8/29/2007

La Esfinge

La Esfinge, hablaba en acertijos porque hacía eones que olvidó decir las cosas claras.

La Esfinge, hablaba en acertijos porque era un remolino de sentimientos encontrados.

La Esfinge, no quería hacerse la interesante: simplemente no sabía lo que quería, y cuando lo vislumbraba, ya siempre era tarde.

Sucedió sin que se diera cuenta: un buen día empezó a hablar sola. Por error alguien pasó, la contempló y se quedó a escuchar sus cavilaciones aunque no entendía nada. Y la tildó de sabia, adornada en el misterio.

De repente empezaron a venir, primero poco a poco, después ya en manada. Todos querían oír sus murmullos de palabras enredadas.

Incómodos, incapaces de reconocer que no entendían un carajo, ocultaron su ignorancia. Y alabaron la "sabiduría" que ellos creían vislumbrar entretejida en un rompecabezas sin sentido de palabras tan ambiguas que cada cual interpretaba a su manera creyendo todos tener la razón.

Inteligente y misteriosa...

Su fama voló veloz como la pequeña chispa al viento. Y con la misma intensión abrasó al caer en el sitio correcto.

A nadie se le ocurrió pensar que simplemente estaba loca. Mientras, día tras día a sus pies se postraban todos esperando su consejo. Y ella, en su silencio se lamentaba con tristeza por sí misma, claro está, no por la pandilla de borregos que se postraban a sus pies. La mitad de días ni se daba cuenta de su presencia.

A su leyenda se sumó que vivía siempre despierta, que sus ojos no se cerraban nunca. Oh, milagro.

A nadie se le ocurrió pensar que simplemente era incapaz de dormir, que no quería soñar y que tenía miedo de cerrar los ojos por no ser capaz de soportar lo que la acechaba entre las sombras. Por no ser querer enfrentarse a sus temores. Realmente se maldecía por ser incapaz hablar con algo que no fuera acertijos.

Por que un buen día se acostumbró a ser ambigua siempre, y así escudarse detrás de un práctico "Yo lo he dicho, aunque no lo hayas entendido".

La esfinge se quedó quieta y el tiempo la volvió de piedra. Se quedó, atrapada y condenada. Pero por idiota. Porque un maldito día olvidó como decir las cosas a la cara.


Cobarde. Gallina. Capitán de las sardinas.