemente escribo por escribir, por entretenerme un rato, como quien va al baño a conversar con Roca, y una vez finiquitado el asunto, a otra cosa mariposa.

Qué puedo decir de nuevo...

Llevo una buena temporada en lo que se podría denominar "eclosión literaria".

No sé, me encuentro bastante más prolífica. Será la primavera, o mi regla permanente, o qué sé yo. El caso es que echando la vista atrás, veo que he cambiado mucho. Tanto en forma de escribir -que imagino que se ha ido puliendo desde hace dos años-, como en temática (que ahora, a parte de las ralladas de costumbre, véase el recurrido tema "problemas de pantalones", incluye Warcraft e historias de inspicariones varias).

Incluso he sido capaz de escribir el que hasta la fecha puede considerarse el post más corto de mi historia (y no por ello con menos contenido), que es "Melancolía".

No aspiro a ser una nueva Neruda, ni un Benedetti del siglo XXI, está claro; y aunque a veces fantasío con poder vivir un poco de escribir, sé de sobras que es un hobby. Quizás por eso me entretiene tanto. Hay quien saca filo a sus armas, yo prefiero pulir mi escritura.

Escribo quizás menos que en 2006, pero con más profundidad. Salvo los días que se me da por mandar el mundo a tomar por culo.

Últimamente lo que más me entretiene es aumentar mi lista de links, cuando incorporo algún ilustrador, el nuevo manga que leo o libro que sigo, etc. De resultas de todo eso, creo que lo mejor que puedo hacer es dedicarme a diseñar una web (que para algo me he pagado mi propio dominio, ¡carajo!), y organizar un poco todo.

Tengo ganas de ponerme a aprender a manejar mi tabla digitalizadora, cortesía cumpleañera de uno de mis escritores terrenales favoritos ^^.

Ahora, dos años y medio más tarde de haber empezado a desvariar online, las cosas están acabando de tomar forma.

Miro la lista de propósito de año nuevo, y algunos ya se han ido cumpliendo, como viajar fuera, la Wii, y tal. Hay otros que son imposibles, como dejar de morderme las uñas y gruñir menos. Debería ampliar la lista con novedades como "No morir en celibato". Qué le vamos a hacer xD.

Dos años y pico más tarde, ya tengo el pisillo de alquiler casi listo. Mañana me traen el armario, la cómoda y dos chorraditas más. Dos años y medio viviendo sola, y huyendo a la que puedo a casa de los demás, porque no es secreto que no me gusta en demasía el silencio de mi propia casa, y a veces echo de menos el contacto con los humanos.

¿Qué he aprendido en este tiempo?

Que no es lo mismo construir una casa que un hogar. La casa te la construyen cuatro pringados con otras tantas maderas, algo de cemento, ladrillos y demás materiales.

El hogar, puedes tirarte años construyéndolo y no conseguir terminarlo nunca, sintiéndote siempre extraño en tu propia casa a pesar de tus teles, tus ordenadores, tua aires acondicionados, y todo lo que quieras comprar -aunque las comodidades ayudan a sentir un cierto confort, claro-.

Así es la vida.

Sé que el secreto está en construirte a ti primero, y si eso está bien, todo lo demás igual. Quizás es que aun no sé exactamente lo que quiero. Pero por otro lado, who really knows?

Desde Semana Santa que no paro el culo quieta: Madrid, París, Lisboa, Madrid... He decidido tirarme las próximas tres semanas en Barcelona, en casa. A ratos, quiero de veras disfrutar de mi casa, llegar y tumbarme en mi cama y mirar la tele.

En el trajín de cambiar todos los muebles de sitio (y orgullosa que estoy de haber cambiado las estanterías de un lado a otro únicamente con la fuerza de mis músculos xD), mi antigua habitación ahora es el salón-biblioteca; el antiguo salón es mi habitación, y la antigua biblioteca mañana será oficialmente el vestidor.

Parece que siempre ha sido así, lo cual es síntoma inequívoco de que todo está donde debiera.

He adquirido varios libros de cocina nuevos y una batidora. Y ahora soy capaz de hacerme la cena algunos días, aunque sea solo para mí. Es un principio para alimentarme mejor. No me quejo.

La cocina está todo lo equipada que puede estar: batidora, licuadora, cafetera, tostadora. No hay microondas. No quiero esa porquería en mi cocina. Todo el mundo tiene el puto microondas para calentar la leche y descongelar. Pues yo descongelo por la mañana y caliento la leche al fuego en cazo. Como la gente normal, de toda la vida. Horno, ¡coño!, horno. Éso sí que es bueno.

