12/22/2007

Like tears in the rain...

Autor: Desconocido


*** Now PLaying: Lacuna Coil - Heaven's A Lie

A pesar de que era verano, por una de esas casualidades de la vida, siempre llovía. Siempre.

Llovía mientras la televisón proyectaba imágenes de "El Padrino", película que muy a su pesar vieron.

Llovía mientras la lasaña se cocinaba por demás en el horno.

Llovía mientras se duchaban.

Llovía mientras se acariciaban en la cama.

Mientras dormían, tambien llovía.

Y hoy llueve por lo menos en un sitio, aunque solo queda el recuerdo.

¿Por qué la gente quiere siempre lo que no tiene y sin darse cuenta daña a los que les aman? Es un misterio. Muy posiblemente nos vamos a la tumba sin resolverlo, y si la reencarnación existe, tropezaremos otra vez con la misma piedra.

¿Por qué valoras a quien te trata como una mierda, pero a quien te lo da todo, le desprecias?

¿Por qué tienen que pasar los años, y tantas manos para valorar algo tan sencillo como una sonrisa?

¿Por qué, cuando te hacen daño, la única reacción es dañar todo lo que te rodea, romperlo en mil pedazos para, al girarte, ver que no queda nada y que por más que quisieras no lo puedes arreglar?

Quizás tiene que pasar todo eso para que te centres. Ya no somos las mismas personas de ayer, ni las mismas de hace siete años, no sabría decir si para bien o para mal. Hoy tienes menos pájaros en la cabeza, menos imbecilidades y tendrías respuestas para aquellas preguntas que no respondiste bien en su momento.

Pero el tiempo, como las mujeres, no perdona. Y a lo que se ve, algunos hombres tampoco. Es una paradoja porque dicen que el tiempo lo cura todo, aunque no es cierto.

¿Perdonarás tú dentro de siete años, un veintidos de febrero? Seguramente no... Entonces... ¿Cómo esperar que te perdonen un septiembre?

¿Por que no fue tan grave? ¿Por que no fue tan doloroso? ¿Por que éramos pequeños? ¿Por qué fue una tontería?

¿Quien eres tú para decirlo? Pero la única persona que tiene esas respuestas desapareció hace mucho tiempo.

Una vez al año, lo recuerdas, por Navidad. Como el turrón El Lobo, la pena acecha. Pero no es nada comparada con la del seis de enero, día de Reyes. Día de Reyes y galanes. Día de pedir disculpas que nadie oye.

No es que importe ya, hace tanto de eso... Pero por eso anoche buscabas un teléfono, y no paraste hasta encontrarlo, con Google que todo lo rastrea. Y ahora que lo tienes no te atreves a llamar. Piensas... ¿Qué más dará lo que diga? ¿Qué más dará que cuelgue? ¿Qué más dará?

Pero es la añoranza de la soledad y los días de lluvia, y las pelis viejas como el padrino, y los secuestros graciosos con rescates que nunca se llegaron a cobrar. Y las risas, y los abrazos, y la comprensión y la estupidez.

Es la nostalgia por el día de reyes.

The rain people are people made of rain,
and when they cry they disappear,because
they cry themselves away.

12/18/2007

Fósil

Cines Urgel - Barcelona

"Todo tiempo pasado fue mejor"


Tenía un aforo de mil cuatrocientas cuarenta y ocho personas, que juntas se emocionaban. Reían, lloraban, padecían, se asustaban, y se revolvían en los asientos tapizados de grana, mientras sus manos nerviosas o exaltadas se aferraban con fuerza a los reposa-brazos acolchados.

El espectáculo empezaba, no cuando se silenciaba la sala, no. Tampoco empezaba cuando se apagaban las luces y sonaba aquella sintonía familiar. Empezaba cuando las pesadas cortinas de terciopelo a juego con el resto de la decoración, se recogían para dar paso a esa pantalla gigante donde se proyectaban viejas películas.

La industria, el capitalismo, la avaricia… El “progreso” en definitiva, la mató y lo único que queda de aquellos días de gloria es el cadáver de un cine que no durará más de cinco años en pie, en el mejor de los casos.

Te sientas esperando que de comienzo la sesión mientras cuentas las personas que conforman hoy el público contigo. Veintisiete personas de un total de mil cuatrocientas cuarenta y ocho.

