7/30/2006

Lo que siempre llevas encima

(c) Stephanie Pui Mun // Shadowscapes


Cada dos por tres, tengo el mail invadido de spam y porquerías. En la categoría de porquerías entra la de los reenvíos basura. Sí: aquellos mails que canibalizan tu espacio de almacenaje reproduciéndose cual virus, extendiéndose por todo el espacio disponible.

A veces llegan los típicos tests de “mándaselo a todos tus colegas o serás devorado por cabras verdes en celo hasta el fin de los tiempos”. O algo así.

Cuando recien tienes internet y no has visto un mail de esos en tu vida, aun te dignas a responderlo. Pero cuando te llega el tropochocientos mil tropochocientos lo mandas a paseo.

No obstante, hay preguntas que se repiten siempre... Y nunca me fijo en ellas... Y el otro día estaba pensando...

Ayer fui a casa de mi ex a recoger algunas cosas que tenía por allí, vestidos y sandalias, porque para lo que queda de verano, paso de comprar nuevas. Ya tengo cuatro pares y no necesito ninguno más este año. No pude llevarme los libros porque pesaban mucho, así que cuando pueda acompañarme alguna amiga, me llevaré lo que queda.

Entré por la puerta. No estaba ni para recibirme. No me dijo ni hola, o no lo recuerdo. De hecho, no vino ni la gata.

Estuve cogiendo mis cosas, allí como dos desconocidos. Como si no hubiéramos estado nunca juntos... Como si nunca hubiéramos compartido el mismo techo, la misma cama, un trozo de vida.

Como si nada.

Ni siquiera un “cómo estás”, un “cómo va todo”.

Nada.

A un amigo que no ves desde hace cinco meses le prestas más atención, digo yo.

No pasa nada, está bien así. Supongo que igual es que no le importaba nada, o qué sé yo. Yo iba a recuperar la cosa que siempre llevo encima.

Cuando tenía 15 años, fue la primera vez que me lie con un tío. Bueno, con el segundo. El primero fue un idiota de discoteca, de esos que te dejan llena de babas y parece que te va a dejar sin lengua. Una experiencia que se puede saltar uno en su vida. Considero casi a Marc el primero. Por una de esas estupideces de la vida, de eso del romanticismo, le había comprado el típico pergamino de plata, con su nombre grabado y tal.

Nunca se lo di. Me lo quedé y lo perdí no sé dónde. En algún rincón de la casa. Murió comido por los duendes del polvo. Fijo.

El romanticismo, es bonito. Querer hacerlo todo perfecto...

Pero se muere con el tiempo. Con cada bofetón, con cada ostia que te das, con cada llanto, con cada pareja. Con todas las putadas que te hacen, con el amor no correspondido. Cuando traicionan tu confianza, cuando te mienten, cuando ves que no obtienes lo que deberías. Cuando ves que el romántico eres sólo tú.

Entonces, el romanticismo muere.

Pero en aquel entonces, aun era capaz de demostrar esas cosas.

Compré aquella placa en el mismo sitio que hacía unos años había adquirido dos colgantes que llevé siempre encima: una sirena y un caballito de mar, ambos de plata.

Los llevaba siempre encima, sí.

Siempre pensé: el día que alguien valga la pena, le daré mi caballito. Ya ves tú que estupidez.

Así que un buen día conocí a un madrileño. No era mal tipo. Simplemente no estábamos hechos el uno para el otro. Y le di mi caballito de plata. Hoy, me arrepiento. Porque seguro que lo tiró. Porque seguramente no lo merecía. Y mi sirenita quedó desparejada. Sola, pendiendo de mi cuello, bailando en su cadena de plata.

Un día, conocí a una chica. Una chica encantadora y maravillosa. Una gallega de corazón enorme. Vamos, seguramente una de las personas más fantásticas que hay.

Esta chica, hace un par de años o tres, seguramente más tres que dos, se “casó”.

Se inscribió en la lista de parejas de hecho con su pareja. Un tío que bueno... Un tío. Punto. Con que le guste a ella es suficiente. Seguro que la trata bien, porque si no, no estaría con él. O eso espero, porque si no iré a Lugo a cortarle las pelotas xD.

