Parece que esta es una estación de cambios, porque desde que empezó enero, no dejo de hacer cosas nuevas, y modificar puntos de mi vida. Como los gusanos de seda, que en algún momento eclosionan y se vuelven mariposa (fea, pero mariposa al fin y al cabo, oiga).
La mayor parte de las cosas, han sido para mejor. Otras… Ya se verá.
Me he pasado los últimos años de mi vida, compartiendo la existencia con alguien, como si de un gemelo se tratara. Acostumbrada a pensar siempre con dos cabezas en vez de una, a verlo todo desde dos puntos de vista diferentes, y ahora por cosas de la vida, esto ha dejado de ser así.
Es una sensación curiosa. Es como haber tenido dos brazos, y de golpe y porrazo, quedarte sin uno de ellos.
Este cambio, creo que aunque súbito e imprevisible, hará que tenga que madurar en aspectos que quizá no había trabajado nunca. Por ejemplo, la seguridad en mí misma, en ciertas cuestiones.
Ahora que mi brazo izquierdo está off, y no sé cuándo volverá, me doy cuenta de lo mucho que me había apoyado en él, y lo dependiente que era, siempre mirando por su aprobación, e intentando sacar de él la seguridad que yo no tenía.
En ese camino, no me di cuenta de muchísimas cosas que hoy, resultan obvias. Llevo pensando mucho (cómo no), desde el domingo. Reviviendo recuerdos uno tras otro, para dejarlos encajar en un puzzle muy curioso. Y a la vez que encajan, pienso sobre lo que he hecho en estos años.
Muchas veces he llorado –también, “cómo no”- desesperada ante la perspectiva insoportable de no llegar a ser nadie en la vida. Aunque visto hoy es algo estúpido, porque primero tendría que definir que es “ser alguien en la vida” para mí.
Tenía a mi brazo izquierdo idealizado. Tan idealizado que cualquier comentario ofensivo era mutilar-matar-destruir. Era mi modelo. Ahora ese modelo no está, porque necesita unas buenas vacaciones, pero me ha dejado muchas cosas buenas /y algún mosqueo). Quienes pensaban que esto pasaría tarde o temprano, y que incluso Atlas se agota de llevar el mundo a su espalda, no me lo dijeron. Me dijeron que, de haberme insinuado que esto iba a pasar, no me lo hubiera creído de todas formas.
Tenían razón. No me lo hubiera creído.
La semana pasada, ajena a todo esto, me había apuntado al gimnasio, después de muchas tribulaciones. Había intentado dos veces en los últimos cuatro años hacer deporte, pero fueron intentos fallidos. En ambos casos, necesité ir con alguien más, porque sabía que si no, no iba a acudir.
La diferencia en esta ocasión, es que yo sola llegué a la conclusión de que quería ir, y que iba a ir sola. Hacer cosas sola no es tan malo. Y quizás, es necesario. Estoy demasiado acostumbrada a hacer las cosas con alguien siempre… Tengo que ver que puedo hacer algo por mí misma.
Así que fui, me apunté, y me cogí entrenador personal de paso, para los momentos de flaqueza. Treinta y cinco euros la hora, hace que te plantees no acudir un día.
¿Cómo llegué a la idea de que tenía que ir?
El verano pasado me entró una paranoia. Resulta que la parte de mi cuerpo que menos me gusta, son mis pies… Ya sé que son alucinaciones mías, pero… Y claro, a ver quien no se pone sandalias en verano… Así que decidí ir cada mes a la esteticien a que me hiciera la pedicura. Unos cuantos meses más tarde, puedo decir que estoy bastante contenta con el resultado.
Meses.
Lo hice porque pensé… Si ahora que tengo veintisiete años no me cuido… Cuando tenga cincuenta estaré hecha una piltrafa.
Va a hacer un año que trabajo con el horario de 08 a 20h. Tenía la espalda destrozada, las cervicales me dolían un montón. Si estoy así ahora… No llego a los cuarenta sin morirme.
Claro que también quiero volver a coger forma, mentiría si dijera que no… Pero lo principal es que nací en este cuerpo, y en él me moriré, porque no hay recambio. Conclusión: tengo que cuidar de este cuerpo lo mejor que pueda. Y eso, me llevó a la idea inevitable de hacer deporte.
