4/10/2008

¿Sabes?

(c) bumskee_Min Yum - Above the Clouds

A veces tengo mis días malos, esos en que todo parece una mierda. Son grises, y fríos. Son depresivos. Esos en los que no tengo ganas de reír y a veces no tengo fuerzas para llorar. Me siento apática, y ni siquiera me arreglo.

Cuando muchos de esos días se acumulan, el piso se resiente. La cocina puede pasarse tranquilamente de dos semanas a un mes acumulando platos. Acumulando vasos. Acumulando moho.

Lo único que tengo constancia de hacer, es cambiar el agua a los gatos, ponerles la comida y limpiarles la arena. A veces, me acuerdo de poner la lavadora, pero doblar la ropa es un hastío. Así que simplemente, la saco, la pongo por encima de la cocina, o la llevo a mi cuarto donde acabo tirándola en el suelo.

Tú no conoces mi habitación, pero el cabezal de la cama hace unos ochenta centímetros de altura.

Bien, la pila de ropa que se amontona desde el suelo, ahora mismo le supera considerablemente.

Como me quedé sin sitio, últimamente me dedico a tirar los abrigos y el resto de la ropa que me saco encima del escritorio de la biblioteca, donde tengo el sobremesa. En consecuencia, hace meses que no lo uso, y ni siquiera puedo practicar con la tabla digitalizadora porque no hay espacio.

Me fastidia barrer, así que tengo una aspiradora. Pero también pasarla por la casa me fastidia.

La única habitación que se libra de esta existencia entrópica y el abandono (y por los pelos), es el salón, donde he acabado haciendo vida delante de la tele y el portátil. Es el único sitio que permanece levemente adecentado, más que nada porque si no, no tengo dónde meterme.

He empezado a odiar mi cuarto, donde duermo. Está medio vacío y carece de alma. ¿Sabes a lo que me refiero? Solo hay una cama y un armario. No hay nada más, ni libros ya siquiera. Y eso, contribuye un poco a la melancolía.

Es curioso, porque está pintado de azul -que es mi color favorito-, pero ni siquiera con ello me siento más cómoda. Así que he decidido mudarme al salón.

Ya sé que mudarse dentro de la propia casa de uno, no es muy frecuente. Pero necesito ese “cambio de aires”. Más que nada porque el salón es muy acogedor, tiene más espíritu, y está repleto de las cosas que me gustan: mis libros, mis cómics, mis muñecos, mis dvds, la tele… Es cálido.

He pensado cambiar la biblioteca a mi actual dormitorio, porque ya no tengo más espacio para libros, y transformarla en vestidor. Cuando lo pienso, si Montse me oyera, se reiría porque fue la primera idea que tuvo ella para ese cuarto. Y si se entera mi casera, la Sra. Montse, me mata… Porque le hice tirar una puerta nueva que no me servía para nada en el salón. Qué cosas…

Pero todos esos cambios, harán que me sienta mejor conmigo misma, así que valen la pena.

Sí, todos sabemos –y yo la primera- que tiendo a ser fatalista. Ahora lo único que quiero es encontrar la forma de sentirme bien conmigo misma, pero a veces es muy difícil. Sobretodo porque no es un secreto que me siento incompleta. “Lo tengo todo…”, pero yo siento que me falta lo más importante para mí.

Esa persecución del fantasma que puedo ver por el rabillo del ojo, de esa sombra escurridiza que jamás consigo definir, me lleva siempre por el camino de la amargura y a tientas la persigo aunque se que es difícil porque nunca tengo idea detrás de quien estoy corriendo.

Es como perseguir a alguien, mientras solo ves la espalda de la gente. Por un segundo, crees percibir una espalda conocida, te acercas, estirando la mano y asiendo con ella un hombro, para obligar a voltearse a esa figura… Pero cuando se dan la vuelta, solo puedes vocalizar “Perdón, me he confundido”. A veces, la mirada que te devuelve el dueño de esa espalda, es comprensiva, o compasiva, e incluso se permiten lanzarte una cálida sonrisa… Pero otras, cuando se giran están irascibles, te contemplan como si estuvieras loco, te acribillan con su mirada y te dejan en el sitio con total desconcierto… Y el vacío expandiéndose en tu corazón.

Sin embargo, porque somos humanos, volvemos a perseguir esas espaldas con el deseo de que mañana, cuando se gire, encontraremos la sombra que andamos persiguiendo.

