6/30/2010

Exorcismo

Diría que, si cierro los ojos, puedo sentir al demonio dentro de mí. Pero no es cierto: es una metáfora.

No hay demonios allí dentro. Estoy sólo yo. Y hoy no hay nada más aterrador que imaginar mi figura con los ojos cerrados. Me atenaza la idea del miedo ante esa oscuridad devoradora.

No necesito privarme de la visión para percibirlo: el filo cortante de esos dientes insidiosos que despedazan poco a poco cada fibra de mi ser, clavándose en mi corazón, anclándose con fuerza en el más ínfimo resquicio, congelándome en su frío. Emponzoñando poco a poco mi torrente sanguíneo, donde tras cada latido, contagia mis células con su veneno. Inundándome de rabia, miedo, inseguridad, envidia, celos, odio.

Siento el corazón que se desboca, perdiendo el control. Y, la conciencia, se debilita relegándose cada vez más atrás: cada vez más lejos, cada vez más inalcanzable. Intento vanamente retenerla estirando las yemas de los dedos, recuperar así lo que con tanto esfuerzo conseguí crear, lo que con tanto tiempo sembré y vi crecer para ahora pisotearlo sin piedad bajo mis pies, sacando a relucir lo peor de mí que creía ya enterrado y olvidado.

Sin fuerzas que me hallo y claudico. “Oh, Señor, perdona mis faltas”, pienso, mientras mis dedos se arquean, mi piel es ahora pelaje y mis colmillos, esos que antes eran humanos, solo quieren desgarrar la carne ajena, la carne propia.

A mis emociones me rindo, con la adrenalina bombeando agitadamente alimentando mi furia. Y lo huelo. Puedo sentirlo: el dulce, inocente, amoroso, frágil y embriagador perfume que tanto me atormenta y me enloquece.

Recorro veloz cada travesía, esquina y recoveco, escogiendo los atajos mientras aúllo con una fuerza tal, que me provoca –incluso a mí- un escalofrío erizando cada fibra de mi ser. Pero no aúllo, no, a la luna, ahora que me hallo a instantes del destino. Aúllo ésta, la demostración más primitiva de impotencia al claudicar a los instintos, sabiendo lo irremisible de mis inminentes actos, preconizando el pegajoso calor, el metálico olor de esa tan amada y preciada sangre que ya no puedo reprimir derramar.

“Oh, Señor, perdona mis faltas, y por favor, que alguien exorcice mi alma”.

6/16/2010

Poniéndome al día

Parece que últimamente tengo cero ganas de escribir, hace como tres meses que no me paso ni a visitar el blog. Vaya moral. Sigo con mis ideas ahí en el tintero, pero estoy demasiado cansada mentalmente en estos días que corren, como para ponerme a escribir nada. Y no es por falta de ideas, pero creo que me ha abandonado la musa de la inspiración.

Por otro lado, estoy cogiendo unos buenos hábitos estupendos ^^

He conseguido volver al gimnasio (¡yupi!). Estoy encantada de la vida, dejándome la piel de 15:15 a 16:30 cada día corriendo y en la bici. También he descubierto el Pilates. Bueno, vaya un invento infernal ese… Creo que uno no es consciente de su mierda de cuerpo hasta que entra en una clase de pilates. Es una tortura cruel, pero efectiva. Ahora que eso de respirar a la vez que se mantiene el equilibrio y tal… No lo tengo muy por la mano aun xD

Año nuevo vida nueva.

En 2010, aunque no hice la lista de buenos propósitos, la tengo presente. Incluía bajar de peso y volver al gim.

Bueno… Bajar de peso… Madre de dios señor, qué tortura.

Resulta que un buen día salí de la ducha, me miré al espejo y pensé… “Joder, ¿eso soy yo?”. Y desde ese día evité reflejarme demasiado en su superficie (ojos que no ven…). Pero lo cierto es que desde hacía un tiempo notaba una sensación completamente nueva y tremendamente incómoda cada vez que me sentaba.