He adquirido varios libros no culinarios (brutalísimo mi último mejor amigo: "Muy pronto seré invencible", de Austin Grossman, historia geialmente escrita de superhéroes y supervillanos ^^), y leo mucho más que hace un tiempo. Estoy contenta.

Tengo tiempo para trabajar, para dormir, para leer, para jugar a WoW... Y saco ratitos para la Wii. Por cierto: el Wii Fit es la bomba, pero cansa mucho xD y hay veces que me estreso porque me pierdo xD Pero el "Dance Stage Hottest Party"... Me avergüenzo de mí. Parezco un pato mareado xD O mejor aún: una bandada de patos xD

En Warcraft también estoy contenta, tanto con mi Ali (odio la Alianza, por eso ¬¬ Phil, algún día te exterminaré xD) como con mi Horda (Sara's Power!).

Juego cuando quiero, y a veces prefiero leer a estar jugando. Tengo la fortuna de estar en clanes en ambos servers que me permiten hacer mi vida tan feliz.

A veces tengo morriña de Shemsu. A ratos me gustaría jugar a ese nivel. Otros días, cuando estoy viendo la tele a las once de la noche, o cuando a las doce hace ya un ratillo que estoy durmiendo, sé que hoy por hoy no estoy dispuesta a sacrificar lo que hay que pagar por ello.

Creo que estoy algo menos irascible. Y eso es fantástico. Además, se acerca la temporada de playa, y menos farming y más panching at the sea shore! ^^ Yeah =)

Estoy impaciente porque va a ser un gran verano, con el escopetazo de salida en el Concierto de Bon Jovi, luego Hogueras en Alicante, después Worldwide Invitational de Blizzard en Paris, y el siguiente es fin de semana de paintball. Julio y agosto los pasaré en casa, Madrid, o prostituyéndome en el Camp Nou xD Depende del capital xD :_ (yo nací para ser rica xD).

Desde luego, estoy mucho mejor anímicamente ahora que en enero.

Tema tíos...

Qué os voy a contar. Atajo de subnormales todos. No saben lo que quieren, son débiles, indecisos, promíscuos. Comen una y cuentan veinte... Ese tipo de cosas. No sé, creo que es un fallo intrínseco mío que me fijo siempre en los idiotas. Soy propietaria de un amplio muestreo que así lo corrobora.

Tengo muy claro que si mañana me va mal, me meteré a trabajar en una empresa de recursos humanos, y tío que me guste, tío que automáticamente queda descartado para el puesto. Es gilipollas integral. Garantizado.

Tengo un don para detectarlos, o igual es mi poder mutante xD Joder, macho... No podía tener un super poder chulo como qué sé yo, tejer calceta a súpervelocidad, hacer bolas de mocos de tamaños astronómicos... No... Yo tenía que atraer machos estúpidos.

Ay, Señor, lo que hay que sufrir xD

¡Sentido del humor una vez más!

Bienvenido a casa, buen humor. Te echaba de menos ^^

5/21/2008

Hermano de armas, compañero de batallas (II)

Capítulo Anterior

Capítulo 2.- Ayer, hoy, y mañana

Hoy ha sido la primera en llegar.

Tiene cosas que hacer, tributos que rendir, recuerdos que ordenar, cosas que llorar a solas.

No queda el más remoto rastro de calor entre estas rocas. Ni calor, ni vida, ni alegría: tan sólo fantasmas, y esa sensación de escalofrío que recorre su espina dorsal haciendo que absolutamente todos y cada uno de los pelos que componen el vello de su piel se ericen, produciéndole una acuciante incomodidad.

Se arrebuja en su larga capa, con esa esperanza infantil de que al esconderse, el Mal no la perciba y pase de largo. Tiene miedo de entrar una vez más allí. Miedo de volver al principio del fin. Miedo de lo que va a encontrarse. Miedo de lo que va a echar en falta.

Este lugar está maldito. Ella está maldita… Y aunque hoy vienen a exorcizar a los fantasmas, no hay nadie capaz de exorcizar todo el pesar que carga en sus delicadas espaldas.

Suspira.

Más allá del Pantano de las Penas, más allá del Paso de la Muerte, es triste volver aquí una vez más, a los pies del castillo de Karazhan.