El caso es que me entró un ataque de romanticismo y me puse a buscar en interflora. Me había enterado el mismo día a las doce que se “casaba” a la una. Y ahí, yo, desesperada, me puse a buscar un ramo de flores para ella. Llamé como cuatro veces a interflora, intentando convencerles que era urgente e importante. Al final, me atendió una chica, y me dijo que no podría ser por la mañana, pero que a las cinco estaba allí el ramo.

Así que cogí la dirección de ella, y le mandé las flores. Con una tarjeta. Hubiera pagado por ver su cara. Dijo que abrió la puerta, que estaba en chandal, arreglando la casa, y que se quedó a cuadros cuando el repartidor le preguntó: “¿Fulanita?” y le dio el ramo de flores.

Yo creo que ella se merece todas las flores del mundo, y todos los regalos.

Entonces, un noviembre, por mi cumpleaños, me mandó un regalo... Y ahora mi sirenita tiene compañero. Es un triskel de plata.

Siempre lo llevo encima, no me lo quito nunca, salvo aquel día que lo dejé encima de la mesa y tuve que volver por él ayer. Volví por mis colgantes más que por la ropa. Porque los echaba de menos.

Me gusta mucho el mar, y la playa. Y por eso tengo la sirena, y ahora el otro colgante me recuerda a esa chica, tan loca como yo... Tan loca como para decir lo que dijo, y yo, tan loca de creérmelo.

A veces, cuando pienso que no entiendo nada, me acuerdo de esos pequeños detalles. Y pienso... Y por qué no.

Lo que importa, es ser feliz. Qué más da con quien. Qué más da si es blanco o negro o amarillo. O si es más joven o más mayor. O si es hombre o mujer. Qué más da.

La semana pasada... La semana pasada fue, valga la redundancia, una pasada. Viernes en Navàs y Berga, y sábado en Sitges y Castelldefels.

Yo, que soy tan cortada (jias jias jias), me uní a una pequeña excursión a la montaña para ver un concierto de Mago de Oz, concierto que claro, yo no vi, porque ni me va ni me viene el grupo ese. Alguna canción conozco, como Kelpie... Por un amigo que tenía ese nick en su barda cuando jugábamos todos juntos. Y pocas más.

Me divertí mucho, conocí un montón de gente nueva, y casualidades de la vida, algunas de esas personas que no había visto nunca, y que conocí en un pueblecito ahí arriba, como es Berga, han resultado ser mis vecinos en Barcelona.

La vida es un pañuelo, y tú eres mi moquito preferido.

Qué cosas...

Después de una noche de charla, un par de cortados y alguna cocacola, “fiesta” en una “discoteca” de Berga, ver un par de partidas de billar (eh, Raspu, tenemos que ver una buena eh xD), nos fuimos a dormir... La idea era que me quedara charlando, pero el sueño me podía más. Así que me quedé frita a la media hora o así en la cama.

Lo primero que hice por la mañana fue preguntar si había hablado de noche... Mientras dormía. Porque Grunttt dice que hablo cuando duermo y que... Lo que digo no tiene desperdicio xD A veces me da cosa quedarme a dormir en casa de nadie, porque no tengo ni flapa de lo que habré dicho cuando me levanto.

Está claro que “lo que llevo siempre encima" no es el móvil.

Creo que es la vejez, y que me empieza a afectar el alzheimer. Llevo tres semanas dejándome el móvil en todas partes. Primero en el cyber 3 veces segidas, ese viernes en Avià, que tuvimos que volver por él, después bueno... xD En el coche de estos amigos con los que subí a Berga, y hoy lo busqué tres veces en el bolso porque no lo encontraba... Y me lo había dejado en casa de mis padres xD

Un desastre, lo sé.

El sábado por la noche fuimos de fiesta a Castelldefels y Sitges. Primero estuvimos en Sitges y a mí la próxima vez no me sacan de ahí, en serio. Yo me quedo ahí bailando y que me vengan a buscar después, o me vuelvo en tren.

Sitges es divino.

Es un pueblito costero precioso, con unas casas de ensueño, y la iglesia a pie de mar prácticamente, elevada sobre una rocas, con un viejo cañón al lado.