No puede ser que me agote subiendo escaleras, corriendo cuarenta metros, y cosas así…
Y aunque me cuesta, lo hago.
Tengo la suerte (o la desgracia) de que cuando tomo una decisión tiro para adelante. Y como esta vez, ésta es mi decisión, sé que lo haré bien.
Lo que me daba más “cosa” era estar en el gimnasio y que todo el mundo viera que lo hacía mal al principio. Una estupidez, de hecho, porque la gente no está ahí para mirarme. Pero, incluso si ese fuera el caso, ¿qué más da?
Afortunadamente, mi horario me permite disfrutar de la actividad sin toparme con casi nadie, porque de 15 a 17h, es cuando hay menos personas en las instalaciones.
Esto también incluye aprender a nadar como dios manda. Mi entrenadora me dio ayer la primera clase… Y suerte que el deporte es salud, porque hoy tengo los hombros que me muero… Pero es en mi beneficio. Este ligero “dolor” muscular, me indica que mi cuerpo empieza a despertar al fin.
Y para reforzar mi decisión y autoconvencerme más, si cabe, llegué a otra conclusión: todo es ahorro. Por que, claro:
- Como menos, luego gasto menos en comida, y engordo menos. Además, como en el gimnasio, por lo tanto, comida sana.
- Estoy ocupada al mediodía, por lo que no estoy de compras en la Illa, y ahorro dinero.
- Me ducho cada día en el gimnasio (salvo festivos que de momento no voy, porque me da palo venir desde casa aquí), así que no gasto tanta agua ni gas en casa.
Todo son ventajas.
También estoy intentando controlar mis impulsos volitivos. A veces, sin venir a cuento, me vienen ganas locas de engullir dulces o chocolate. Creo que es todo psicológico. Creo que es la forma que tiene mi diablo interior de decir: “tu cuerpo quema azucar”, y eso es que todo funciona como tiene que funcionar.
Así que esta mañana, cuando me asaltó la necesidad imperiosa de devorar un baklawa de chocolate, pensé en otras cosas, porque es todo un proceso mental. El baklawa, un pastelito, y el fin de semana si eso.
Para evitar esto, me compré unas de esas galletas ligeras de chocolate… Que bueno, no es lo mismo, pero mejor eso que nada.
Otra cosa que estoy intentando ahora es practicar la costumbre del ahorro.
Este mes he cobrado un poco más por el tema de incentivos, lo cual me permite ponerme al día con algunas facturas pendientes, básicamente el móvil.
Tengo por ahí aun el vale de 4x3 de Fnac sin usar… Y estuve a punto de comprarme algunos libros que realmente no es que me llamen mucho la atención… Y reaccioné.
Hay montones de cosas que adquiero, que no las necesito para nada. Y con mi sueldo debería poder vivir a la perfección, y ahorrando. Pero siempre ando comprando pijotadas.
Lo que tengo que pagar siempre es lo básico:
- El alquiler
- El trío de telefónica (tele, adsl, teléfono)
- La luz
- El gas
- El móvil (tampoco es imprescindible)
- Intermon (porque total, no me va de diez euros)
- La cuota del WoW
- La cuota de la universidad
- La comida
- Los intereses de la tarjeta, que a ver si la liquido de una condenada vez. Esto de las tarjetas es el peor invento del mundo… En cuanto la liquide, la rompo.
Así que todo el resto son caprichos. En los caprichos entra (véase que el Warcraft queda señalado como necesidad vital xD):
- El tomo del mes de Nana
- El tomo del mes de Érase una vez nosotros
- El tomo del mes de Reloj de Arena
- El par de libros y dvds de rigor del mes (este mes de momento, Esperanza del Venado y la peli de Contact)
Y a partir de ahí, toda la pasta que me funda, es en subnormalidades diversas. Por lo tanto, es ahorrable. Me gustaría llegar al mes que viene con algo de dinero ahorrado. Porque esta mañana me estaba analizando, y me doy cuenta que tengo una tendencia natural a gastar todo lo que gano. Y claro, cualquier día me veo en un apuro, y no hay tu tía.
No sé, pequeñas cosas que no habría pensado antes, y no sé cómo tuve un acceso de iluminación divina este mes, y me puse con ello.
Otro tema que tengo pendiente, es la universidad.