El pesar la invade, sabiendo que tiene que volver una vez más a sus entrañas, a luchar contra los espíritus. Éste es un rito macabro, aunque necesario: excomulgar las almas de los viejos habitantes.

Mientras contempla sus torres desde la piedra de encuentro, y empieza a rodear las ruinas, su mente va más allá de de las rejas, más allá del pesado y mohoso portón de madera, más allá de las rampas, hasta la terraza del Maestro… Su memoria evoca al fantasma de Medivh, la sombra de Nightbane, y a sus compañeros.

- Cooooooooooooooooooooooo… - Chath, su pequeña cría de draco abisal, reclama su atención, colocando su cabeza de bebé bajo la palma de su mano, buscando una caricia que le reconforte.

La menuda bestiezuela también tiene sus recuerdos y siente el frío del lugar.

El tiempo de estar sola se le acaba, en breve empezarán a llegar sus nuevos compañeros.

Para ellos venir a Karazhan es toda una aventura, algo nuevo, tesoros que descubrir, lugares que conocer. Ríen alegres, cargados de emoción y adrenalina, ajenos completamente al precio que hay que pagar por cruzar la reja de metal centenario y oxidado.

Para ella, Karazhan es un estigma. Es una lacra. Es una cicatriz en su corazón grabada a fuego. Es la puerta del adiós. Es su propio cementerio, tanto como el de la corte del gran mago que lo habitó.

Qué vueltas que da la vida, qué humor tan dolorosamente irónico debe tener alguien ahí arriba. Parece increíble que haya vuelto aquí, y de la mano de una hermandad llamada “Los Campeones de Medivh”.

Aun no sabe bien cómo se vio metida en este entuerto, si a fin de cuentas llevaba cinco meses viviendo como una paria en Bajo Arrabal, intentando pasar desapercibida, sin clan, sin rango, sin títulos, esquivando cualquier tipo de oferta amable. Recién hoy se le antojó ir de excursión a las marismas, con un grupo algo disperso que cambió cuatro veces de integrantes.

Y medio día más tarde, aquí está, con una hermandad nueva a los pies de Karazhan.

Se siente torturada porque no sabe lo que quiere, ni si tiene mucho que ofrecerles. Se pregunta si les va a traicionar marchándose tras una escueta despedida. Se pregunta si va a volver a explotar como en sus días de gloria, tras Ad Infinitvm, cuando se unió a Shemsu Hor.

Maldita sea.

Karazhan.

Otra vez.


**********


A lo lejos van llegando uno a uno. Algunos por sus medios, otros invocados en la piedra de encuentro, otros invocados por el brujo.

Se le contagia su alegría, aunque no quiere, aunque prefiere seguir llorando a sus muertos, cargando con sus fantasmas, pero ellos no se lo permiten… Y la hacen sonreír.

Les mira apartada a una distancia prudencial manteniendo su privacidad, y al hacerlo, se siente vieja. Les envidia por ser capaces de venir aquí sin recuerdos, con una memoria entera que escribir.

Ella les mira, sí. Pero por el contrario no les ve llegar, de hecho a sus ojos, sus cuerpos tienen otras ropas, otras caras. Sus bocas emiten otras voces. Y a aquellos que evoca su memoria, les llama…

- ¿Quen? ¿Pikko? ¿Fumi? ¿Quizzito? ¿Huevos? ¿Estáis ahí? No os veo… No me dejéis sola…

Silencio….

- ¿Dereck? ¿Sargas? ¿Raist? ¿Ariakkas? ¡¡Anaki!! ¿Dónde estáis? ¿Chechu? ¡Lauranna! ¡No tiene gracia! ¡No os escondáis!

Pero nadie responde…

- ¿Kina? ¿Estás ahí, Kina? ¿Zoed? ¿Retry? ¿Helmet? ¿¿¿¿¿Raza????? ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡ Breez!!!!!!!!!!!!!!!!!

Desespera…

- ¡No me dejéis aquí! No quiero estar sola…


Su voz es la de alguien que ha perdido el juicio, que está desquiciado y fuera de control. Parece que en cualquier momento se va a quebrar de pura angustia y va a romper a llorar, mientras sus ojos empiezan a escocer.

Un coletazo la vuelve en sí de golpe., y ella se queda petrificada en el sitio: sintiéndose fuera de lugar, sin saber qué terreno están pisando sus pies.

Tantea con la mano buscando al dueño de la cola que le acaba de pegar el tremendo latigazo, y le estira de ella para atraerlo hacia sí y abrazarlo.