Sí. La muerte acecha lentamente entre las cuatro paredes, quizás escondida detrás de las cortinas.

Y con la luz aun encendida, recostada en la butaca, tu espalda apoyada cómodamente en ese respaldo donde cientos de miles de personas antes que tu disfrutaron de buenos momentos con la familia, con los amigos, tonteando con su futura pareja; echas la vista atrás.

Recuerdas aquel cine de barrio y las colas gigantescas que daban la vuelta a la manzana para ver el estreno de Star Wars. Era tan emocionante, ir de la mano de tus padres, pedirles palomitas, coger tu cocacola y ver la película como podías porque eras tan pequeña que la cabeza de la persona de enfrente tapaba la mitad de tu campo de visión.

Aun no se habían inventado las sillitas para niños que te ponían a la altura de un adulto en tu butaca, durante la proyección.

¿Qué será del Batman del futuro? ¿Cómo nacerá? Porque no matarán a sus padres a la salida de la última sesión del cine. De hecho, tampoco le matarán al recoger el dvd de la máquina del videoclub de abajo.

¿Quizás entrarán en su casa por la fuerza, disparando con pistolas, destrozando puertas y mobiliarios y revolviéndolo todo sin conformarse con el collar de perlas, la cartera, el bolso y el reloj de mano?

Sí, mientras los tres miran la película de turno programada en el canal digital, satélite, por cable o lo que sea; repantigados en el cómodo sofá de piel de diseño, con sus palomitas de microondas y la televisión de plasma de 140”.

Realmente es probable que Batman no llegara a nacer, porque en la soledad del piso, los forajidos simplemente les hubieran disparado a los tres a bocajarro, sin tener que desaparecer por el callejón, como sucedió con el original.

¿Qué será de las citas inocentes para ver una película?

Aquellas primeras escapadas en soledad con los amigos, a ver Depredador… La primera cita con la excusa de ver Parque Jurásico o Terminator 2.

Ya no vibrarás con el son de los otros mil corazones acongojados por la tensión en el ambiente, y Alien sabrá a poco aun en la mejor televisión que puedas tener en tu casa. Faltará algo.

Ya no existirá la complicidad del sitio a oscuras, peligroso, íntimo y tentador. Aquella sensación de “tan cerca pero tan lejos” arropados en la seguridad de una luz tenue. Estará el “en tu casa o en la mía” edición-especial-coleccionista 4-dvds-con-comentarios-del-director.

El tiempo de los anuncios ha pasado en tu butaca de color grana. Se abre el telón, aparece la pantalla.

Escuchas la sintonía del cine una vez más, y callas. Se hace el silencio y la complicidad revolotea entre los otros veintiséis espectadores y tú.

Y disfrutas de la película en uno de los últimos grandes cines de Barcelona, mientras sabes en tu interior que se trata de un fósil, de un muerto viviente condenado a desaparecer como un enfermo terminal, con sus días contados.

Tal vez no hoy, tal vez no mañana, ni la semana que viene… Pero pocos años le quedan.

Y, en el mejor de los casos, dará paso a su tataranieto, el multicine… O cerrará los ojos para siempre sin dejar descendencia detrás, más que el recuerdo de todos los que nos emocionamos viendo grandes películas acompañados.

(Gracias mami, por llevarme a ver Beowulf).

12/17/2007

Fuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuck!


Imagen - Autor desconocido


Con la cabeza embotada y un frío del carajo, te pones el abrigo y la bufanda. Coges el bolso, buscas tu Blackberry, coges un libro y cierras la puerta tras de ti. Bajas las escaleras comprobando que tu madre te ha llamado y ves que son las seis y veintiuno de la tarde.

- Joder… Llego tarde.

Para una vez que quedas con tu madre y tu hermano para ir al cine… Y llegas tarde.

- Puto Wow… Puto desorden… Puto frío que me hace estar más rato debajo del agua caliente de lo habitual… - piensas.

En la calle hace frío, aunque la temperatura de casa también deja mucho que desear. Realmente no sabes si hace más frío dentro que fuera.

Caminas a paso ligero por la calle, casi al trote, lo cual un día de estos hará que te tuerzas el tobillo gracias a los condenados tacones. Y sigues pensando que llegas tarde, con tu libro bajo el brazo… "1001 noches de invierno" cuan apropiado. Mirando al suelo intentando no meter el tacón en la primera rendija que te encuentres, te percatas de que el suelo brilla de forma sospechosa.

