11/05/2008

Brand New World

Últimamente estoy siendo poco prolífica en cuanto a escritura se refiere, más que nada, por vagancia.

He estado cambiando mis obsoletas costumbres de vida, por unas bastante mejores y cuanto menos, más saludables.

Desde que duermo las ocho horas reglamentarias me despierto todas las mañanas a las seis y media, y además -lo cual es todo un logro- fresca como una rosa.

Soy capaz de hacerme de nuevo mi desayuno de super mix de frutas en la batidora, tomarlo mientras veo el noticiero –siempre BBC, Euronews o similar-, y lo mejor de todo es que abro los ojos antes que suene el despertador.

Estoy encantada de la vida.

He dejado prácticamente de lado el juego online. Ya no me motiva. La verdad es que me parece bastante aburrido después de mi período de desintoxicación, entre el verano y la falta involuntaria de portátil (que tendré que volver a mandar al técnico ya que sufrió algún problema en el transporte y el cable de la batería parece fallar, aix).

Nuevamente he retomado el sanísimo y placentero hábito de la lectura, esta vez en fase de campaña inglesa, porque el castellano lo domino ya bastante (o eso quiero pensar). Cada vez se me hace más pesado jugar. He probado el Warhammer Online, que por cierto está bastante bien para echar unas risas con los amigos y es un soplo de aire fresco y tomarse unas sanas vacaciones de Warcraft.

Ahora mismo no alcanzo a entender cómo pude dedicarle tantas horas de juego al WoW. Me sigue gustando mucho pulular por allí, pero llevo tres semanas evitándolo por miedo al reenganche. No es que me guste especialmente nada, pero es la sensación de competitividad lo que probablemente podría arrastrarme al lado oscuro.

Por otro lado, si tengo que elegir un epitafio, prefiero que ponga “Ganó el Nobel de Literatura” que “Fue la mejor maga de Azeroth”, y aunque ambas cosas son igual de improbables, prefiero quedarme con la primera.

Estoy haciendo mis pinitos saliendo a correr después del trabajo. Me cuesta dios y ayuda, mis pulmones están matándome a los diez minutos y parece que se me va a salir el corazón por la boca, y las piernas me acaban quemando lo que no se ha escrito. Pero bueno, todo irá mejorando.

He conseguido retomar el control de mis treinta y ocho metros de alquiler, donde desde hace un par de meses no quería vivir ni una cucaracha. Todo está bastante decente.

Ahora que nos acercamos a fin de año, hago un repaso de los propósitos de año nuevo y aunque cumplí pocos, estoy orgullosa de los que he cumplido. El año que viene añadiré uno o dos nuevos que quiero cumplir. Sé que ellos también me harán sentir muy orgullosa de mí, sobretodo el de comprarme una humilde morada.

Durante este perído de reflexión (mejor llamarlo así que enajenación mental) me he dado cuenta que mis aspiraciones artísticas en esta vida son más bien literarias.

Trabajar donde lo hago está muy bien, y tal, pero tengo algo que cada vez ocupa más espacio en mi cabeza, y es el adorable dueto que forman la pluma y el papel, por lo que las historias que se agolpan en mi cabeza están haciendo cola para salir al mundo, y espero conseguir escribir algo decente, e incluso lanzarme a escribir por capítulos.

Este año además está siendo bastante especial por otros motivos. Digamos que me despido del fantástico número que es el “dos”, que en adelante veré una vez cada diez años solamente, y doy la bienvenida al “tres”.

El “tres” suele ser un número con bastantes connotaciones negativas, pobre. Ya empezando por el “tres son multitud” (aunque no siempre, jaja). Empecé a notar su carga meses antes de preparar la casa para darle la bienvenida.

Empecé a sentirme vieja, porque hemos llegado al punto en que ves que tus amigos se están casando, tienen familia, y yo sigo viviendo la vida a mi aire como si el tiempo no pasara para mí, como si viviera en Nunca Jamás.

Las noches que he dedicado a pensar que me iba a quedar sola han hecho que las ojeras profundizaran en mi cara y mi buen humor menguase hasta perderse en la profundidad de las arrugas. Eran directamente proporcionales a las noches que no dormía y jugaba en Warcraft. Me gusta mucho vivir sola, a pesar de todo, pero hay noches que es muy duro que no haya nadie más en casa, y mañanas cuyo silencio ralla la locura. Sería mentira decir lo contrario.

No sé cuándo de golpe todo eso dejó de tener importancia.

Una buena mañana me desperté y dije, a tomar viento con todo. El mundo no se acaba porque yo cumpla los treinta. No se acaba porque viva sola. No se acaba porque no tenga pareja. No se acaba porque no tenga hijos. Y me rebelé contra mí misma.

Mi primer acto de rebelión fue cortarme el pelo, esa melena que no había cortado jamás por encima del hombro, así que me acerqué a la peluquería china que me había comentado mi madre (donde por cierto me trataron como una reina, a precios de populacho) y le dije al chico que me cortara el pelo, sin tirar lo que cayera porque lo tengo guardado de recuerdo.

El pelo crece, a fin de cuentas.

Me decidí a cortarme el pelo, y me llevó bastante rato tomar una resolución, cuando me di cuenta que lo que me importaba más era saber si me quedaría bien que reconocer que era lo que me apetecía. Me corté el pelo porque me dio rabia que la primera idea que pasó por mi cabeza no era si yo iba a estar cómoda, si no si me verían bien los demás, cuando aquí se trataba de que es mi cuerpo, mi mente es la que lo habita y yo soy la que tiene que estar a gusto en él.

Realmente estoy contenta del cambio.