- Yo no debería estar aquí. Tú lo sabes –le dice mientras esconde la cara entre sus alas-. Deberíamos irnos de aquí antes de que tengamos tiempo de arrepentirnos. No estoy preparada para volver ahí dentro. No quiero volver. No quiero luchar.

Pero ya es tarde. Por allí se acercan las figuras en tropel.

- Hombre, Sara, ¿dónde te metes? –le dice una voz de tauren jovial-. Eres una tardona, ya están todos dentro. Vamos, vamos, hay que empezar con los rituales de preparación.

Y sin darle tiempo a protestar, la coge del brazo y la mete de una vez dentro de ese sarcófago que para ella es Karazhan.

Al final a los miedos, hay que hacerles frente.


**********


Es medianoche. Fin de una dura jornada.

Todos están reunidos a la salida de las ruinas, comentando sus experiencias destrozados y agotados, pero aun así muy animados por todo lo que han visto.

Ella se aparta, y da la vuelta al castillo.

Entre tinieblas, bajo un cielo oscuro tintado de rojizo gangrena del que incluso la luna se esconde entre nubes parduzcas, la pequeña elfa se arrodilla ante las lápidas del cementerio.

No le preocupa llenar sus ropajes de polvo, arenilla y cenizas. Ya están manchados de sangre, y lo que no es el preciado fluido vital. ¿Qué queda cuando un fantasma muere, si no sangra? Queda el frío que se adhiere a los huesos, el llanto que te cala en el alma, el plasma que mancha la ropa junto con lamparones de explosiones etéreas.

Toca una piedra aquí, unos guijarros allá, en silencio, pues no hay Ángel de Resurrección lo suficientemente poderoso para reclamar a quienes añora. Sus amigos están más allá de cualquier alcance divino. Descansan en paz, en felicidad eterna, alejados de los conflictos de Azeroth y Terrallende.

Para ellos ya no significa nada Karazhan, ni la guarida de Magtheridon, ni la Caverna de Serpent Shrine.

Kaelthas, Archimonde, Illidan, Arthas, son nombres que lleva el viento y jamás llegarán a escuchar.

- Os quiero –dice en voz baja para que no lo oiga nadie más-. Os quiero a todos. No importa dónde estéis, no importa contra quien luchéis, no importa lo que hicimos mal. Yo sólo recuerdo lo que hicimos bien y todo lo que aprendimos juntos. Ad Infinitvm nos llamamos, y hasta el infinito voy a llevaros dentro de mi corazón.

Se levanta poco a poco. Dedica unos instantes a rascar a Chath y a esconderlo dentro de su capa para darle algo de calor.

Si fuera posible, si su eterna juventud lo permitiera, diría que ahora nuevas arrugas surcan su cara y su pelo tiene toques blanquecinos de prístinas canas. Su caminar es más humilde que ayer, más encorvado. Tal vez más cansado.

Por última vez roza una lápida, y le parece sentir las alas del Ángel alzándose a sus espaldas…



- ¡Sara! ¡Sara! – Una voz le llega a través de la niebla.

- ¿Coooooooooooooooooooooooo? – Se sobresalta Chath.

Ella se gira despacio, intentando percibir la figura que la llama. Le da la sensación que es la voz de Huma.

- ¡Sara! ¡Que nos vamos a casa!

“A casa…” Piensa. “Hace tanto tiempo que no tengo un hogar, que no pertenezco a ningún sitio…”.

- ¡Por amor de una mantícora borracha! ¡Hace frío y nos estamos congelando! ¡Vamos a Shattrath a ponernos de alcohol hasta las cejas! ¡¡¡¡¡¡ESE PORTAL!!!!!!!

“Esta Alejandra que no suelta el vaso ni para curar…” Se ríe.

Es hora de que encuentre su propio camino, pero todos sus recuerdos serán el bastón que la sostendrá en los días aciagos.

Se acerca a su pequeña nueva familia, todos exhaustos después de esta última visita a Karazhan. Para ellos todo son alegrías, todo es nuevo, todo es un juego.

La mayoría no saben lo que hay que sacrificar para grabar su nombre entre los grandes héroes: las horas de entrenamiento, de recolección de componentes, de trabajar duro para pagarse las reparaciones. De hecho no les preocupa tampoco -ni están interesados- en vestir a la ultimísima moda de Sunwell Plateau.