La verdad, estoy muy desencantada con ella… Me parece una tomadura de peli, que ralla la frontera con el timo, sinceramente. Ni enseñan lo que pensaba que iban a enseñar, ni las instalaciones son como cabe esperar, ni mis ganas son lo que deberían ser.
No tengo ganas ninguna de ir a clase a firmar un papel y que pasen la lista, y la verdad… Me aburre lo que me explican. Tengo que analizar de verdad, si vale la pena pasar por todo esto para llenar una línea de currículo.
A más tiempo pasa, más veo que es todo una patraña, y que ese título no va a valer nada. Es una carrera eminentemente práctica, mientras que las prácticas escasean; y conocimientos anticuados… Es como que hoy en día enseñaran Basic a un informático para incorporarlo en el mundo laboral…
Y si a eso le sumas, que me aburro estudiando eso y se me van las ganas, porque me he dado cuenta de que me importa un pedo… Me veo cómo va a acabar esto. De todas formas, como es una rabieta generada por una nota que considero injusta, esperaré unas semanas a ver si continúo pensando lo mismo.
Otra cosa que tengo que pulir de mí, es intentar que mi ego y mis narices interfieran lo mínimo en algunas cuestiones relevantes. Por ejemplo, si realmente me doy cuenta que no quiero estudiar esto, no seguir sólo “por mis narices”, y hacer algo que de verdad vaya a disfrutar.
Así que… Aquí estoy en plena redecoración.
Por otro lado, mientras venía caminando, estaba pensando en gente que redecora su vida de otra manera, un tango distinta de la mía.
Cuando iba al instituto, se puso de moda una nueva calificación, llamada MD.
A la par surgió la moda de indicar que significaba algo distinto según la asignatura de referencia:
- Plástica: Mejor Dibujo
- Gimnasia: Muy Deportivo
- Genérico: Materia Dominada
En realidad significaba: Muy Deficiente.
Pero también hay otro tipo de MD: Mentira Dolorosa, que no se puede sujetar sin ahogarse en ella.
Cuando entré en el instituto las cosas cambiaron un poco respecto del colegio. La gente bebía, la gente fumaba, y la gente fumaba porros en el baño. Eso, en el mejor de los casos, en otros se metían cualquier tipo de mierda, y esnifaban pegamento.
Hubo un chico, de los que eran conocidos como el grupito popular, de esos que hay en todos los cursos y todos los institutos. En aquella época se llevaba el rollo rapper. Había un grupito de 4 personas, dos tíos y dos tías, ellas rubitas, ellos un rubio y un moreno. Nunca les vi nada de especial, pero algo tendrían que destilar que todo el mundo quería estar con ellos.
El rubio, acabó ingresado un año por su adicción al pegamento, y no quedó demasiado bien de la cabeza. Aunque bueno, visto lo visto, muy bien no tendría que estar para hacer lo que hizo.
Todos tenemos algo de tarados en nuestro haber. Cada uno a su manera.
Conocí dos chicas peculiares también, una que se vanagloriaba de haberse liado con más de cien tíos a los quince años. Tenía mucha… “Personalidad”. Vivía con todo pagado por los tíos con los que se liaba. Comida, ropa, gimnasio, salidas… En ese momento, cuando te lo cuentan como un logro, puedes alucinar… Pero si lo miras fríamente, se llama prostitución.
Ni idea de cómo acabó la chica, que dejó bachillerato en segundo.
En el instituto también conocí a otra chica más, lo cual no deja de ser peculiar, porque nunca me he llevado demasiado bien con las mujeres, pero como iba siempre con Montse para arriba y para abajo, y ella –a diferencia mía- sí tenía amigas, tuve la oportunidad de conocer algunas.
Esta chica era repetidora, estaba con nosotros en clase, y se la veía más despierta que a los demás. Me enteré que había repetido ya un par de veces.
Cuando llegamos a primero de bachillerato, todos los que teníamos en casa un ordenador teníamos instalado el Wordstar (qué tiempos aquellos). Entregábamos los trabajos mecanografiados o impresos en aquellas impresoras de aguja que hacían un ruido infernal.
Con aquello de “menos es más”, la muchacha aquella se dio cuenta de una trivialidad que no habíamos percibido los demás: Los profesores generaban las notas con Wordstar también. Y también imprimían las notas en impresora de agujas… La única diferencia es que el sello del instituto aparecía a pie de página.