Y poco a poco con eso vino un poco todo, recoger la casa, arreglarme, salir a correr. Tomar las riendas, en definitiva.

Me da rabia darme cuenta hoy que este último tiempo he vivido más condicionada por el qué dirán de lo que yo querría, e intentando cumplir las expectativas de los demás sin tener en cuenta las mías.

Rosa me dijo una vez, que las cosas van mucho mejor cuando finalmente decides que tú estás por encima de todo. De todo. Cuando realmente te quieres más a ti que a lo demás. Yo, que solía pensar así para el noventa y cinco por ciento de las cosas, estaba jodida porque no pensaba de igual forma en el cinco por ciento de cosas donde debería haber aplicado esos criterios.

También he decidido comprarme un piso el año que viene, porque a fin de cuentas, tengo que aprovechar ahora que puedo las pequeñas oportunidades que salen. Algo normalito, para empezar. Me gustaría mucho que fuera un piso viejo de techos altos para reformarlo, porque si cierro los ojos veo perfectamente como quiero que sea mi hogar en propiedad.

El tiempo que cede amablemente Warcraft en mi vida, lo destinaré de nuevo a los estudios. No tengo prisa por sacarme un título, así que me da igual lo que tarde en sacarme mi próxima licenciatura. Porque es un hobbie, y así debe ser. Lo que nazca a partir de ahí, bienvenido será. La opción está entre mis amados chinos de toda la vida, y filología inglesa.

Me he dado cuenta que mi vida realmente es leer y escribir. Quizás es un error castrar la parte artística de mí, y lo que tengo que hacer es reconciliar mi vida laboral con la personal de manera que quede un rescoldo para expresarme mis emociones. Jugar online está muy bien, conoces mucha gente, pero yo cuando jugaba estaba huyendo y escondiéndome de los problemas.

Siempre he dicho que nadie dedica a eso tanto tiempo si todo en su vida va rodado.

Así que ahora por las mañanas tomo mi zumo, desayuno, arreglo la cocina antes de marcharme, y veo el noticiero.

Esta mañana lo primero que hice cuando mi cabeza despertó y aun antes de abrir los ojos, fue buscar el mando de la televisión, para ver corriendo la BBC y los resultados de las elecciones de Estados Unidos.

¿Cómo puede interesarle a alguien el resultado de algo que no es ni siquiera de su país y está tan lejano?

Y yo me pregunto, ¿cómo puede a alguien no importarle? A fin de cuentas, tal y como está la situación mundial, Estados Unidos es un elemento bastante importante del paisaje.

Nunca he sido partidaria de hablar de política, porque es un tema bastante controvertido junto a la religión y el sexo. De hecho una de las cosas que me da más rabia hoy día es que por ejemplo, si tuviera que votar en España lo tendría jodido porque no sabría a quien votar. En cambio, sabría decir a quien no votaría. Me parece sinceramente muy triste tener que vivir en una situación donde tienes que escoger entre la mejor de las peores posibilidades, y no simplemente aquella opción que te parece correcta.

Yo no he vivido en USA. Lo reconozco. No he leído su constitución, ni conozco a fondo su historia, y probablemente juzgo las situaciones desde mis propios prejuicios. No soy una sabelotodo, más bien una ignorante de la mayor parte de aspectos que les atañen, y solo conozco la información tendenciosa y sesgada que me pueda llegar a través de los medios de comunicación.

Con todo, muchas veces uno decide en base a sus impresiones, de hecho creo que la política funciona así, dudo muchísimo que hoy en día vote ni siquiera un cinco por ciento de gente que se haya leído una campaña política a fondo.

Y en base a mis impresiones, es que me alegro de que haya ganado Barack Obama las elecciones presidenciales de este dos mil ocho. Probablemente me falte una cantidad considerable de información y mis prejuicios sobre la sociedad americana sean incorrectos, pero desde la imagen que yo tengo, me parece fantástico y un gran logro que hayan sido capaces de elegir no solo una persona joven para los cánones de los presidentes que han tenido últimamente, si no además, negro.

Cierto es que no deja de ser lamentable que tengas que mirar a otra persona diferente porque tiene otro color de piel. Ni siquiera ya por lo que piensa, pero así es la vida, cualquier cosa menos justa.

Otra cosa bastante impresionante de Internet es darte cuenta de algunas reacciones. Por ejemplo, trasteando por facebook, al mirar el espacio que tiene dedicado Obama a su campaña, ha tenido un alud importante de felicitaciones de gente mayoritariamente joven. Un país que quiere mirar al futuro no creo que deba ser dirigido por alguien que tiene su vista fijada en el pasado de forma perpetua.

Es increíble ver como tanta gente -si no todo el mundo- ha estado pendiente de algo así. Más diría yo, que se ha identificado con el sentimiento de esperanza que se desprendía de este acontecimiento, esperanza de que cambien algunas políticas que vienen manteniendo en Estados Unidos, para mejor. A esa esperanza le cedí mi estatus de facebook ayer.

Ahora me pregunto yo cuánto conseguirá durar en la presidencia, y espero que no pase como con otros presidentes prometedores antes que él, y que de tiempo a demostrar los cambios al otro lado del océano. Si todo va bien, y así espero que sea, este hombre acabará siendo uno de los iconos de Estados Unidos y probablemente del siglo. Pero independientemente, ya ha hecho historia.

En fin. Dos mil ocho ha sido un año curioso, y aunque le tenía mucho pánico a este noviembre, creo que he superado la crisis de los treinta mucho mejor de lo que tenía previsto.

Bueno, mentira.

No esperaba sufrir ninguna crisis de los treinta.

Welcome level up to thirty!