Hay gente que inexplicablemente, vive feliz sin esa persecución… Y yo lo admiro.

Pero es cansado, es cansado correr tanto trecho… Por eso quiero llegar a casa y estar a gusto, para reposar y retomar las fuerzas. Para divertirme, y estar en paz.

No obstante, también hay días buenos. No sé si es que son pocos, o quizás como siempre, recuerdas más los malos, pero bueno lo cierto es que también hay días maravillosos.

Como hoy.

En los días buenos, el sol brilla, y el cielo es azul, con nubecitas blancas. A lo lejos, si te esfuerzas, escuchas incluso la banda sonora de Evax dando por culo. Es lo único que estropea ese tipo de días.

Pero, con pequeñas salvedades, en días como hoy pienso que el mundo lo diseñaron para que yo fuera feliz. Porque parece que todo sale redondo, y está bordado con pequeñas puntadas, bien elaboradas y perfectas, donde todos los dibujos encajan unos con otros en un diseño pulcro y deslumbrante.

Mal que bien, avanzo. Realmente, más “bien” que “mal”.

Voy conociendo gente que me aprecia, que valoran más o menos quien soy y como soy. Algunos se han dado cuenta de que vivo en mi montaña rusa personal, que paso de la risa al llanto y viceversa con una facilidad pasmosa que incluso les exaspera... Pero como me aprecian, me comprenden y me perdonan... Y si algo hacen, es regalarme un mimo y ayudarme a que amaine la tormenta.

Ayer me decían que admiran la forma rápida que tengo de olvidar y de pasar de un tema a otro con facilidad.

Bueno, así es la vida, ¿no? Te caes, te levantas, un poco de mercromina y sigues caminando.

Y aunque soy consciente de que llegará mañana y quizás esté otra vez compadeciéndome de mi misma y mis “desgracias” (que ya querría todo el mundo decir que su única preocupación en la vida es la media naranja), lo cierto es que todo va siguiendo un curso fluido que no tengo ni idea de hacia dónde me lleva, pero es a algún sitio interesante (aunque claro está, acabe en el mismo sitio que acaba el curso de todo el mundo).

Para muestra, un botón.

Llevo muchos meses berreando con que me quiero ir a Madrid, que no me mandan a ningún curso de formación desde el trabajo… Y hoy me llega uno de un año con fecha de finalización en abril del año que viene, en el que un miércoles o dos al mes estaré por la capital, gastos pagados. Además, a parte de formándome, conociendo gente y reafirmando lazos con otras personas que ya conozco.

Me hacía ilusión ir a la Worlwid Invitational de Blizzard… Y resulta que acabaré yendo por todo lo alto.

Quería viajar, me fui a París y me voy a Lisboa… En París pasé unos días geniales caminando y con Asha. Lisboa… Los hados dirán. Pero pase lo que pase, lo cierto es que aprenderé algo nuevo, seguro, y también estoy segura de que me divertiré.

Mucha gente habla del destino, de si estamos o no marcados por él. A veces, pienso que son tonterías, y otras dudo de que sea así.

Si existe o no el destino, no lo sé.

Pero sí estoy convencida de que cada uno recorre su camino y perseverando puedes llegar hasta donde querías.

Tal vez no exista el destino, pero a veces pienso que por lo menos la buena suerte pasa por mi lado y me tira un ligero soplo de aire fresco de tanto en tanto, para que me despierte, recupere el aliento, mire adelante y siga caminando hacia donde tenga que llegar.

Cualquier mañana de estas, me despierto en Madrid, voy a Maestro Churrero, me siento en la terraza a leer… Y sé que estoy en casa.

Y entonces, me acuerdo de las palabras de Raza… “A veces conseguir lo que quieres es lo peor que te puede pasar” y simplemente espero que por una vez, no tenga razón… Y si acaso, no demasiada.

Sé que habrá cosas que echaré de menos el día que me vaya de Barcelona, a donde sea… Pero también sé que quiero cambiar un poco de aires.

¿Sabes?

Hoy estoy feliz.

3 comentarios:

Cordovita Moreno dijo...

Give me five! ;)

Chema Castro dijo...

Joder, el Raza ese si es pesimista no?...

Anónimo dijo...

Claro que existe el destino. Es el camino que se elabora uno mismo día a día. n_n