Un buen día, estábamos todas en casa de una de ellas, después de la entrega de notas. La verdad, yo no me quejaba mucho.
Después del primer suspenso de mi vida, en matemáticas, ya sabía que eso de sacar notas inferiores a cinco existía. Y mis padres no me martirizaron en exceso con ello. Así que no me vi en la necesidad de mentirles nunca.
Pero la muchacha dijo… Vamos a falsificar mis notas… Y todas la miramos alucinadas… Y cuando le comentamos que no teníamos sello para ponérselo… Misteriosamente apareció el sello en su mano. Hurtado, claro, de la secretaría. Y ella, y la chica que vivía con todos los gastos pagados se falsificaron las notas.
Pero claro, la cosa era… ¿Y qué le vas a decir a tus padres?
La solución, algo rudimentaria, era decirles que había pasado a segundo, pero que segundo lo había repetido. Con lo que esperaba repetir primero, decirles a sus padres que estaba en segundo; y después decir que repetía segundo cuando en realidad acababa de llegar al curso.
Bueno, yo me quedé flipando, y no me cabía en la cabeza porqué esa necesidad de mentir.
Sobra decir que no llegó a superar nunca segundo, y se marchó del instituto. Tampoco sé qué fue de su vida. Igual que la chica del “todo pagado”. Me contaron que a esta última la vieron años más tarde, que se había reconducido, que había acabado sus estudios y que estaba bien. Ya es más de lo que se puede decir de mucha gente.
Pero lo que más me costó asimilar fue las mentiras. Se me antojaba tedioso tener que aguantar eso día tras día y recordar lo que le has dicho a tus padres para que no se enteren que dejaste el instituto, o estabas tripitiendo. Pensé que era algo que hacía poca gente.
Más tarde, cuando llegué a la Pompeu Fabra, conocí a un chaval, con el que nos llevábamos bien mi compañera y yo. El tío, normalito, ni guapo ni feo, también montó un lío parecido.
Recuerdo que yo era delegada de clase, y él no superó las materias necesarias para conseguir la permanencia en la facultad. Le conseguí una reunión con el director a la que no acudió.
Ahora que lo pienso, nunca sabré qué era verdad de lo que me dijo… Pero bueno. A sus padres les decía que estudiaba la carrera, nosotros no le veíamos en clase, pero un buen día nos lo cruzamos con un Mazda despampanante, azul, a la salida de una de las fiestas de la universidad en Torre Melina. Dijo que se lo había comprado y que lo estaba pagando…
El lunes siguiente le vi y le pregunté que cómo le había ido la reunión, fue cuando me comentó que no se presentó… Y yo poco más y lo estrangulo. Le dije que era tonto, que no pasaba nada, que la primera oportunidad siempre la conceden, que dijera que le había ido mal, que no se había centrado y vuelta a empezar… Era así de sencillo.
El me dijo que diría que sus padres estaban en paro y que él estaba trabajando, que el suyo era el único sueldo que entraba y tal, para dar más pena… Yo lo miraba incrédula pensando… Pero tú eres imbécil… Más que nada porque ante ago así, le iban a pedir papeleo que lo demostrara… Evidentemente, eso pasó, le pidieron comprobantes que demostraran que sus padres no trabajaban, y no pudo presentarlo.
Le expulsaron, y él dijo que haría ver en su casa que seguía estudiando y que les diría que se había diplomado. A más lo escuchaba, menos me podía creer lo que estaba oyendo…
Su gran plan de vida era, mentir tres años, esperar a que saliera la orla, falsificar su foto, y colgar la orla con su foto insertada en la pared, como trofeo de guerra.
Era totalmente demencial.
Y diría que nunca se molestó en sacarse el título, o que lo había extraviado y por eso no lo colgaba de la pared. Evidentemente, no ejercería nunca, pero tampoco era relevante porque… ¿Cuánta gente acaba la carrera y no trabajo nunca de lo suyo?
No podía creer lo que estaba viendo. Yo no me he visto en situación de mentir a ese calibre a nadie. No digo que no he dicho mentiras nunca, porque no sería cierto y hay que ser muy ingenuo para creerlo. Todos mentimos. Y más para conseguir lo que queremos. Pero hay que saber dónde parar.
Una cosa es mentir para hacer pellas, y otra mantener una mentira tres años, y después, el resto de tu vida. Porque una vez empiezas algo así, ya no puedes parar.