Y empieza a chispear… Murphy existe.

Maldices y guardas el libro en el bolso que, por una vez, no es impermeable. Tu primera preocupación es que el libro no se estropee, que le den a la ropa, que le den al cine… Para una vez que cambias de bolso y no coges paraguas…

Miras la Black de nuevo… Joder… Las seis y veintitrés. Fijo que llegas tarde.

Cruzas la calle, maldiciendo la gente que se te cruza cual borrego despistado, llegas a las escaleras del metro, y bajas.

- ¡Joooooooooooooooooooooooooooder! ¡Me he dejado la puta tarjeta!

Tienes una T 50/30 y encima tienes que comprarte una nueva porque te la has dejado en el otro libro que estabas leyendo, que por cierto, no recuerdas cuál narices era.

- ¿Tarjeta o billete? ¿Tarjeta o billete? ¿Tarjeta o billete? –tic tac, tic tac… El tiempo corre y te pones a pensar qué es más engorroso y el ahorro económico-Coño… Bueno va, un billete, total… Ella debe tener tarjeta para la vuelta.

Bajas encabronada por las escaleras, después de haber tenido que pagar un euro veinticinco que no habías previsto. Puto cine. Puto metro. Putos tacones… Y sigues llegando tarde.

Pero aun hay salvación. Existe una posibilidad de que tu madre no te fastidie hasta el final de los tiempos por ser una impresentable y dejarlos tirados esperando a las puertas del cine. El metro está a treinta y cuatro segundos de llegar al andén y hasta Plaza Universidad son pocas paradas.

Y el metro llega al andén con puntualidad casi británica.

Ya en el vagón, buscas un hueco donde apoltronarte y disfrutar de un buen rato de lectura. Y la historia es condenadamente buena… Siempre te preguntaste qué fue de la vida de Blancanieves después de casarse con el Príncipe Azul… Y aquí hay una muy buena versión de los hechos. Pero cuando estás llegando al meollo del asunto, la voz mecánica anuncia por los altavoces que ya has llegado a tu destino y te ves obligada a cerrar el libro antes de acabar la historia.

- Coño… Ya podían haber más paradas.

Te apeas en Plaza Universidad con la duda de qué pasará en las próximas páginas.

Llamas a tu madre, que te ha enviado un mensaje diciendo que estaba en el Bracafé al lado del cine… ¿Bracafé? No recuerdas ninguno… Pero hace mil que no vas a los cines Aribau y quizás han puesto una nueva cafetería de esas franquiciadas.

- Estamos en la puerta del cine – responde tu madre al coger el teléfono.

- Vale, mamá, ya estoy llegando, estoy cruzando Gran Vía. No tardo.

- No te preocupes, son y media escasas y aun falta para que empiece la película. Nosotros estamos aquí en el Bracafé. El cine está vacío aun, no hay casi gente.

- Ok. No tardo.

¡Guay! Son las seis y treinta y cuatro. De puta madre. No has llegado tan tarde.

Cruzas la avenida con cuidado de no resbalar. Llegas a la puerta del cine. Aun falta algo más de cuarenta minutos para que empiece la peli y estás muerta de hambre, pero afortunadamente, al lado del Aribau está una de tus pizzerías favoritas. De repente empiezas a salivar al recordar lo buenas que están allí las pizzas y piensas en una porción de tomate y un alfajor de postre.

- Joder… ¿Dónde están? – te preguntas, mientras te indignas y notas que empiezas a cabrearte, más por el hambre por no haber comido aun hoy que por otra cosa.

Miras a un lado y otro de la acera. Nada en la entrada de la sala cinco. Nadie en la entrada de las otras… Nadie en el bar comprando palomitas... Tampoco están sentados en las butacas.

Pues suerte que no había gente en el cine que si no…

- ¿Dónde mierda se han metido?

Coges el teléfono, y la llamas.

- Mamá, estoy acá delante del cine. ¿Dónde están? No les veo.

- Estamos en la entrada del cine.

- Pero a ver mamá, ¿delante de qué lado? ¿Del lado de la sala cinco? ¿O donde las bebidas?

Y se hizo el silencio.

- A ver, nena… Estamos en el cine Urgel.

