8/10/2006

Vaselina



Dicen que las cosas, con jabón, entran mejor.

También es vox populis aquello de “y llévate el tubito de vaselina”, para las situaciones difíciles que son vulgarmente conocidas como “me van a dar por culo”.

Hay quien cree que algunas cosas es mejor hacerlas de forma suave.

El otro día estaba tomando un café, hablando con Nemo, y le estaba contando lo muy hasta las pelotas que estaba del cabecilla de los TzEditados. Y que alguien me había recomendado que fuera lo que fuera que le tuviese que decir, que lo hiciera de forma suave.

Nemo me dijo que las cosas se dicen normal o con contundencia. Pero que no se dicen suave. Bueno, a eso tuve que puntualizar yo, que para mi la forma normal de decir las cosas es la contundente y que decirlo como lo transmitiría alguien normal, es mi forma Light.

En mi favor tengo que decir que voy mejorando en cuanto al temple. Hace unos años, incluso unos meses atrás, nada más aconteciera algo molesto para mí, hubiera gruñido, vociferado, puesto a parir al contrario, quien se hubiera cabreado, hubiéramos roto la baraja y quizás, meses más tarde volveríamos a hablarnos.

Estoy practicando técnicas de autocontrol emocional, y ahora consigo tragarme lo que tengo que decir si pienso que la otra persona vale el esfuerzo que me conlleva.

Ha sido un paso, porque no le chillé a la cara ipso, si no que conseguí “ser razonable” diez días después. Mi cabreo fue del lunes este pasado no, el anterior, y ayer conseguí solucionarlo.

Visto que soy capaz de arreglar las cosas de una forma madura, ahora solo me falta rebajar el tiempo de respuesta. Supongo que diez días no son un plazo aceptable.

Ahora, eso sí, lo que no conseguí fue desarrollar un discurso bien organizado. Fue más bien tal que así:

Íbamos a “cenar” Lemon, Grunttt, TzEditado y yo.

TzEditado estaba fuera antes que nosotros tres. Y yo tuve que salir después. Así que me encontré en la situación que era un poco estúpido no hablarle y estar esperando ahí en silencio.

La vaselina no es lo mío, y no sé dar muchos rodeos a las cosas. Así que hice todo lo que me dijeron que no tenía que hacer.

El plan original incluía una sección que dijera “no es culpa tuya, es que yo soy muy rara, soy así, me enfado mucho, soy/estoy muy susceptible”, es decir: vaselina por un tubo y echarme las culpas de la situación, para que la otra persona no se pusiera a la defensiva y estuviera receptiva a lo que le fuera a explicar.

Bueno, no es mi estilo. El mío es directamente plantarme delante (eso sí, cuando ya no tuve más remedio, porque sinceramente, no me apetecía nada ayer hablar del tema), y decir “Estoy enfadada contigo. Desde el otro día. Por esto, por esto, por esto y por esto… Y por Esto (bala de la recámara cargada siempre, también conocida como Efecto Pastel de Manzana que ahora explicaré)”.

Tras lo cual, pasó la tormenta.

Realmente no fue algo muy difícil de hacer. La verdad es que una vez explicados los motivos por los que estaba cabreada y había deseado arrancarle a piel a tiras, perdieron gran parte de su solidez y me parecieron un poco ridículos. Ridículos y triviales.

Bueno, vale: infantiles.

Oye, ¿qué le voy a hacer?. El primer paso para arreglarlo es reconocerlo, ¿no? Pues bueno, en eso estoy: aprendiendo a reconocer mis errores y a subsanarlos. Tiempo ha, no me hubiera molestado en tender un puente, si no que hubiera volado hasta el último cachito de puente amistoso que quedara entre la otra persona y yo.

Antes que me olvide, voy a explicar el Efecto Pastel de Manzana en otro post (ales, ya está escrito).

Pues para que no pasara eso, no nos enfadáramos de forma irremediable, no le guardara rencor por los siglos de los siglos, ayer “valor y al toro” si bien todo fue suave como la seda a pesar de mi poca elocuencia y mi sinceridad.

Si lo analizo, creo que soy yo la que está rara.

Hace cosa de dos días, estuve con Grunttt comiendo en casa. Realmente si quiero comer algo decente en casa necesito invitar a alguien. Después de hacerse la manicura (nunca he conseguido hacérmela), cocinar para uno solo es lo más tedioso que hay.

Estábamos analizando todas esas estupideces cometidas por mí en los últimos días. Y las veces que me había cabreado con Ana, y con TzEditado y que casi me cabreo con Montse. Y que antes de cabrearme me piré. Resumiendo: quiero sacarle las entrañas a todo el mundo.

Entonces hizo una observación muy interesante.

- Te estás enfadando con todo el mundo –dijo Grunttt.
- No, hombre. Contigo no me enfado –me reí yo.
- Ya, pero salvando eso, con Ana, con Montse, con TzEditado… ¿Por qué conmigo no?

Porque no me siento amenazada por él. Porque es neutro. Porque somos amigos y punto. No hay más. Y lo dijimos casi a la vez. Él me respeta. Respeta mi persona, mis opiniones, mi forma de ser, mi forma de pensar, mi territorio. Y eso es la base de una buena convivencia, y de cualquier relación del tipo que sea, que se precie.