Hay quien redecora su vida, inventando una realidad alternativa… Tampoco lo entiendo muy bien… Pero el tiempo pasa, conoces a más gente y ves que es algo relativamente frecuente.
A la larga, aunque cuesta, la mayoría vuelven a la realidad.
Cuando caes en una de estas, también toca volver a empezar.
6 comentarios:
Pues cuando estaba en la UPC habia un chaval que no pasó la fase de selección, pero se ve que les hacia creer a sus padres que seguia estudiando, y se pasó un año leyendo en el metro, venga linea verde parriba, venga linea verde pabajo. Creo que al principio también intentaba engañar al resto de gente que le conocia. Realmente, solo se engañaba a si mismo.
Ánimo con el gimnasio, y con redecorar tu vida, y si no estás convencida con Protocolo, déjalo y haz algo que te guste o que encuentres más interesante o productivo.
DrKarl
Ty, tío...
La verdad es que estos día que voy al gimnasio, esperaba que fuera e star más cansada, pero lo único que me pasa es que me levanto opr la mañana, cojo la bolsa, y tengo el mono... Es más, ayer me sabía mal tener que ir al trabajo, porque lo que de verdad me apetecía era seguir un rato más...
He decidido que los viernes después del trabajo, como no tengo que volver de tarde, serán mis días de disfrute personal: más rato de bici y cross, y después de todo, piscina.
Estoy encantada ^^, y aunque nunca pensé que diría esto: no veo la hora de que sean las cinco y ponerme a entrenar xD
Espero dentro de un par de meses, tener capacidad pulmonar suficiente para no agotarme en una clase de aeróbic nada más opner el pie en la sala, y cuando eso ocurra, tragándomez mi orgullo y mi vergüenza, me animaré a intentarlo =)
Respecto a la carrera... Es una puta mierda. No vale lo que cuesta. Ya sé que eso pasa con todo... Pero... En serio... No estoy contenta y no tengo ganas de estudiar eso.
Este año, que sí entrego trabajos, que sí me leo los apuntes y sigo las cosas... Me doy cuenta que es un timo.
Me voy a dar un mes más... Bueno, de hecho este año está pagado ya... Así que me daré el tiempo que considere, y si acaba este año y no lo veo claro, lo dejo. No quiero tirar mi tiempo, ni mi dinero.
Más productivo, trabajando en un banco... No sé yo... Pero algo que me guste más... Seguro. Me he desilusionado mucho con esto...
Peeeeeeeeeeeeeeeeeero...
Nada que no solucionen un par de horas de gimnasio xD ^^
Está genial el garito ese ^^
Pues debo reconocer que mi impresión del mundo laboral fue la totalmente contraria. Yo pensando que para currar de informático tendría que dominar C++, Java y mil lenguajes más y acabé programando en COBOL, lenguaje que dominaba desde los 10 añitos... la vida te sorprende y rara, rarísima vez se asemeja a lo que te enseñan en una facultad. Aunque nunca he pisado ninguna, la verdad :P
Suerte con tu gimnasio.
Buff.. si yo te cuento las historias de los crios de mi ciber... alucinas y eso que no llegan a los 18 años algunos.
Me apunto a lo de redecorar mi vida ^^ a veces no nos damos cuenta de lo dependientes que somos de otra persona, y de lo capaces que somos cuando estamos solas :)
Un besazo reina
;)
Hola Asha ^^
Pues sí... Llevo unos días... Que bueno... Me he quedado parada pensando en algunas cosas... Cosas que pensaba que echaría de menos, y me dan igual, y otras que pensaba que me iban a dar igual y echo en falta como el aire...
Veo que soy capaz de muchas cosas por mí misma, y me encanta esa sensación.
Pero bueno... De momento el gimnasio y el Warcraft son la mejor cura que he encontrado, y este finde tenemos kdd de Asshai, así que vamos...
Bastante contenta conmigo, llevo ya dos semanas yendo al infierno del deporte y se nota un montón ^^
Joe tia....leyendote me dan ganas de ir a un gimnasio y pasarme horas muertas allí... así que deja de decir esas cosas no sea que me apunte a uno!!!
Cuando redecores del to tu vida a mi dejame en la biblioteca que así me entretengo mientras te lias con la habitación y el comedor.
Besitos...
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