No saben lo que es estar exhausto hasta no poder más y dormirse en un casteo. Escuchar las peleas de los demás, mientras gritande rabia y ofuscación tras una descoordinación en el grupo. Llorar por no dar la talla, por el estrés, porque se te quiebra el alma… Y ojalá que no lo sepan nunca. Ojalá que sigan riéndose con el paso del tiempo.

Ahora que está más cerca, ya no es la niebla lo que le impide verlos con claridad.

Recupera la compostura mientras se dedica a observarlos, cómo se divierten.

Los taurens a topetazo limpio, dándose delicadas palmadas en la espalda que hacen que retumbe el ruido contra las rocas; mientras la druida los mira con cara de circunstancia. El ultra chachi pícaro elfo, contoneándose mientras baila y juega con sus espadas; con el brujo y el mago no muertos coreándole con sus movimientos espasmódicos de los brazos.

A lo lejos, con su botellita de vino, la paladina -al igual que ella- los observa.

Suspira una vez más y recorre el trayecto que la separa de la paladina, hasta quedarse de pie a su izquierda. Le pega un ligero codazo, reflejo poco femenino por su parte. Chath revolotea entre ambas, entretenido persiguiéndose la cola.

- Como niños, ¿eh? -le dice sonriente y en voz baja a la elfa embutida en su traje de placas, mientras coloca una mano sobre el hombro de su compañera.

- Vamos a casa, que me caigo de sueño, Sara.

- A casa… – repite ella, como si no hubiera oído nunca esa palabra y le sonara extraña.

Empieza a formular el último hechizo de la noche, mientras toma nota de comprar mañana provisiones de partículas arcanas, ir un rato de pesca, cazar lagartijas en Terokkar, visitar a los Arúspices y reparar su equipo, y pasarse por la biblioteca a estudiar todo lo que encuentre sobre Karazhan para refrescar conocimientos.

El portal está creado. Shattrath se refleja como una ilusión en el desierto, sus bellos contornos difuminados y ondulados.

Uno a uno todos desfilan, y antes que pasen la paladina y el druida en forma de gato (al que estira de la cola para hacerle quedar atrás unos segundos), les dice: “Gracias”. Y sin esperar respuesta se precipita hacia la ciudad.

Al llegar al otro lado, se estampa bruscamente de narices contra la espalda del chamán tauren que ya ha llegado. En represalia, le tira un par de bolas de nieve y le hace un lazo en la cola. Sigue corriendo y se sube de un brinco a la espalda de la curandera druida mientras le despeina la melena.

- ¡Hola! ¡Hola! – le dice alegremente- ¿Unas copichuelas?

Qué bueno es sentirse en casa una vez más.

5/19/2008

Melancolía

(c) Henning Ludvigsen - Wall

Tristeza y vaga añoranza por cosas de antaño.

Añoranza de ti, de mí, de todo lo que quedó a nuestras espaldas.

Recuerdos de ayer, que me ciegan hoy y me perderán mañana.

Cicatrices que dejaste en mi piel, rastros de lágrimas.

Apatía, desesperanza, nostalgia… Y miedo.



5/15/2008

Frágil

(c) Livingrope_JS Rossbach - Little Fish

Como no me atrevía a mirarle cara a cara, muchas veces tenía que contentarme con atisbarle de reojo, y al hacerlo me sentía como el ladrón que estudia a su víctima camuflado en un traje de calle común, escondido entre la gente corriente.

Otras tantas veces tuve ganas de abrazarle, pero me contuve. Por respeto, por decoro, por miedo… ¿Qué sé yo? Por lo que sea que la gente al final no hace lo que quiere. Aun así, siempre tuve la sensación que de haberlo intentado, se hubiera escurrido entre mis brazos como el agua.

Agua... Cuando lo pienso, me recuerda al mar: Amplio, profundo, desconocido.

Calmado a simple vista, pero más allá, encadenado donde nadie pueda percibirlo, está revuelto con los remolinos de la exasperación, la pena, quizás la rabia, todo contenido bajo la superfície.

Como el mar, también es imposible de abarcar en su totalidad. Puedes recorrerle, sí, pero siempre bordeando la orilla, nunca llegando más allá, porque ese espacio tan vasto está vetado para quienes no poseen la seguridad y estabilidad de los grandes barcos y el mío, no llega a la categoría de cayuco.

Quizás me equivoco, pero cuando me siento y le contemplo, sé que no daré la talla. Que me perderé sin remedio y que si no me atrapa en sus olas para hundirme hasta el fondo y pudrirme allí olvidada, me devolverá a la orilla como otra náufraga más.