- Vale, sí. Pero no os veo.

Y una vocecita suena en algún punto de tu cabeza… ¿Urgel?

- ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡FUCK!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

Vale: eres imbécil.

- Joder mamá… ¿En el Urgel?

- Sí, claro, donde quedamos…

- ¡Joder! Me vine al Aribau toda convencida… Mierda… Ahora voy para allá.

Jooooooooooooooooooooder… Definitivamente, te das cuenta de que vives en la parra y te preguntas cómo mierda lo hiciste para que se te fuera la pinza de esa manera y acabaras en el cine equivocado.

Adiós pizza de tomate. Adiós alfajor de dulce de leche. Adiós euro con veinticinco, y encima por dos.

- Porqué carajo no compré una tarjeta de metro…

Y compras otro billete de nuevo, porque no tienes ganas de caminar una puta parada con este frío que cala los huesos.

Finalmente, llegas al Cine Urgel, saludas a tu madre y a tu hermano. Mientras piensas solo en comida. Por favor, algo comestible… Unos ganchitos, un bocadillo, un Frankfurt, chocolate… Algo… Pero nada de palomitas… Estás hasta la moral de las palomitas…

Tu madre te compra unos ganchitos y un chupachup… Hacía… ¿Cuánto? ¿Cuánto hacía del último chupetín? Tu hermano recoge sus palomitas, a las que miras con ansia, y acabas cogiendo unas cuantas. No una, ni dos, ni tres... No, como cinco o seis veces, mientas piensas indecisa quien será tu próxima víctima, la bolsa de Chetos o el chupachup de fresa.

***

Acaba la peli, que por cierto no tenías ni pajolera idea que era de animación 3D. Solo tenías constancia que salía Angelina Jolie, y tú ves todas sus pelis. No está mal. La peli tampoco...

Y caes en que no has cubierto las necesidades más básicas, pero ahora mismo solo la cena tiene solución y el resto, hay que joderse.

Tu madre dice de ir a la pizzería, y caminando. Tu dices que mejor en taxi que se tarda menos, hace menos frío y es más rápido.

¡Ah! Qué delicia disfrutar de esas dos porciones de pizza... Y la cocacola de lata bien fría, mientras contemplas el alfajor que pronto va a desaparecer de este mundo para pasar a formar parte de ti. Te regodeas pensando que aun después de evacuarlo, siempre habrá un resquicio de ese alfajor en tu cuerpo. Probablemente en forma de grasas... Pero joder, qué gusto devorarlo.

Y llega la inevitable hora de volver a casa. Tu madre a llevar a tu hermano y saludar a tu padre, y tú a jugar a WoW (puto WoW). De hecho, a estar en la perenne cola de la raid, ni siquiera jugar (puto WoW).

Tu madre propone ir a pie... Pero con el frío que hace mejor ir en metro que para colmo tú vives más lejos.

Y cuando estáis cruzando la calle ella dice...

- Me he dejado las tarjetas de metro en casa... Todas.

- Joder pues yo tampoco llevo ninguna...

Por tercera vez en tres horas coges el puto metro, y esta vez directamente compras la tarjeta, mientras te planteas por qué narices no la cogiste al salir de casa, ni compraste una directamente.

Pero bueno, no va de siete euros... ¿O sí?

12/13/2007

Yo. Tú. Ella.

(c) Gezfry


“El reflejo de un espejo sobre otro, es un bucle infinito.”

En todo el trayecto, no te atreves a mirarle. Lo único que te permites es observar su reflejo a través del cristal de la ventana.

Ahí está, delante de ti, a menos de un metro de distancia en su asiento, colocado en perfecta diagonal al tuyo, mirando cada uno para su lado… Como si nada de lo que ocurra en este vagón fuera con vosotros. Cada uno en su mundo.

Su perfil ladeado te permite observar cómo su mirada se pierde en el infinito. Más allá de ti. Más allá de él. Más allá de este espacio. Se pierde naufragando en la lejanía, mientras busca algo que no puede atrapar, como tampoco tú puedes atrapar nada.

Le miras, esperando que no te devuelva la mirada, que no te cace al acecho y, sin embargo, anhelándolo, sin saber muy bien porqué. Pero no son sus ojos los que descubres burlándose de ti en el cristal, son los tuyos propios, así que te sientes idiota.