Resulta que cuando me sentaba, mi barriga hacía dos pliegues, de manera que la carne se tocaba entre sí. Molesto y asqueroso a la par. Dios, no había tenido nunca esa sensación.

La cosa no mejoró mucho cuando vi las fotos de la cena de navidad de la oficina, y me di cuenta de cómo estaba la cosa. Resumiendo: en cuatro años en mi trabajo, engordé la friolera de trece quilos. Madre mía… Y eso que cuando entré ya pensaba que me sobraban dos o tres.

Es curioso cómo se deja estar uno y cae en esa dinámica de “ya lo arreglaré”, “por unas patatas no pasa nada”… Etc. Cuado empiezas a caer por ese camino, no hay mucha marcha atrás salvo que pongas todo tu empeño.

Pero la gota que colmó el vaso, fue el día que sentí esa necesidad imperiosa que comienza hormigueando en las tripas, te hace salivar y provoca un estado de ansiedad hasta que te comes cien gramos de conguitos. Normalmente, siempre tenía algo para picar en el cajón, y generalmente era dulce. Porque total, por un puñado de chucherías no pasa nada (vaya falacia). Y justo llegó el día que no me quedaba nada que zampar en el cajón (no sé si aleluya o no…), salvo dos sobres de azúcar moreno de Starbucks de abajo.

Sabes que no vas por el buen camino cuando en pleno ataque, coges los sobres y te los zampas a palo seco. Eso creo que se puede tachar de adicción al azúcar. Sin más. Y fue ahí cuando dije… Hasta aquí hemos llegado.

Me apunté a una dieta súper estricta (ahora estoy descansando de ella hasta pasado San Juan, por dos semanitas), de esas que vives con 485 calorías al día, pero puedo asegurar que no pasas hambre ni te encuentras mal físicamente. Pero requiere de bastante fuerza de voluntad. Renuncié a absolutamente todo lo que me gustaba: patatas fritas, chocolate, dulces, pan, pasta, pizza, la poca fruta que me gusta. Y lo cambié todo por sobres de proteínas, complementos de calcio, potasio, magnesio, sal, vitaminas… Y para comer, una breve lista de verduras.

Yo creo que cuando le dije a mi madre que estaba comiendo brócoli, coliflor, calabacines… Se tuvo que morir de la impresión.

Pero había llegado a un punto que (aunque detesto los lácteos), ya le dije a la doctora: si me tengo que comer un yogur, me lo como; si me tengo que comer un pedazo de queso fresco, me lo como; si tengo que comer pescado, me lo como. Y punto pelota. Pero no quería seguir mirándome al espejo sin gustarme. Y el resultado ha sido bastante bueno. Unos trece quilos en dos meses.

Ahora mismo me tiene comiendo yogures y queso fresco en el desayuno hasta el 24 de junio. Una de las cosas que odio más sobre la faz del planeta xD Pero bueno, ya me estoy habituando.

Eso sí, mientras estás con tus cuatrocientas ochenta y cinco calorías al día, deporte cero. Ahora estoy más feliz porque al comer más normal puedo hacer bici y correr. Me gusta ver que mi cuerpo aun recuerda sus hábitos. En la primera semana ya aguantaba treinta minutos de bici y cuarenta corriendo. Es un gustazo.

La verdad es que aunque sé que eso se acaba en ocho días, me apunté al gimnasio porque me di cuenta que la dieta es mucho más difícil de llevar cuando me quedo en casa sin nada que hacer. Tengo más tentaciones de zampar. Así que prefiero mantenerme ocupada fuera, y a la que se me acabe el hacer deporte aeróbico, iré a tomar el sol a la piscina del gimnasio, y a hacer la cosa esa de pilates, yoga y similares. Me pregunto si podré correr ligerito aunque sea.

Me quedan ocho quilitos que bajar y ya estaré estupenda y divina de la muerte ^^ Me muero por verme entonces. Lo que sí es cierto es que una vez te ves mejor, ya no quieres perder ese cuerpo. Así que me cuesta menos esfuerzo. También me va genial el gimnasio para despejar la cabeza, porque hay días que querría aniquilar a la humanidad.