Con Ana me cabreé por lo de bueno, lo de no haber ido a Pachá al final y que me dejara colgada, dándose cuenta de ello o no, tres veces. Ella igual está enfadada porque no fui a su cumpleaños. No obstante, consideré más oportuno no ir, que ir y gruñir. A qué decir cosas de las que arrepentirme después.

Con TzEditado, por su forma paternalista de enfocar nuestra relación de amistad, y decirme (aunque igual no se dio cuenta) lo que tenía que hacer o dejar de hacer.

Con Montse, por haber dicho un comentario chorra que en otro momento no me habría molestado en absoluto. Le estaba comentando una cosa y me dijo “no me digas eso más que acabaré cabreándome”. Entonces, dejé de decirle eso. Es más, ya di por finalizada la conversación.

Y seguramente ninguno de los tres me estaba atacando de forma directa. Ni estaban metiéndose conmigo, Ni era nada personal. Simplemente expresaron sus ideas.

No puede ser que todo el mundo esté cabreado. O sea, sí, pero no todos mis amigos, que son personas inteligentes, al fin y al cabo, puesto que caso contrario, no serían amigos míos.

Así que debería enterrar el hacha de guerra que había sacado yo sola para –a lo que se ve- atizar sombras de fantasmas a mí alrededor.

Lo que hago en esos momentos, cuando me siento inestable como la Nitroglicerina (a todo esto, no recordaba el nombre del explosivo, me puse a buscar en Google y joder, la de cosas que hay al respecto… No sé yo hasta qué punto la libertad de información y tráfico de conocimientos es… Buena). A la mínima *puuuuuuuuuummmmmmm* a tomar viento todo.

Había un episodio de Pinky y Cerebro, que al final consiguen conquistar el mundo, porque se construyen el suyo propio y se van allí. Y se dan cuenta de que están solos y no es divertido reinar sin oposición. No viene a cuento, pero no sé por qué me acordé de eso ahora.

Y en esas estamos, intentando ser lo más suave posible dentro de mis capacidades, porque lo que no voy a hacer tampoco es dejar de ser yo misma. Se trata de encontrar un equilibrio entre lo que soy, lo que quiero ser y lo que se espera que sea en según qué momentos.

Aunque tengo que decir (si no lo explico exploto), que ayer llegué al cyber hecha una furia. Vamos que ni los Titanes juntos eran más destroyer que yo.

Desde hace un tiempo que tengo la lengua más suelta. A las pruebas me remito. Y lo feliz que vivo con esto. Así que digo lo que pienso y punto. Bueno, esto es algo que he empezado a hacer con los tíos que me han gustado en algún momento.

Y –atención si me lee alguna fémina, que esto es impresionante, igual ellas ya lo sabían, pero yo lo descubrí hace quince días- resultó que tíos que yo daba por sentado que tendrían que haberse percatado de que me gustaban… No lo sabían, los muy cortos.

Pero como se puede ser tan condenadamente autista en esta vida. Y sobreviven. Bueno, yo qué sé, las amebas sobreviven, las bacterias sobreviven. Supongo que los tíos también pueden sobrevivir, visto lo visto (Madre de Dios, estoy en una etapa feminista radical, qué desgracia. Ningún extremo es bueno. Supongo que la semana que viene se me habrá pasado… O no).

Pues sí. La cosa fue que a uno con el que hablo desde hace un montón, no sé cómo vino a cuento y se me presentó la oportunidad de decírselo, porque como ya no me importaba una mierda puesto que no me gustaba, quería ver qué cara ponía al enterarse. Y me dice: “te reconquistaré”. Ahí, todo galante y caballeroso, él.

Que no tío. Que no te enteras. Que la cosa iba en pasado. Que no me importas una mierda. Que no te quiero como pareja ya. Que se te pasó el arroz.

Y se queda “to frustrao”, y deja de hablarme.

Hombres.

Quien les entienda, que los compre (ya sé que también pasa con las mujeres, pero ése no es el tema xD).

Y le digo “pero tío, que no hace falta que dejes de hablar, ¿eh?”. Y ahí se acabó nuestra “relación” de amistad. Si es que no lo entiendo. Debería ser yo la ofendida.

Resultó que el tío no se había dado cuenta de que me gustaba xD. Hoy por hoy, a Dios gracias.

También repetí la misma operación con otro sujeto que tampoco se había percatado de ello.

Pero ¿cómo es posible que algo que es tan evidente para nosotras sea tan inexistente para ellos?

Conclusión: Si te gusta un chico, no des por sentado que sabe que te gusta, por muy evidente que parezca que le vas detrás. Lo más probable es que ni se haya enterado. A las pruebas me remito.

Pues la primera ameba esa en cuestión, me la crucé ayer en Barcelona. Hecho curioso si sabemos que vive en Madrid. En la esquina de mi calle. Con una bolsa de viaje cargando tras de sí. Con una tía al lado.

Le reconocí. Le llamé. Le seguí con la mirada.

Él puso cara de espanto. Hizo ver que no me vio. Y siguió caminando sin pararse.

Pero cómo se puede ser tan… Gilipollas.

No hay otra palabra que lo defina.

Y entonces me acordé de Spaceballs, esa gran película de Mel Brooks, traducida en España como “La Loca Historia de las Galaxias”, y Casco Oscuro, en ese momento que dice “¿Es que estoy rodeado de estúpidos?”.

Y efectivamente lo estaba.

Desde luego, en días como hoy, puedo comprender su frustración. Vivir rodeado de estúpidos es lo peor.

Así que… Vaselina, la justa.

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