Por un instante eres consciente de ese juego de reflejos: de ti buscando su mirada, de él soñando la mirada de ella… Y la imagen se proyecta en los cristales una y otra vez hasta el infinito.

Te ves a ti pensando en él, imaginando lo que él a su vez piensa, soñando con ella. Te preguntas si en algún rincón ella estará sentada sintiendo algo parecido, pensando en él. O tal vez está al otro lado del espejo, imaginando su mirada y después imaginando la de otros fantasmas que como tú, sueñan con sus ojos tristes… O quizás está pensando en otro tercero, que a su vez piensa en otra muchacha que a su vez…

Aburrida miras alrededor: las caras largas, los rostros grises, las miradas que se pierden en la lejanía y no puedes evitar preguntarte cuánta gente se siente como vosotros.

El cansancio, el pensar tanto, te pesa y decides dormirte en el asiento. Pero en tu mente sigues viendo ese reflejo tuyo, mirándole a él, que no cesa de pensar en ella, y los espejos que te persiguen con esa imagen una y otra vez.

Evil Inside

(c) James Wolf Strehle - Hateful Draft

Me da igual que sea Navidad, y que la gente desee paz a los hombres de buena voluntad porque es una mierda de deseo perdido, básicamente porque no existe la buena voluntad.

No, el ser humano es malo, malo, malo, muy, pero que muy requetemalo por naturaleza.

El ser humano, es peor que los animales, mutila, tortura, viola, saquea, tergiversa, manipula, engaña, esconde…

Sí señor, eso es ser humano.

No es ser bueno, dar limosna, ser altruista, magnánimo, compasivo. El ser humano es su estado puro, es un despojo. Igual es un despojo divino para algunos, pero despojo al fin y al cabo.

Pero en los países civilizados, como me aburro de repetir, estamos a salvo de los malhechores… Sí señor. Porque la Ley nos protege… ¿O debería decir que es al contrario? ¿Qué son los malhechores los que están a salvo de nosotros?

¿Es que el hijo de puta que robó en mi casa, se me llevó el portátil, el móvil y me rompió la puerta tiene que quedarse impune? ¿Es que si me lo hubiera topado de bruces en casa, hubiera tenido que quedarme de brazos cruzados, porque si le llego a hacer algo encima voy a la cárcel yo?

¿Pero qué clase de mierda de mundo es éste?

Volvamos a los tiempos anteriores al ojo por ojo, hombre… Volvamos a la cabeza por ojo, que me gusta más.

Así que ese hijo de la gran perra (consuelo me queda pensar que es heroinómano y al menos le de para unos cuantos chutes y muere por sobredosis antes del 2008), está por ahí tan campante mientras yo me jodo y pago los ochocientos euros de reparación de la puerta del piso de alquiler.

También se puede ir al infierno la administradora de la finca, que como es más vieja, dejará la faz de esta tierra antes que yo. No hace falta que se moleste en mandarme una postal desde allí. Se la puede meter por el culo directamente.

Así que yo, humilde inquilina, a a que han destrozado la puerta, y que ha desembolsado de su bolsillo ochocientos euros de reparación, solo voy a ver los trescientos setenta que les paga el seguro, porque claro… La puerta del piso es mía.

¿Es mía? Pues nada hombre, cuando se acabe el alquiler me la llevo de souvenir. Con dos cojones.

Y me río de sus explicaciones, que de haber cogido ellos el teléfono cuando tocaba, hubieran tenido que pagar el arreglo entero. Zorra.

Y cuidado con las yayas, que se hacen las tontas, con su yo no entiendo, y no se nada… Son más listas que el hambre, que para el caso, más sabe el diablo por viejo que por diablo.

Vamos ahora con los polis, que amablemente cogen la denuncia que en el fondo, no sirve para nada, que aun estoy esperando que venga la científica a mi casa a tomar las huellas. Ahora entiendo porqué no triunfaría “CSI España”. No dan pie con bola. Dos semanas más tarde y ni se presentan.

Nah… El ser humano es basura. Y ojo, que yo me incluyo. Yo soy igual de mala, solo que ellos no le tienen miedo a las consecuencias de sus actos (como le dijeron a la bodeguera de abajo, su profesión es delincuente), y yo sí.

Nah… Quítale las leyes a la gente, déjalas a su libre albedrío de verdad… Y Madmax es un guiñapo.