7/14/2011

El lienzo

Era un personaje muy inquieto, con unas innatas aptitudes artísticas.

Interiormente era como una tormenta de verano. Quizás ahí se hallaba el secreto de su gran creatividad, tintada de la locura característica de lo que tal vez pudiera haberse considerado en algún momento un genio.

Tan pronto cincelaba una escultura, como modelaba arcilla, esgrimía lápices de colores sobre el papel, como se encerraba a estampar bellos dibujos sobre seda pintando primorosamente a pincel sobre el tejido. Colores cálidos y fríos le embriagaban por igual, según el estado de ánimo. Siempre saltando de obra en obra, persiguiendo esa adictiva sensación de plenitud tras el alumbramiento de una belleza nueva sobre la faz de la tierra.

Era tal esa imperiosa necesidad de sacar al exterior cualquier forma de sentimiento, que hasta la cocina de su casa destilaba pasión, y los platos desfilaban a la mesa como intricadas combinaciones de texturas suaves o crujientes, dispuestas al más llamativo estilo, invocando la gula incluso en el más inapetente comensal.

Cualquier cosa surgida de sus manos era desgarradoramente gloriosa, apabullante hasta el sofoco. Contemplarla era ahogarse en un océano de emociones.

La inspiración venía a él con una facilidad tal que incluso las musas le hubieran envidiado, alcanzándole como el calor que irradia el sol en el más brillante día de verano, cargando las baterías artísticas hasta el punto del colapso. He ahí la premura por drenar la deliciosa maldición que abotagaba sus sentidos.

Esa vez sintió en su interior un arrebato pasional que habría de tomar forma de primorosa pintura sobre un blanco lienzo.

En su cabeza podía evocarlo hasta el más ínfimo detalle: la trama, los colores, la densidad. Su sangre era oleo bullendo efervescente, encandilándose al más puro rojo blanco. Y, con la misma presteza que alguien abrasándose recurre a extinguir un fuego, se dirigió paleta en mano a plasmar su obra, anheloso, sobre la impoluta tela.

Resueltamente se dedicó en cuerpo y alma entregando hasta el postrer aliento día tras día, noche tras noche, sintiéndose a la par libre y realizado con cada trazo. Mas, ¡ay!, aproximándose al clímax hallaría con terror las imperfecciones en su resolución de doblegar el lienzo con su decidido tatuaje.

Tan absorto se encontraba deslizando los pinceles y mezclando tonalidades para transmitir lo que portaba encadenado en su interior, que no había reparado en alejarse a comprobar el resultado, fiándose tan sólo y por completo de la imagen grabada en algún recóndito lugar de su íntimo ser.

Oh, el inconmensurable desamparo de saberse el culpable del destrozo de aquel que pudo ser su mayor logro, del triste lienzo por él condenado a exhibir su obra magna, sin haberse parado a valorar si aquel eran el tamaño o el medio apropiados para transmitir al mundo su ilusión.

Esfumose en un segundo, tal cual vino, la emoción que cual mandato impuso su creativo empeño. Liberado de ella yació vacío y roto, los pinceles abocados a permanecer en algún rincón de ese suelo, manchados por los restos de pintura oleosa que jamás llegarían a presentar toda su esplendorosa hermosura sobre el malogrado lienzo.

5 comentarios:

Kaerog dijo...

curiosa historia

Ysondra dijo...

Think so? :) Igual como las cajas ^^

Kaerog dijo...

inspira intuición :)

Ysondra dijo...

I see ^^ =)

A ver si me sigue la inspiración, que llevaba un año que no veas xD

Kaerog dijo...

eso viene cuando tiene que venir xD