12/13/2007

Yo. Tú. Ella.

(c) Gezfry


“El reflejo de un espejo sobre otro, es un bucle infinito.”

En todo el trayecto, no te atreves a mirarle. Lo único que te permites es observar su reflejo a través del cristal de la ventana.

Ahí está, delante de ti, a menos de un metro de distancia en su asiento, colocado en perfecta diagonal al tuyo, mirando cada uno para su lado… Como si nada de lo que ocurra en este vagón fuera con vosotros. Cada uno en su mundo.

Su perfil ladeado te permite observar cómo su mirada se pierde en el infinito. Más allá de ti. Más allá de él. Más allá de este espacio. Se pierde naufragando en la lejanía, mientras busca algo que no puede atrapar, como tampoco tú puedes atrapar nada.

Le miras, esperando que no te devuelva la mirada, que no te cace al acecho y, sin embargo, anhelándolo, sin saber muy bien porqué. Pero no son sus ojos los que descubres burlándose de ti en el cristal, son los tuyos propios, así que te sientes idiota.

Por un instante eres consciente de ese juego de reflejos: de ti buscando su mirada, de él soñando la mirada de ella… Y la imagen se proyecta en los cristales una y otra vez hasta el infinito.

Te ves a ti pensando en él, imaginando lo que él a su vez piensa, soñando con ella. Te preguntas si en algún rincón ella estará sentada sintiendo algo parecido, pensando en él. O tal vez está al otro lado del espejo, imaginando su mirada y después imaginando la de otros fantasmas que como tú, sueñan con sus ojos tristes… O quizás está pensando en otro tercero, que a su vez piensa en otra muchacha que a su vez…

Aburrida miras alrededor: las caras largas, los rostros grises, las miradas que se pierden en la lejanía y no puedes evitar preguntarte cuánta gente se siente como vosotros.

El cansancio, el pensar tanto, te pesa y decides dormirte en el asiento. Pero en tu mente sigues viendo ese reflejo tuyo, mirándole a él, que no cesa de pensar en ella, y los espejos que te persiguen con esa imagen una y otra vez.

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