Aunque suene contradictorio, me he apuntado este año a un curso de ciento veinte horas de repostería profesional. Sé que parece una locura, teniendo en cuenta que estoy a dieta, pero bueno… Me sigue gustando mucho cocinar xD Y adopté una Thermomix para casa. Por cierto, uno de los mejores inventos del mundo. Primero pensé en pagarla al contado y después lo repensé y la dejé a plazos. Es cosa de invitar a los amigos a comer, para cocinar y engordar poco, jajajaja. A ver si también puedo hacer algún cursito de panadería después. A este paso me veo poniendo una boulangerie en Barcelona xD

También estoy contenta de que vi a Sara poco después de su cumple, y salimos de fiesta por Zaragoza (donde descubrí el whisky caramelo, que por cierto, está riquísimo). Me lo pasé genial ^^ A ver si puedo subir a finales de agosto a Cork unos días =) Buah, nos zampamos una lasaña que hice, tremenda ^^

Tema libros, últimamente leo menos, estoy más aplatanada por las mañanas. Es posible que sea el efecto de salir de la dieta dura (que contrariamente a lo que puede parecer, me hace sentir muy despierta). Ni idea. Y mis compras de libros están bastante enfocadas a temas de gastronomía. Rosa se ríe porque dice que todo las energías destinadas a comer las estoy canalizando a través de los libros de cocina. Tremendo como se ha multiplicado la estantería.

Entre las cosas asombrosas que he descubierto están los siguientes libros:

- The Joy of cooking. Es el libro que se menta en la película “Julie & Julia”, que por cierto, me encantó. Es uno de los manuales clásicos de la cocina norteamericana, y conseguí al edición setenta y cinco aniversario. Es un libro muy curioso, porque te das cuenta como han ido evolucionando por allí las cosas desde mil novecientos treinta. Por ejemplo, incluye gran variedad de recetas asiáticas, mexicanas, sudamericanas en general, italianas… Refleja muy bien la evolución de su sociedad y la integración de los diferentes grupos étnicos en la cultura general. Es un manual completísimo, muy bien explicado todo (con listados de comida y propiedades, frutas, etc, en cada apartado), con un apartado de unas ochenta páginas sobre consejos y técnicas. Aunque creo que lo más gracioso para mí fue el apartado de menús “ejemplo”, en el que había uno específico para los días de la superbowl. Tremendo xD. Quizás lo único que se echa en falta son fotos, pero cuatro mil quinientas recetas con sus fotos respectivas… Ese libro no bajaba de los ciento cincuenta dólares. La pena es que queda fuera del alcance si uno no lee inglés, pero va a ser de mis favoritos ^^

- Rose’s Hevenly Cakes. Un libro maravilloso sobre tartas. También en inglés, pero no hay una sola foto que no te haga salivar, y las explicaciones están muy logradas. Además las medidas se indican en cuatro formatos distintos, lo cual se agradece.

- El Larousse de los postres, de Pierre Hermé. No tenía ni guarra de quien era Pierre Hermé y ahora soy fan suya. Este libro es genial para hacer postres caseros, y si se siguen las explicaciones al pie de la letra, salen unas cosas deliciosas. Probé un par de ellos y… Me muero por hacer un brioche. Ahora estoy a la caza y captura de todos los libros que encuentre de Pierre.

Bueno, y a parte de eso, un montón de cosas más. En fin, tengo ganas tremendas de que llegue septiembre para empezar las clases, aunque será curioso ir a clase hasta la una y media y después al gimnasio xD

Y viajes, este año me parece que será escaso. Lo único que tengo pendiente es Noruega la semana antes de empezar el curso de repostería.

Por lo demás, las cosas siguen igual en casa y con los gatos, y algunas mejorías en la vida personal xD Pero bueno, eso ya otro día. Y a ver si me pongo a escribir de nuevo ^^