A veces, es melancolía.

Una marina pintada con azules y grises, el cielo nublado y la brisa salada que te trae su aroma aunque no quieras. “Mírame”, te impele, “Ámame… Pero no intentes acercarte, no intentes abrazarme”. Te conmueve con sus colores pálidos, hace de ti poeta inspirándote a escribir lo que jamás antes habrías imaginado. Te conmueve, te enternece, y a su vez, te arrastra a la locura.

Sabes que no puedes abarcarle, que no puedes poseerle, que no vas a comprenderle. Y aun así, tan sólo te queda amarle. Contemplarle un instante y dejarlo luego todo atrás.

Quieres inmortalizar ese segundo. Grabarlo en la memoria para evocarlo desde hoy hasta el fin de la eternidad. Una foto, una pintura, un dibujo, una historia… Lo que sea con tal de que mañana, cuando su recuerdo se desvanezca entre tantos otros, puedas reclamarlo y revivirlo una vez más.

Frágil y bello como el cristal. Transparente y puro. Musical según lo roces, capaz de atravesarte hasta el fondo del alma con su tonada.

Valioso y deseable.

Me recuerda al mar, y también al diamante en bruto que late allí enterrado en algún lugar inhóspito, profundo, reposando sobre un lecho de roca. Ni siquiera tiene la esperanza de que le descubran, poco le importa.

A veces pienso que, como las rocas, preferiría seguir allí enterrado fuera de la vista de los demás. Desapercibido, resguardado de las manos impuras que le quieran modelar, porque jamás podrá llegar al dedo que tiene que lucirle. Eso le apena y le entristece, le roba su brillo tornándolo opaco, deslucido… Y a mí me mata viendo lo que podría ser y no será nunca, mientras esa imagen me deslumbra.

Su pena es mi dolor porque no puedo ayudarle, porque mis manos son torpes y no han aprendido jamás a tallar, porque mi inexperiencia le rompería en mil pedazos.

Es el retazo de ceniza con forma de cuerpo que queda más allá de la vida. Se desvanece y se pierde con un ínfimo soplo de aire, con el mínimo roce -ni que sea cuidadoso- de un dedo.

Escapa de mí.

La pavesa que desprende la tierra calcinada, herencia de árboles que ya no viven en el bosque, cuya madera prendió en un segundo y ardió rápidamente. Es la ceniza, hija de ese fuego que calentó su cuerpo y no dejó nada tras de sí salvo nostalgia.

Allí quedan los campos, estériles, donde nunca más brotará nada. Despertarán en diez años, en cien años, en mil años o tal vez nunca, cuando yo ya no esté aquí para regarlos, para cuidarlos y verlos resurgir esplendorosos.

Es el agua que me ahoga, el fuego que me quema, la roca que me hiere, el cristal que tengo miedo de romper… Junto conmigo.

5/05/2008

Fuego




Quema mi sangre. Hierve en mis venas. Una vez prendido es imposible de apagar.

Nace en mi pecho, se expande en mis dedos, luchando por salir mientras alzo mis manos hacia el techo.

El ritmo de la música me golpea, me envuelve, me atraviesa, me devora, me arrasa, me engulle… Y yo lo regurgito en cada movimiento.

Me recorre con la fuerza de un rayo y su misma velocidad, alcanzando hasta la última célula de mis piernas, mientras cierro los ojos y me dejo llevar.

No me importa nada, y por una noche no necesito nada más.

En mi mano, la copa vibra, el cristal retumba con cada latido y la música va inflamando el espíritu que me acaba de invadir.

El alcohol se evapora, perdiéndose en forma de calor: un vaho más en el ambiente cargado. Mi piel lo llora con lágrimas sudorosas, y con ello las preocupaciones se exorcizan un compás tras otro mientras solo me importa… Bailar.

Yo soy la llama que admiran, el fuego que temen, el calor que anhelan y no se atreven a rozar. El club es mi reino, el escalón es mi trono y la camarera mi consorte.

Bailo por no mirarte, por no sentirte, por no pensar. Quiero sudar hasta reconocerme solo a mí misma, enmascarando tu perfume, mientras me miras disimuladamente, mientras me sientes y te torturas, mientras piensas en mí aunque lo niegues.

Hoy quiero incinerarte para purificar mi alma.

Hoy quiero que te quemes, y que te duela como a mí.