Es muy conocido por el festival Internacional de cine fantástico que celebra cada año, y por sus carnavales.

Y capital europea del movimiento gay. Fijo.

Y joder, cómo me gusta eso. Me encanta la gente de ambiente. Y me parece fantástico y maravilloso que esas personas sean libres de ir por ahí, cogidos de la mano y besarse en público y que no se escondan de nadie.

Me encanta ver a las parejas de tíos y de tías...

Creo que mi amiga... Con la que fui, bueno ella... Es más conservadora. Creo que ese ambiente la extraña y le parece raro. Yo lo encuentro genial. Porque además pienso... Míranos, nosotras aquí cenando y contándonos las penas de los tíos y tal, y ellos ahí paseando juntos...

Y me pregunto ¿quién es más feliz?

Porque esa gente, era feliz, desde luego. Era para verles las caras. felices y orgullosos de la persona que paseaba a su lado. ¿No es fantástico?

Mal que me pese, acabamos en Castelldefels, en un antro que no volveré en la vida, un sitio llamado “El Péndulo”. Vaya cuchitril decadente.

Mala música, un DJ peor que malo, y lleno de gente mayor que había perdido su tren y que querían hacer ver que estaban en la onda aun.

No tengo nada en contra de la gente mayor, a pesar de que pierdo la cabeza por los jóvenes. Tienen derecho a enamorarse, a ser felices y todo eso. Pero bueno... Parecían falsos. Como si no fuera ese su hábitat y se esforzaran por hacerlo suyo.

Y yo creo que las cosas tienen que salir, que ser naturales. Era como ver a tu abuelo intentando ser guay, usando un lenguaje que le queda ancho y que no entiende, mezclándose entre el gentío.
Totalmente fuera de onda.

Y lo que es peor, intentando ligar conmigo. Y yo, que soy tan fina y diplomática... No pude evitar decirle ya a un plasta de esos que “era una mierda de lugar, una mierda de música y estaba lleno de viejos”.

No me arrepiento. A veces se hacen preguntas... Cuyas respuestas no quieres escuchar.

No hagas esas preguntas, pues.

En fin. La noche pasó y llegué a mi casa con ganas de dormir. Pero me acordaba de una pareja de chicas que estaba allí, en el Péndulo bailando, ellas, tan cucas. Las dos más bajitas que yo... Todo arrumacos y baile. Y pensé... ¿Por qué no?

Así que fui a recoger lo que llevo siempre encima y no me quito (aunque lo dejara en un descuido).

Supongo que siempre llevo eso encima, y la esperanza, que no se pierde nunca.

Tengo que encontrar la dire de nuevo porque se ha cambiado de casa xD =)

Hace tiempo que no le mando flores.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

El miedo...
Al fracaso, al rechazo, a la soledad, a lo inevitable, al odio injustificado, a la mediocridad... Da igual qué tipo, pero el miedo me acompaña a diario desde hace años, ya sea por la noche, cuando todo se apaga, o por la mañana, cuando todo despierta menos él, qué no duerme, que siempre acecha y aprovecha el menor descuido para dominar mis acciones.

La verdad es que me toca bastante los huevos esta amenaza constante, pero de momento no dispongo de las armas adecuadas para combatirla. Tal vez la edad me de las respuestas; tal vez salga a buscarlas por mí mismo. Tal vez...

(The fear once again)



Un asocial que pasaba por aquí y disponía de un par de minutos

Ysondra dijo...

Yo creo que los miedos son malos, yque no hay que dejar que te dominen.

Está claro que en un primer momento, la reacción instintiva es la provocada por el miedo, pero cuando analizas las cosas con calma, hay que pasar por encima de él.

No digo que a mí nome invada el miedo nunca, claro. Estaría mintiendo si lo dijera pero... Tarde o temprano hay que plantarse delante y decir que se acabó. Tampoco digo que no me cueste lo mío llegar a esa conclusión, que a veces estoy meditando al respecto igual una semana. Pero hay que plantar cara.

Si no te pasas la vida huyendo, o amargada y no vale mucho la pena.

Si tuviera miedo, no escribiría la mitad de lo que escribo.


Fdo.: Una neurótica con un par de segundos para publicar una respuesta =)